descárgate el cómic en https://diezlasangre.files.wordpress.com/2013/01/capv_historia_cyl_comic.pdf
miércoles, 27 de diciembre de 2017
martes, 26 de diciembre de 2017
1017-1188 LEÓN. LAS PRIMERAS CORTES EUROPEAS
Extraido de http://www.leonoticias.com/culturas/patrimonio/fuero-leon-cambio-20170621123347-nt.html
Eran los albores del segundo milenio después de Cristo. León estaba siendo atacada por Almanzor, el Reino se veía envuelto en guerras civiles, los ataques vikingos trataban de asediar la península y la situación de desgobierno tornaba el ambiente en insostenible.
(P) ¿Qué es el Fuero de León?
(R) Es un hito que ocurrió hace mil años y que supuso un cambio en la historia del Reino de León y en la historia jurídica de España. Fue motor de cambio de muchas costumbres medievales. Se trata de una época de zozobra, en 1017 fallecen los enemigos del rey Alfonso V y decide reorganizar su reino. El 30 de julio se ponen de acuerdo en 48 leyes, unas de aplicación para todo el Reino, desde Portugal hasta Navarra, y a parte de esas generales hay unas específicas para la capital: desde problemas de mercado hasta de convivencia, con las mujeres y con los siervos. Es como una primitiva constitución en la que se protegen derechos impensables para la época.
(P) ¿Ha quedado algún tipo de texto en el que se vea reflejado el Fuero?
(R) Debió de haber un documento que ya no existe porque la mayoría de documentación del Reino de León no nos ha llegado, se ha quemado o desapareció con las desamortizaciones. Lo que sí existe es el ‘Libro de las Estampas’ de la Catedral de Oviedo, una joya con miniaturas de reyes y el texto principal del reinado de cada uno. Junto a Alfonso V, en un retrato realizado 200 años más tarde, aparece el texto de esa norma jurídica en el que se puede apreciar su importancia. Podría ser esta la copia más antigua del Fuero de León.
(P) ¿Qué importancia tuvo este texto para la época?
(R) León ha tenido muchos grandes reyes; ceñirlo sólo a Alfonso IX –rey que aprobó las Cortes de 1188- sería reducir mucho la historia del Reino. Debemos venderlo como el gran pack que es: un Reino grande, que hizo historia y que cambió la historia del mundo, no sólo de la provincia de León. Dentro de los grandes reyes destacan tres en el siglo XI: Alfonso V; Alfonso VI, que cambia la historia con la conquista de Toledo; y Fernando I, con una visión estratega extraordinaria. Alfonso V es el primero. Su reino es un vaivén, con el conde de Castilla, su tío, «que siempre buscó nuestro mal y siempre nos hizo daño», según él mismo recoge; García Gómez, conde de Saldaña y aliado de Almanzor; y los poderosos nobles de Galicia y Portugal, que no le dejaban gobernar. Al morir todos ellos, el pueblo le esperaba para tomar las riendas y actúa con fuerza y con una solemnidad que marca la historia de la Edad Media, equiparable con la Transición del rey Juan Carlos I, cuando todo el mundo se pone de acuerdo para marcar nuevas pautas. Tanto Alfonso V, en 1017, como Alfonso IX, en 1188, son dos grande hitos, periodos de transición; la península y Europa tenían claro que quien nace siervo, muere siervo; el Reino tenía otras necesidades, el 99% de la población miraba hacia él, y éste toma las riendas y ofrece un modelo de gobierno distinto a los que estaban en uso.
(P) ¿Por qué se toma como referencia del Fuero a San Isidoro?
(R) La monarquía siempre ha sido guiada por la religión. San Pelayo, San Juan… y Alfonso V era muy devoto de San Juan Bautista. A él le construye la primitiva iglesia donde posteriormente, con su yerno, Fernando I, se erige el gran San Isidoro. La Catedral fue el primer entorno real, que se dona al obispo; luego estuvo Palat de Rey, un cuadrante entre la calle Cardiles y el Conde Luna. Finalmente, Alfonso V abandona ese búnker y busca un nuevo lugar trasladando el corazón de la monarquía a San Juan Bautista, donde empieza a levantar un panteón real con sus antepasados.
(P) ¿Qué actos se harán coincidir con el milenario del Fuero de León?
(R) El buen perfume se puede diluir en agua o concentrarlo y que perdure. El mes del Fuero es julio y ahí comenzarán los actos. Hemos trabajado duro y tenemos el programa completado desde el pasado año. Vamos a tener un congreso científico, en julio, centrado en el derecho; luego tendremos otro congreso, en San Froilán, con historiadores y cronistas llegados de México, Portugal y España. Vamos a tener exposiciones, actividades para niños, jornadas de divulgación y la posibilidad de crear una cápsula del tiempo para que dentro de 100 años la corporación de turno, cuando se cumplan los 1.100 años del Fuero, puedan ver cómo vivían los leoneses cien años atrás, las noticias más importantes, los problemas y las inquietudes. Queremos dejar el granito de arena par que se acuerden de este año y vuelvan hacia el León del año 1000 y del 2000.
(P) ¿Qué se quiere proyectar con la celebración de esta efeméride?
Queremos que los leoneses y los niños se sientan orgullosos de la historia de León, que muchos desconocen y ésta se va diluyendo. Queremos que nuestros chicos puedan acceder a la información. Tendremos libros muy asequibles para Primaria y Secundaria donde se pueda conocer el Fuero, el Reino de León, qué supuso, para que cuando tengan preguntas puedan responderlas. Nuestra historia es para sentirnos orgullosos.
(P) ¿Conocen realmente los leoneses su historia? ¿Cómo se corrige ese problema?
(R) Es algo que debe llevar mucho rodaje. Hay leoneses que nunca han estado en San Isidoro, ni en la Catedral, ni se han planteado entrar, al igual que en los museos. Esto es un problema porque no se puede despertar la inquietud en quien no quiere. Pero debemos garantizar el derecho a que todos puedan conocer sus inquietudes y para mí acabar así la legislatura sería bueno. Ya está bien de mirar para abajo y pedir perdón por ser de León, vamos a mirar al frente y sacar pecho. Cuando Puigdemont se pronunció sobre la Cuna del Parlamentarismo me sentí indignada porque es un ignorante, estaba fuera de lugar y su grado de información se debe a las redes sociales. Si el 1 de enero de 2018 los chavales saben qué es el Fuero, que lo otorgó Alfonso V y que tenía algunos derechos a mí me vale; si 200 niños o 1.000 leoneses se sienten más orgullosos, me sirve.
(P) ¿Qué derechos fundamentales, hoy en día, se aprobaron en aquel Fuero de León?
