viernes, 27 de noviembre de 2015

LOS REYES QUE SE LLAMARON FELIPE

martes, 24 de noviembre de 2015

SEPULCRO DE SANCHO VII EL FUERTE - Roncesvalles

Sepulcro de Sancho VII el Fuerte - Roncesvalles
En el norte de Navarra, entre bosques brumosos de hayas de verdor