(R) La mujer, en esa época, era el lazo que acercaba a dos hombres. Nacía para ser buena madre, buena mujer y buena cristiana. Se buscaba que no estudie, que no opine y que cumpla con su labor de dar hijos al marido. En 1017 la nobleza permite a las mujeres ser tutoras de reyes, opinan y van a la guerra, como Elvira Ramírez, pero las mujeres del pueblo llano vivían en tierra de nadie. Eran objeto de violación, tráfico de seres humanos y eran prenda de guerra. Por primera vez, un rey dice ‘hasta aquí’. Es mujer, pero no tienes derecho a hacer lo que quieras con ella. Es una mujer y la respetas. Ese respeto a la mujer es un paso de gigante que sólo por eso Alfonso V merecía pasar a la historia del derecho universal. La mujer deja de ser patrimonio del que la desee y pasa a tener respeto.
(R) Otro derecho es la inviolabilidad del domicilio. Antes el señor daba una patada en la puerta al campesino y hacía lo que quería. Ahora, si había una puerta, inviolabilidad del domicilio.
(R) Y otra norma fundamental fue otorgar la paz de los mercados. Mucha gente, como ocurrió en el Franquismo, comerciaba con el hambre y hacían fortunas. El rey impone unos pesos, medidas y normas del mercado para que cada año un oficial decidiera unos precios fijos.
(P) ¿Se buscará dar un reconocimiento internacional a esta efeméride?
(R) Sí, y ya se está trabajando en ello. En colaboración con el Senado se ha presentado una moción para incorporar a las peticiones de las nuevas Memorias de la Humanidad y del Mundo al Fuero de León. Se ha instado al Gobierno de España a que incorpore este acontecimiento en la lista y que se presente a la Unesco para que quede presente este hecho de por vida.
El Fuero de León, que ahora cumple 1.000 años, establecía las bases de los derechos fundamentales de los ciudadanos, ejerció como primitiva constitución y buscó el bien del pueblo de forma inmediata. Por ello, Margarita Torres insistirá durante todo el 2017 en que los leoneses conozcan este motivo de orgullo, que sepan quién fue Alfonso V, cuándo promulgó el Fuero y que cada ciudadano conozca, al menos, tres derechos que cambiaron la historia de León, de Europa y del mundo.
Eran los albores del segundo milenio después de Cristo. León estaba siendo atacada por Almanzor, el Reino se veía envuelto en guerras civiles, los ataques vikingos trataban de asediar la península y la situación de desgobierno tornaba el ambiente en insostenible.
(P) ¿Qué es el Fuero de León?
(R) Es un hito que ocurrió hace mil años y que supuso un cambio en la historia del Reino de León y en la historia jurídica de España. Fue motor de cambio de muchas costumbres medievales. Se trata de una época de zozobra, en 1017 fallecen los enemigos del rey Alfonso V y decide reorganizar su reino. El 30 de julio se ponen de acuerdo en 48 leyes, unas de aplicación para todo el Reino, desde Portugal hasta Navarra, y a parte de esas generales hay unas específicas para la capital: desde problemas de mercado hasta de convivencia, con las mujeres y con los siervos. Es como una primitiva constitución en la que se protegen derechos impensables para la época.
(P) ¿Ha quedado algún tipo de texto en el que se vea reflejado el Fuero?
(R) Debió de haber un documento que ya no existe porque la mayoría de documentación del Reino de León no nos ha llegado, se ha quemado o desapareció con las desamortizaciones. Lo que sí existe es el ‘Libro de las Estampas’ de la Catedral de Oviedo, una joya con miniaturas de reyes y el texto principal del reinado de cada uno. Junto a Alfonso V, en un retrato realizado 200 años más tarde, aparece el texto de esa norma jurídica en el que se puede apreciar su importancia. Podría ser esta la copia más antigua del Fuero de León.
(P) ¿Qué importancia tuvo este texto para la época?
(R) León ha tenido muchos grandes reyes; ceñirlo sólo a Alfonso IX –rey que aprobó las Cortes de 1188- sería reducir mucho la historia del Reino. Debemos venderlo como el gran pack que es: un Reino grande, que hizo historia y que cambió la historia del mundo, no sólo de la provincia de León. Dentro de los grandes reyes destacan tres en el siglo XI: Alfonso V; Alfonso VI, que cambia la historia con la conquista de Toledo; y Fernando I, con una visión estratega extraordinaria. Alfonso V es el primero. Su reino es un vaivén, con el conde de Castilla, su tío, «que siempre buscó nuestro mal y siempre nos hizo daño», según él mismo recoge; García Gómez, conde de Saldaña y aliado de Almanzor; y los poderosos nobles de Galicia y Portugal, que no le dejaban gobernar. Al morir todos ellos, el pueblo le esperaba para tomar las riendas y actúa con fuerza y con una solemnidad que marca la historia de la Edad Media, equiparable con la Transición del rey Juan Carlos I, cuando todo el mundo se pone de acuerdo para marcar nuevas pautas. Tanto Alfonso V, en 1017, como Alfonso IX, en 1188, son dos grande hitos, periodos de transición; la península y Europa tenían claro que quien nace siervo, muere siervo; el Reino tenía otras necesidades, el 99% de la población miraba hacia él, y éste toma las riendas y ofrece un modelo de gobierno distinto a los que estaban en uso.
(P) ¿Por qué se toma como referencia del Fuero a San Isidoro?
(R) La monarquía siempre ha sido guiada por la religión. San Pelayo, San Juan… y Alfonso V era muy devoto de San Juan Bautista. A él le construye la primitiva iglesia donde posteriormente, con su yerno, Fernando I, se erige el gran San Isidoro. La Catedral fue el primer entorno real, que se dona al obispo; luego estuvo Palat de Rey, un cuadrante entre la calle Cardiles y el Conde Luna. Finalmente, Alfonso V abandona ese búnker y busca un nuevo lugar trasladando el corazón de la monarquía a San Juan Bautista, donde empieza a levantar un panteón real con sus antepasados.
(P) ¿Qué actos se harán coincidir con el milenario del Fuero de León?
(R) El buen perfume se puede diluir en agua o concentrarlo y que perdure. El mes del Fuero es julio y ahí comenzarán los actos. Hemos trabajado duro y tenemos el programa completado desde el pasado año. Vamos a tener un congreso científico, en julio, centrado en el derecho; luego tendremos otro congreso, en San Froilán, con historiadores y cronistas llegados de México, Portugal y España. Vamos a tener exposiciones, actividades para niños, jornadas de divulgación y la posibilidad de crear una cápsula del tiempo para que dentro de 100 años la corporación de turno, cuando se cumplan los 1.100 años del Fuero, puedan ver cómo vivían los leoneses cien años atrás, las noticias más importantes, los problemas y las inquietudes. Queremos dejar el granito de arena par que se acuerden de este año y vuelvan hacia el León del año 1000 y del 2000.
(P) ¿Qué se quiere proyectar con la celebración de esta efeméride?
Queremos que los leoneses y los niños se sientan orgullosos de la historia de León, que muchos desconocen y ésta se va diluyendo. Queremos que nuestros chicos puedan acceder a la información. Tendremos libros muy asequibles para Primaria y Secundaria donde se pueda conocer el Fuero, el Reino de León, qué supuso, para que cuando tengan preguntas puedan responderlas. Nuestra historia es para sentirnos orgullosos.
(P) ¿Conocen realmente los leoneses su historia? ¿Cómo se corrige ese problema?
(R) Es algo que debe llevar mucho rodaje. Hay leoneses que nunca han estado en San Isidoro, ni en la Catedral, ni se han planteado entrar, al igual que en los museos. Esto es un problema porque no se puede despertar la inquietud en quien no quiere. Pero debemos garantizar el derecho a que todos puedan conocer sus inquietudes y para mí acabar así la legislatura sería bueno. Ya está bien de mirar para abajo y pedir perdón por ser de León, vamos a mirar al frente y sacar pecho. Cuando Puigdemont se pronunció sobre la Cuna del Parlamentarismo me sentí indignada porque es un ignorante, estaba fuera de lugar y su grado de información se debe a las redes sociales. Si el 1 de enero de 2018 los chavales saben qué es el Fuero, que lo otorgó Alfonso V y que tenía algunos derechos a mí me vale; si 200 niños o 1.000 leoneses se sienten más orgullosos, me sirve.
(P) ¿Qué derechos fundamentales, hoy en día, se aprobaron en aquel Fuero de León?
(R) La mujer, en esa época, era el lazo que acercaba a dos hombres. Nacía para ser buena madre, buena mujer y buena cristiana. Se buscaba que no estudie, que no opine y que cumpla con su labor de dar hijos al marido. En 1017 la nobleza permite a las mujeres ser tutoras de reyes, opinan y van a la guerra, como Elvira Ramírez, pero las mujeres del pueblo llano vivían en tierra de nadie. Eran objeto de violación, tráfico de seres humanos y eran prenda de guerra. Por primera vez, un rey dice ‘hasta aquí’. Es mujer, pero no tienes derecho a hacer lo que quieras con ella. Es una mujer y la respetas. Ese respeto a la mujer es un paso de gigante que sólo por eso Alfonso V merecía pasar a la historia del derecho universal. La mujer deja de ser patrimonio del que la desee y pasa a tener respeto.
(R) Otro derecho es la inviolabilidad del domicilio. Antes el señor daba una patada en la puerta al campesino y hacía lo que quería. Ahora, si había una puerta, inviolabilidad del domicilio.
(R) Y otra norma fundamental fue otorgar la paz de los mercados. Mucha gente, como ocurrió en el Franquismo, comerciaba con el hambre y hacían fortunas. El rey impone unos pesos, medidas y normas del mercado para que cada año un oficial decidiera unos precios fijos.
(P) ¿Se buscará dar un reconocimiento internacional a esta efeméride?
(R) Sí, y ya se está trabajando en ello. En colaboración con el Senado se ha presentado una moción para incorporar a las peticiones de las nuevas Memorias de la Humanidad y del Mundo al Fuero de León. Se ha instado al Gobierno de España a que incorpore este acontecimiento en la lista y que se presente a la Unesco para que quede presente este hecho de por vida.
El Fuero de León, que ahora cumple 1.000 años, establecía las bases de los derechos fundamentales de los ciudadanos, ejerció como primitiva constitución y buscó el bien del pueblo de forma inmediata. Por ello, Margarita Torres insistirá durante todo el 2017 en que los leoneses conozcan este motivo de orgullo, que sepan quién fue Alfonso V, cuándo promulgó el Fuero y que cada ciudadano conozca, al menos, tres derechos que cambiaron la historia de León, de Europa y del mundo.
FELIPE II encerró a su hijo
Extraído de http://www.abc.es/espana/20150122/abci-hijo-felipe-maldito-enfermo-201501211850.html
Hasta sus últimos días, Felipe II recordaría con la mayor de las penas la noche del 18 de enero de 1568. Vestido con la armadura real, el Monarca más poderoso de su tiempo condujo a un grupo de cortesanos y hombres armados por los oscuros pasillos del Alcázar de Madrid «sin antorchas ni velas» al aposento del Príncipe Carlos, el hijo del Rey y su único heredero. Al despertarse y hallarse rodeado de hombres armados, Don Carlos exclamó: «¿Qué quiere Vuestra Majestad? ¿Quiéreme matar o prender?». «Ni lo uno ni lo otro, hijo», contestó Felipe II instantes antes de que el Príncipe se llevara la mano a la pistola cargada de pólvora que guardaba siempre en la cabecera de su cama. Un episodio recogido en detalle por Geoffrey Parker en el libro «Felipe II: la biografía definitiva».
El joven heredero fue arrestado, sin que nadie llegara a apretar el gatillo, y acusado de conspirar contra la vida de su padre. Días antes, uno de sus mejores amigos, Don Juan de Austria –hermano bastardo del Rey y a la postre héroe de Lepanto–, se había visto obligado a desvelar los planes de su sobrino al percatarse de la gravedad de su locura. El cautiverio de seis meses, lejos de calmar a Don Carlos, empeoró su salud mental y terminó costándole la vida en un arranque de demencia a los 23 años de edad. En medio de una huelga de hambre, el heredero de la Monarquía Hispánica se acostumbró a calmar sus calenturas volcando nieve en su cama y bebiendo agua helada, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud. Por supuesto, la propaganda holandesa acusó directamente al Rey de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería Don Carlos era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos. El melancólico y misterioso carácter del Monarca, a su vez, prestó los ingredientes para que Giuseppe Verdi, recogiendo la leyenda negra, compusiera siglos después una de sus óperas más famosas: «Don Carlo».
Hijo de Felipe II y María Manuela de Avis, los cuales eran primos hermanos por parte de padre y madre, Don Carlos solo tenía cuatro bisabuelos, cuando lo normal es tener ocho. Según estudios recientes (Álvarez G, Ceballos FC, Quinteiro C, «The Role of Inbreeding in the Extinction of a European Royal Dynasty»), la sangre de Don Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211 –casi el mismo que resulta de una unión entre hermanos y solo por debajo de Carlos II, un 0,254 –. No obstante, los trabajos históricos actuales consideran que los genes no estaban directamente relacionados con la locura del Príncipe. Así, según el hispanista Geoffrey Parker en su biografía sobre Felipe II, el heredero a la Corona fue un niño relativamente normal, de inteligencia media-baja, que no sufrió graves episodios de demencia hasta la edad madura.
Bien es cierto que, como le ocurrió a Felipe II, el Príncipe heredero se crió lejos de sus padres. Huérfano de madre a los cuatro días de nacer, Carlos quedó bajo la custodia de sus tías, las hijas de Carlos V que todavía no tenían compromisos matrimoniales, puesto que su padre estuvo ausente de España en los primeros años de su reinado. Con 11 años, una plaga de malaria asoló la Corte y afectó al joven, quizás más vulnerable que el resto por sus deficientes genes. La enfermedad provocó en el Príncipe un desarrollo físico anómalo en sus piernas y en su columna vertebral, que, a su vez, pudo estar detrás de la grave caída que sufrió a los 18 años de edad mientras perseguía por el palacio a una cortesana. Los médicos llegaron a desahuciar al joven, dándole apenas cuatro horas de vida, y un grupo de franciscanos trasladaron los huesos de San Diego de Alcalá a los pies de su cama solo a la espera de un milagro. Contra todo pronóstico, una arriesgada trepanación pudo salvar la vida del Príncipe Carlos; no obstante, pronto se evidenciaría que los daños cerebrales se presumían irreparables.
En los años previos a aquella caída, Don Carlos vivió su periodo más feliz en la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió junto a su tío, Don Juan de Austria, y Alejandro Farnesio, que contaban prácticamente su misma edad. Sin destacar en los estudios, sino todo lo contrario, el hijo del Rey al menos se contagió del ambiente juvenil y saludable del lugar. En 1560, Felipe II –juzgando aceptable su comportamiento– le reconoció como heredero al trono por las Cortes de Castilla.
Pero tras su caída nunca volvió a ser el mismo. Las fiebres que le afectaban periódicamente, recuerdo de la malaria, empezaron a repetirse con demasiada frecuencia. «Tiene un temperamento impulsivo y violento. A menudo pierde los estribos y dice lo primero que se le pasa por la cabeza», apuntó el embajador imperial en España designado en 1564 sobre el otro síntoma preocupante: sus radicales cambios de humor. Geoffrey Parker recoge en el mencionado libro las palabras del neurocirujano pediátrico Donald Simpson que ha estudiado el caso: «Mostraba la desinhibida malicia de un chico con un daño frontal en el cerebro».
Los conflictos entre padre e hijo no tardaron en llegar. Tras su recuperación, Felipe II le nombró miembro del Consejo de Estado en 1564, en un último intento por fingir normalidad, y barajó la posibilidad de casarlo con María Estuardo o con Ana de Austria, la cual sería posteriormente la cuarta esposa del Rey. Pero dentro de su mente enferma, sus prioridades eran otras. Obsesionado con los Países Bajos –en ese momento en rebeldía contra Felipe II–, contactó con varios de esos líderes rebeldes, como el moderado Conde de Egmont o el Barón de Montigny, para organizar su viaje a Bruselas, donde pretendía proclamarse su soberano. En efecto, el Rey en el pasado había sopesado la posibilidad de que su hijo gobernara allí, pero las actuales circunstancias políticas y la mala salud mental del Príncipe descartaban por completo esta opción.
En una reunión mantenida con Don Juan de Austria, al que pidió ayuda para fugarse a Italia, el Príncipe le comunicó sus planes. El general español le reclamó veinticuatro horas a su sobrino para tomar una decisión, e inmediatamente salió a informar al Rey. Advertido de la traición –según varios informadores–, Don Carlos cargó una pistola y pidió a su tío que regresara a sus aposentos. La pistola no pudo efectuar el disparo que habría matado al futuro héroe de Lepanto, puesto que fue descargada previamente por un cortesano, pero Don Carlos se abalanzó daga en mano contra Don Juan de Austria, que, superior en fuerza y habilidad en el combate, redujo a su sobrino. «¡Qué vuestra Majestad no dé un paso más», gritó, apuntándole con su propia daga.
Durante los seis meses que el Príncipe permaneció cautivo, en el mismo régimen que había padecido Juana «la Loca», fue perdiendo los pocos hilos de cordura que quedaban sobre su cabeza. Acorde a los síntomas clásicos de las personas que han padecido malaria, sufría súbitos cambios de temperatura, cuya mente enferma convirtió en peligrosos y mortales hábitos. Cada vez que padecía uno de estos ataques, ordenaba llenar su cama de nieve así como ingerir agua helada en grandes cantidades. En medio de sospechas infundadas sobre su posible envenenamiento, falleció el joven a los 23 años el 28 de julio de 1568, probablemente a causa de inanición (se había declarado en huelga de hambre como protesta).
Las vagas explicaciones de Felipe II y su empeño por destruir las cartas que incriminaban a su hijo –quizás buscando ocultar las miserias de su heredero– situaron su muerte en el terreno predilecto para alimentar la leyenda negra que los holandeses, franceses e ingleses usaban en perjuicio del Imperio español. La ópera «Don Carlo» escrita por Giuseppe Verdi siglos después y un drama del poeta alemán Schiller tomaron por referencia el ensayo «Apología», de Guillermo de Orange, que presenta la vida del Príncipe de forma muy distorsionada. El holandés inventó una relación amorosa entre Don Carlos y la esposa de su padre, Isabel de Valois, y colocó al joven como adalid de la independencia holandesa y al malvado Rey como el asesino de ambos. Más allá de una inocente literatura, este episodio se convirtió en el más importante pilar de la leyenda negra contra los españoles.
Hasta sus últimos días, Felipe II recordaría con la mayor de las penas la noche del 18 de enero de 1568. Vestido con la armadura real, el Monarca más poderoso de su tiempo condujo a un grupo de cortesanos y hombres armados por los oscuros pasillos del Alcázar de Madrid «sin antorchas ni velas» al aposento del Príncipe Carlos, el hijo del Rey y su único heredero. Al despertarse y hallarse rodeado de hombres armados, Don Carlos exclamó: «¿Qué quiere Vuestra Majestad? ¿Quiéreme matar o prender?». «Ni lo uno ni lo otro, hijo», contestó Felipe II instantes antes de que el Príncipe se llevara la mano a la pistola cargada de pólvora que guardaba siempre en la cabecera de su cama. Un episodio recogido en detalle por Geoffrey Parker en el libro «Felipe II: la biografía definitiva».
El joven heredero fue arrestado, sin que nadie llegara a apretar el gatillo, y acusado de conspirar contra la vida de su padre. Días antes, uno de sus mejores amigos, Don Juan de Austria –hermano bastardo del Rey y a la postre héroe de Lepanto–, se había visto obligado a desvelar los planes de su sobrino al percatarse de la gravedad de su locura. El cautiverio de seis meses, lejos de calmar a Don Carlos, empeoró su salud mental y terminó costándole la vida en un arranque de demencia a los 23 años de edad. En medio de una huelga de hambre, el heredero de la Monarquía Hispánica se acostumbró a calmar sus calenturas volcando nieve en su cama y bebiendo agua helada, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud. Por supuesto, la propaganda holandesa acusó directamente al Rey de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería Don Carlos era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos. El melancólico y misterioso carácter del Monarca, a su vez, prestó los ingredientes para que Giuseppe Verdi, recogiendo la leyenda negra, compusiera siglos después una de sus óperas más famosas: «Don Carlo».
Endogamia, malaria y una caída: las culpables
La propaganda holandesa, sin embargo, no podía estar más equivocada en este caso. Felipe II fue excesivamente permisivo con la actitud de Don Carlos, el cual arrastraba problemas mentales desde que era niño. Del Príncipe maldito se ha dicho, sin excesivo rigor, que siendo solo un infante gozaba asando liebres vivas y cegando a los caballos en el establo real. A los once años hizo azotar a una muchacha de la Corte para su sádica diversión: un exceso por el que hubo que pagar compensaciones al padre de la niña. No en vano, junto a su sobrino biznieto Carlos II «el Hechizado», el primer hijo de Felipe II es el máximo exponente de las consecuencias de la endogamia practicada por la Casa de los Habsburgo.Solo tenía cuatro bisabuelos, cuando lo normal es tener ocho
Bien es cierto que, como le ocurrió a Felipe II, el Príncipe heredero se crió lejos de sus padres. Huérfano de madre a los cuatro días de nacer, Carlos quedó bajo la custodia de sus tías, las hijas de Carlos V que todavía no tenían compromisos matrimoniales, puesto que su padre estuvo ausente de España en los primeros años de su reinado. Con 11 años, una plaga de malaria asoló la Corte y afectó al joven, quizás más vulnerable que el resto por sus deficientes genes. La enfermedad provocó en el Príncipe un desarrollo físico anómalo en sus piernas y en su columna vertebral, que, a su vez, pudo estar detrás de la grave caída que sufrió a los 18 años de edad mientras perseguía por el palacio a una cortesana. Los médicos llegaron a desahuciar al joven, dándole apenas cuatro horas de vida, y un grupo de franciscanos trasladaron los huesos de San Diego de Alcalá a los pies de su cama solo a la espera de un milagro. Contra todo pronóstico, una arriesgada trepanación pudo salvar la vida del Príncipe Carlos; no obstante, pronto se evidenciaría que los daños cerebrales se presumían irreparables.
En los años previos a aquella caída, Don Carlos vivió su periodo más feliz en la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió junto a su tío, Don Juan de Austria, y Alejandro Farnesio, que contaban prácticamente su misma edad. Sin destacar en los estudios, sino todo lo contrario, el hijo del Rey al menos se contagió del ambiente juvenil y saludable del lugar. En 1560, Felipe II –juzgando aceptable su comportamiento– le reconoció como heredero al trono por las Cortes de Castilla.
«Mostraba la desinhibida malicia de un chico con un daño frontal en el cerebro»
Fugarse a Flandes para proclamarse Rey
Por el miedo de los embajadores a que se interceptaran sus informes y el Rey pudiera ofenderse, muchas de las actuaciones contra el joven no han podido ser documentadas y se basan en testimonios indirectos. Pero consta, por la correspondencia del embajador Nobili, que el hijo del Rey frecuentaba «con poca dignidad y mucha arrogancia» los burdeles madrileños y trataba con violencia al servicio. En una ocasión, Don Carlos arrojó por una ventana a un paje cuya conducta le molestó, e intentó, en otra jornada, lanzar a su guarda de joyas y ropa. También trascendió por aquellas fechas su intento público de acuchillar al Gran Duque de Alba, al que acusaba de inmiscuirse en los asuntos de Flandes.Los conflictos entre padre e hijo no tardaron en llegar. Tras su recuperación, Felipe II le nombró miembro del Consejo de Estado en 1564, en un último intento por fingir normalidad, y barajó la posibilidad de casarlo con María Estuardo o con Ana de Austria, la cual sería posteriormente la cuarta esposa del Rey. Pero dentro de su mente enferma, sus prioridades eran otras. Obsesionado con los Países Bajos –en ese momento en rebeldía contra Felipe II–, contactó con varios de esos líderes rebeldes, como el moderado Conde de Egmont o el Barón de Montigny, para organizar su viaje a Bruselas, donde pretendía proclamarse su soberano. En efecto, el Rey en el pasado había sopesado la posibilidad de que su hijo gobernara allí, pero las actuales circunstancias políticas y la mala salud mental del Príncipe descartaban por completo esta opción.
En una reunión mantenida con Don Juan de Austria, al que pidió ayuda para fugarse a Italia, el Príncipe le comunicó sus planes. El general español le reclamó veinticuatro horas a su sobrino para tomar una decisión, e inmediatamente salió a informar al Rey. Advertido de la traición –según varios informadores–, Don Carlos cargó una pistola y pidió a su tío que regresara a sus aposentos. La pistola no pudo efectuar el disparo que habría matado al futuro héroe de Lepanto, puesto que fue descargada previamente por un cortesano, pero Don Carlos se abalanzó daga en mano contra Don Juan de Austria, que, superior en fuerza y habilidad en el combate, redujo a su sobrino. «¡Qué vuestra Majestad no dé un paso más», gritó, apuntándole con su propia daga.
Un adalid de la rebelión de los holandeses
Las noticias de esta agresión precipitaron los acontecimientos. Felipe II mandó el 18 de enero de 1568 encerrar a su hijo en sus aposentos. En los siguientes días –relata Geoffrey Parker en su libro– licenció a los servidores de su hijo y trasladó a éste a la torre del Alcázar de Madrid que Carlos V usó como alojamiento para otro distinguido cautivo: Francisco I de Francia, capturado tras la batalla de Pavía. La lectura de la correspondencia privada del joven sacó a la luz una conspiración, más bien el amago de una puesto que ningún noble le prestó mucha atención, para acabar con la vida de Felipe II. Y precisamente porque las cartas descubiertas cada vez elevaban más la gravedad de sus crímenes, el Monarca decretó su cautiverio indefinido en el Castillo de Arévalo.Cada vez que padecía uno de estos ataques, ordenaba llenar su cama de nieve
Las vagas explicaciones de Felipe II y su empeño por destruir las cartas que incriminaban a su hijo –quizás buscando ocultar las miserias de su heredero– situaron su muerte en el terreno predilecto para alimentar la leyenda negra que los holandeses, franceses e ingleses usaban en perjuicio del Imperio español. La ópera «Don Carlo» escrita por Giuseppe Verdi siglos después y un drama del poeta alemán Schiller tomaron por referencia el ensayo «Apología», de Guillermo de Orange, que presenta la vida del Príncipe de forma muy distorsionada. El holandés inventó una relación amorosa entre Don Carlos y la esposa de su padre, Isabel de Valois, y colocó al joven como adalid de la independencia holandesa y al malvado Rey como el asesino de ambos. Más allá de una inocente literatura, este episodio se convirtió en el más importante pilar de la leyenda negra contra los españoles.
miércoles, 29 de noviembre de 2017
LOS REYES DE ESPAÑA DESDE LOS REYES CATÓLICOS
Entra en la web y navega por las fotos de los reyes. Haciendo clic tendrás un resumen de su reinado.
http://www.abc.es/historia/abci-increible-aventura-reyes-espana-monarquia-resistente-todo-201702202119_noticia.html#ns_campaign=mod-sugeridos&ns_mchannel=relacionados&ns_source=la-increible-aventura-de-los-reyes-la-monarquia-resistente-a-todo&ns_linkname=noticia.video.cultura&ns_fee=pos-1
¿A partir de cuándo se puede hablar de España como una entidad política? ¿Desde cuando existe la Corona española? Más allá de la designación geográfica heredada de tiempos de los romanos, no fue hasta el comienzo de la Edad Moderna, con la reducción del poder de la nobleza y el clero, cuando surgieron los embriones de los estados modernos por toda Europa. El proyecto de España corrió a cargo de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que unificaron las dos coronas más poderosas de la península en 1469 y cuyos descendientes heredaron una algarabía de reinos ibéricos, incluido Navarra y Granada, que se conocían, entre otras denominaciones, como «las Españas». El Descubrimiento de América y la Conquista de Granada, ambos hechos acontecidos en 1492, están considerados simbólicamente como el origen de esta España moderna.
La dinastía de los Trastámara, de la que procedían los Reyes Católicos, fue quien comenzó este proyecto, pero no vivieron para verlo en su máxima expresión. La unión dinástica era el primer paso, aunque todavía insuficiente porque ni siquiera existió una integración jurídica entre ambos reinos. Los Reyes Católicos unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército respetando los fueros y privilegios de cada uno de sus reinos.
Los Reyes Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del Emperador Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara y su hermana Isabel terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo (aquí llamados los Austrias). La incapacidad de Juana fue empleada por su ambicioso marido para hacerse con Castilla y apuntar hacia Aragón. Eso a pesar de que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días –posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció– tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix. No pudo salvar a los Trastámara, pero solo así se evitó que Aragón y Castilla se separaran de nuevo.
Felipe I de Castilla, el marido de Juana de Trastámara, reinó apenas unos meses en Castilla hasta su repentina muerte entre rumores de un posible envenenamiento. Tiempo más que suficiente para abrir a los Austrias definitivamente las puertas de todos los reinos hispánicos. El hijo mayor del matrimonio, Carlos I, heredó la corona de Castilla y de Aragón debido a la incapacidad para reinar de su madre. Felipe II, Felipe III y Felipe IV siguieron con normalidad la rama española, sin renunciar a la abusiva práctica de los Habsburgo, también heredada de los Trastámara y la Casa de Borgoña, de casarse entre parientes. Con una cifra de 0,254 en su coeficiente de consanguinidad, Carlos II «El Hechizado» fue el grotesco resultado de varias generaciones de escarceos con la endogamia. Portador de numerosos genes recesivos y alteraciones genéticas, el Rey no pudo dar un heredero al reino.
Cuando Carlos II de España se vio próximo a la muerte fue persuadido para dejar la Corona a Felipe de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV, quien se ofrecía a asegurar la integridad de la «monarquía católica» y de su Imperio con el apoyo de su abuelo. Sus derechos dinásticos pasaban porque Felipe era también nieto de una hija de Felipe IV, María Teresa de Austria, y biznieto de una hija de Felipe III, Ana de Austria. Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V instauró la Casa Borbón en España, que ha dado a nuestro país once monarcas hasta la actualidad.
José Bonaparte, nombrado Rey por su hermano Napoleón Bonaparte, y Amadeo de Saboya, elegido por las Cortes tras la Revolución Gloriosa de 1868, son los únicos paréntesis en la larga historia de los borbones españoles. La desastrosa experiencia de la Primera República dejó paso en 1874 a la Restauración borbónica a través de la figura de Alfonso XII. A su vez, la proclamación de la Segunda República terminó con Alfonso XIII y la Monarquía en el exilio, situación que no se revertiría hasta el final de la Dictadura de Franco. El siglo XX resultó convulso para toda Europa.
Con Juan Carlos de Borbón llegaría la Democracia a España y una Monarquía integrada plenamente en el sistema parlamentario.
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¿A partir de cuándo se puede hablar de España como una entidad política? ¿Desde cuando existe la Corona española? Más allá de la designación geográfica heredada de tiempos de los romanos, no fue hasta el comienzo de la Edad Moderna, con la reducción del poder de la nobleza y el clero, cuando surgieron los embriones de los estados modernos por toda Europa. El proyecto de España corrió a cargo de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que unificaron las dos coronas más poderosas de la península en 1469 y cuyos descendientes heredaron una algarabía de reinos ibéricos, incluido Navarra y Granada, que se conocían, entre otras denominaciones, como «las Españas». El Descubrimiento de América y la Conquista de Granada, ambos hechos acontecidos en 1492, están considerados simbólicamente como el origen de esta España moderna.
La dinastía de los Trastámara, de la que procedían los Reyes Católicos, fue quien comenzó este proyecto, pero no vivieron para verlo en su máxima expresión. La unión dinástica era el primer paso, aunque todavía insuficiente porque ni siquiera existió una integración jurídica entre ambos reinos. Los Reyes Católicos unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército respetando los fueros y privilegios de cada uno de sus reinos.
Los Reyes Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del Emperador Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara y su hermana Isabel terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo (aquí llamados los Austrias). La incapacidad de Juana fue empleada por su ambicioso marido para hacerse con Castilla y apuntar hacia Aragón. Eso a pesar de que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días –posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció– tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix. No pudo salvar a los Trastámara, pero solo así se evitó que Aragón y Castilla se separaran de nuevo.
De los Austrias hasta los Borbones
Felipe I de Castilla, el marido de Juana de Trastámara, reinó apenas unos meses en Castilla hasta su repentina muerte entre rumores de un posible envenenamiento. Tiempo más que suficiente para abrir a los Austrias definitivamente las puertas de todos los reinos hispánicos. El hijo mayor del matrimonio, Carlos I, heredó la corona de Castilla y de Aragón debido a la incapacidad para reinar de su madre. Felipe II, Felipe III y Felipe IV siguieron con normalidad la rama española, sin renunciar a la abusiva práctica de los Habsburgo, también heredada de los Trastámara y la Casa de Borgoña, de casarse entre parientes. Con una cifra de 0,254 en su coeficiente de consanguinidad, Carlos II «El Hechizado» fue el grotesco resultado de varias generaciones de escarceos con la endogamia. Portador de numerosos genes recesivos y alteraciones genéticas, el Rey no pudo dar un heredero al reino.
Cuando Carlos II de España se vio próximo a la muerte fue persuadido para dejar la Corona a Felipe de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV, quien se ofrecía a asegurar la integridad de la «monarquía católica» y de su Imperio con el apoyo de su abuelo. Sus derechos dinásticos pasaban porque Felipe era también nieto de una hija de Felipe IV, María Teresa de Austria, y biznieto de una hija de Felipe III, Ana de Austria. Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V instauró la Casa Borbón en España, que ha dado a nuestro país once monarcas hasta la actualidad.
José Bonaparte, nombrado Rey por su hermano Napoleón Bonaparte, y Amadeo de Saboya, elegido por las Cortes tras la Revolución Gloriosa de 1868, son los únicos paréntesis en la larga historia de los borbones españoles. La desastrosa experiencia de la Primera República dejó paso en 1874 a la Restauración borbónica a través de la figura de Alfonso XII. A su vez, la proclamación de la Segunda República terminó con Alfonso XIII y la Monarquía en el exilio, situación que no se revertiría hasta el final de la Dictadura de Franco. El siglo XX resultó convulso para toda Europa.
Con Juan Carlos de Borbón llegaría la Democracia a España y una Monarquía integrada plenamente en el sistema parlamentario.
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LIMPIA CULOS DEL REY. GROOM OF THE STOOL
Hubo un tiempo donde algunas personas cercanas a los reyes debían acudir junto a su majestad a cualquier aposento. Esos hombres tenían el clarificador título de Groom of the Stool, y básicamente tenían el privilegio de atender a sus majestades mientras estos se encontraban en su retrete “real”.
Muchos hablan del “peor oficio del mundo”, pero obviamente los hay muchísimos peores. No cabe duda de que ser el “limpia culos” (su traducción directa vendría a ser el mozo de las heces) oficial de la corona no era plato de buen gusto para todo el mundo, aunque aquello tampoco estaba tan mal. Esta fue su historia.
Hablando de los retretes, aquello de “ya no los hacen como antes” es totalmente cierto. Al menos de cara a la realeza. A partir del 1500 el retrete del Rey de Inglaterra era un auténtico lujo. Se trataba de un asiento acolchado de terciopelo, un elemento portátil debajo del cual se hallaba un recipiente de cerámica encerrado en una caja de madera.
Lo curioso en esta parte de la historia es que el rey, quién debía acudir al “trono” como el resto de los mortales, no lo hacía sólo. Desde el 1500 hasta el 1700 los reyes de la corona británica nombraron a una serie de nobles con la extrañamente prestigiosa oportunidad de acompañar en la tarea más privada de sus majestades: hacer caca.
Obviamente hablamos de una parte de la historia de los reyes alejada del glamour de una corte, pero todo un acontecimiento en aquellos días. De hecho, aunque no es el trabajo glamoroso que normalmente imaginamos en un palacio, ser un Groom of the Stool era en realidad una posición muy codiciada en la casa real.
Pensemos en la siguiente situación. Cada día, mientras el rey se sentaba en su taburete acolchado y cubierto de terciopelo, el hombre revelaba secretos. ¿Y a quién le pedía consejo? A estos intrépidos que habían roto cualquier principio de incomodidad con su majestad. Es más, los reyes se sentían tan “libres” como para hablar de los problemas personales y políticos con sus “asistentes personales”, en última instancia pidiéndoles consejo.
Según explica Tracy Borman en The Private Lives of the Tudors, los primeros Groom of the Stool fueron algo menos prestigiosos. Más tarde y durante el reinado de Henry VIII la cosa cambió. Entonces los hombres de la corte más cercanos al rey recibieron el título en grupo. Caballeros y nobles de prestigio colgaban con el monarca en su cuarto privado, actuando como sus secretarios personales y poniendo toda la atención del mundo mientras su majestad se sentaba en el taburete.
Con los años lo que era un grupo pasó a ser la tarea de una persona. Una que viajaría con el rey y su taburete portátil si este fuese de viaje. Por cierto, los únicos que no disfrutaban de este privilegio eran los monarcas en el exilio, a quienes se les negó el asistente para ir al baño.
Los Groom of the Stool estaban a cargo de todas las actividades y asuntos del dormitorio del rey y el resto de habitaciones privadas. Si nos ceñimos al baño ellos eran los encargados de limpiar el culo real cuando su majestad había terminado de defecar. Además y como plus, estos asistente eran los encargados de ofrecer un pequeño paño de franela para “limpiar los extremos”. También eran los encargados de llamar a un criado para que vaciase y limpiase el utensilio.
Los asistentes debían asegurarse de que el rey estaba bien vestido y bañado, que su cama estaba hecha y que sus finanzas personales estaban en orden. Borman escribió que en ocasiones los asistentes tenían control para gastar dinero en efectivo.
Con el paso de los años estas figuras llegaron a ser temidas por otros miembros de la corte. Ellos tenían un conocimiento como ninguno sobre los asuntos políticos y personales del rey, y además y lo que es más importante, la confianza del monarca. Incluso se dieron casos como el de Sir Henry Norris, el asistente de Henry VIII, quién acabó implicado en un supuesto caso de adulterio con Ana Bolena y acabó decapitado.
Finalmente, a mediados del 1700 este símbolo de estatus en la corte comenzó a decaer. Se piensa que Sir Michael Stanhope fue el último en ostentar el puesto para Edward VIII. Él fue el último hombre en limpiarle el culo a un monarca mirando al resto del mundo por encima del hombro.
Lo curioso en esta parte de la historia es que el rey, quién debía acudir al “trono” como el resto de los mortales, no lo hacía sólo. Desde el 1500 hasta el 1700 los reyes de la corona británica nombraron a una serie de nobles con la extrañamente prestigiosa oportunidad de acompañar en la tarea más privada de sus majestades: hacer caca.
Obviamente hablamos de una parte de la historia de los reyes alejada del glamour de una corte, pero todo un acontecimiento en aquellos días. De hecho, aunque no es el trabajo glamoroso que normalmente imaginamos en un palacio, ser un Groom of the Stool era en realidad una posición muy codiciada en la casa real.
Pensemos en la siguiente situación. Cada día, mientras el rey se sentaba en su taburete acolchado y cubierto de terciopelo, el hombre revelaba secretos. ¿Y a quién le pedía consejo? A estos intrépidos que habían roto cualquier principio de incomodidad con su majestad. Es más, los reyes se sentían tan “libres” como para hablar de los problemas personales y políticos con sus “asistentes personales”, en última instancia pidiéndoles consejo.
Según explica Tracy Borman en The Private Lives of the Tudors, los primeros Groom of the Stool fueron algo menos prestigiosos. Más tarde y durante el reinado de Henry VIII la cosa cambió. Entonces los hombres de la corte más cercanos al rey recibieron el título en grupo. Caballeros y nobles de prestigio colgaban con el monarca en su cuarto privado, actuando como sus secretarios personales y poniendo toda la atención del mundo mientras su majestad se sentaba en el taburete.
Con los años lo que era un grupo pasó a ser la tarea de una persona. Una que viajaría con el rey y su taburete portátil si este fuese de viaje. Por cierto, los únicos que no disfrutaban de este privilegio eran los monarcas en el exilio, a quienes se les negó el asistente para ir al baño.
Los Groom of the Stool estaban a cargo de todas las actividades y asuntos del dormitorio del rey y el resto de habitaciones privadas. Si nos ceñimos al baño ellos eran los encargados de limpiar el culo real cuando su majestad había terminado de defecar. Además y como plus, estos asistente eran los encargados de ofrecer un pequeño paño de franela para “limpiar los extremos”. También eran los encargados de llamar a un criado para que vaciase y limpiase el utensilio.
Con el paso de los años estas figuras llegaron a ser temidas por otros miembros de la corte. Ellos tenían un conocimiento como ninguno sobre los asuntos políticos y personales del rey, y además y lo que es más importante, la confianza del monarca. Incluso se dieron casos como el de Sir Henry Norris, el asistente de Henry VIII, quién acabó implicado en un supuesto caso de adulterio con Ana Bolena y acabó decapitado.
Finalmente, a mediados del 1700 este símbolo de estatus en la corte comenzó a decaer. Se piensa que Sir Michael Stanhope fue el último en ostentar el puesto para Edward VIII. Él fue el último hombre en limpiarle el culo a un monarca mirando al resto del mundo por encima del hombro.
Así era trabajar limpiando el culo del Rey
http://blogs.publico.es/strambotic/2015/12/culo-real/
Por raro que hoy nos pueda parecer, el puesto de ‘Groom of the Stool‘ (limpiaculos real, le llamaríamos nosotros) fue, durante siglos y desde su instauración en el siglo XVI, uno de los más cotizados de la corte real inglesa. Suerte tenías si te tocaba un rey campechano y comedido, pero si era amante de las comidas abundantes y picantes, el trabajo podía ser un auténtico marrón.
Fue Enrique VII, según nos revela la página Historic UK , el primer monarca que sintió la necesidad de que alguien se encargase del mantenimiento y limpieza de su ano de sangre azul. Pronto el cargo adquirió importancia, dado que el mozo de las heces pasaba largos momentos de calidad en intimidad con el Rey asistiéndole a retirase sus pesados, complejos y caros ropajes para que pudiese hacer de vientre de forma relajada y decorosa.
El puesto requería andar todo el día entre toallas y cuencos o palanganas, acarreando la pesada silla de cagar por palacio, monitorizar la dieta y horarios de comidas del rey y organizar su agenda en base a los habitos de su tracto gastrointestinal. Nada fácil. Además era necesario tener cierta educación (había que darle conversación al soberano en sus momentos de relax), así que se solía otorgar a el curro a jóvenes de la aristocracia. De hecho las familias que pretendían medrar ansiaban tener a uno de sus miembros al cargo de las posaderas más importantes del país. Si los chavales eran buenos trepas, sacaban una generosa paga, se les regalaba la ropa usada del monarca y podían hasta convertirse en secretarios personales del rey. Desconocemos si durante el proceso de selección se tenía en cuenta la suavidad de la piel de la palma de las manos del candidato, dado que el papel no abundaba.
Durante los cuatro siglos de existencia del puesto de limpiaculos del rey (se abolió en 1901 bajo el reinado de Eduardo VII) se han producido pocas incidencias destacables. Henry Norris, por ejemplo, fue ejecutado por orden de Enrique VIII tras ser acusado de prestar atención especial a los órganos sexuales de la reina Ana Bolena. ¿Complot político? ¿Ataque de cuernitis aguda? ¿Manos ásperas? El ‘rey loco’ Jorge III (1760-1820) usó durante su asiento en el trono nada menos que a nueve mozos limpiaojetes. Uno de ellos, John Stuart, llegó a ser Primer Ministro Británico, lo que demuestra que la creencia popular de que cuidar bien ciertos culos te puede ayudar a ascender, al menos en la política tiene una base real.
El post de hoy va de una curiosidad que puede ser difícil de creer pero en su momento fue tan (R)eal como la vida misma. Se trata de una profesión actualmente desaparecida (que sepamos, claro) durante cuatro siglos codiciada por muchos en Inglaterra, me estoy refiriendo al “Groom of the Stool” que traducido sería algo así como “limpiaculos real”.
Por raro que hoy nos pueda parecer, el puesto de ‘Groom of the Stool‘ (limpiaculos real, le llamaríamos nosotros) fue, durante siglos y desde su instauración en el siglo XVI, uno de los más cotizados de la corte real inglesa. Suerte tenías si te tocaba un rey campechano y comedido, pero si era amante de las comidas abundantes y picantes, el trabajo podía ser un auténtico marrón.
Fue Enrique VII, según nos revela la página Historic UK , el primer monarca que sintió la necesidad de que alguien se encargase del mantenimiento y limpieza de su ano de sangre azul. Pronto el cargo adquirió importancia, dado que el mozo de las heces pasaba largos momentos de calidad en intimidad con el Rey asistiéndole a retirase sus pesados, complejos y caros ropajes para que pudiese hacer de vientre de forma relajada y decorosa.
El puesto requería andar todo el día entre toallas y cuencos o palanganas, acarreando la pesada silla de cagar por palacio, monitorizar la dieta y horarios de comidas del rey y organizar su agenda en base a los habitos de su tracto gastrointestinal. Nada fácil. Además era necesario tener cierta educación (había que darle conversación al soberano en sus momentos de relax), así que se solía otorgar a el curro a jóvenes de la aristocracia. De hecho las familias que pretendían medrar ansiaban tener a uno de sus miembros al cargo de las posaderas más importantes del país. Si los chavales eran buenos trepas, sacaban una generosa paga, se les regalaba la ropa usada del monarca y podían hasta convertirse en secretarios personales del rey. Desconocemos si durante el proceso de selección se tenía en cuenta la suavidad de la piel de la palma de las manos del candidato, dado que el papel no abundaba.
Durante los cuatro siglos de existencia del puesto de limpiaculos del rey (se abolió en 1901 bajo el reinado de Eduardo VII) se han producido pocas incidencias destacables. Henry Norris, por ejemplo, fue ejecutado por orden de Enrique VIII tras ser acusado de prestar atención especial a los órganos sexuales de la reina Ana Bolena. ¿Complot político? ¿Ataque de cuernitis aguda? ¿Manos ásperas? El ‘rey loco’ Jorge III (1760-1820) usó durante su asiento en el trono nada menos que a nueve mozos limpiaojetes. Uno de ellos, John Stuart, llegó a ser Primer Ministro Británico, lo que demuestra que la creencia popular de que cuidar bien ciertos culos te puede ayudar a ascender, al menos en la política tiene una base real.
El post de hoy va de una curiosidad que puede ser difícil de creer pero en su momento fue tan (R)eal como la vida misma. Se trata de una profesión actualmente desaparecida (que sepamos, claro) durante cuatro siglos codiciada por muchos en Inglaterra, me estoy refiriendo al “Groom of the Stool” que traducido sería algo así como “limpiaculos real”.
El nombre lo dice todo y como debéis estar pensando se trata de eso, limpiar el culo al Rey. El primer monarca que instauró este cargo fue el poderoso e inteligente Enrique VII, el fundador de la dinastía Tudor, lo que no me queda tan claro es porqué dejó de limpiárselo él mismo (la verdad es que da cierta cosa que sea otro el que lo haga, ¿verdad?).
Puede parecernos algo banal pero es que se trataba del ano del Rey y en esos momentos de “intimidad” se debía tener la suficiente habilidad como para hacerle más relajado ese crucial momento del día. Para ello se debía contar con un mínimo de educación y habilidad social y así darle conversación. Algunos de esos mozos llegaron a convertirse en secretarios personales del monarca e incluso uno de ellos, John Stuart, Primer Ministro Británico.
El papel higiénico no abundaba -se patentó siglos después- así que el puesto implicaba estar bien preparado con toallas, palanganas y una silla especial para la “faena” donde depositaba sus regias deposiciones. Sin duda, un trabajo que requería estar siempre preparado y una dedicación exclusiva.
Esta profesión se mantuvo durante cuatro siglos hasta que acabó aboliéndose en 1901, bajo el reinado de Eduardo VII. ¡Lo que había que hacer para ascender en la Corte!
domingo, 10 de septiembre de 2017
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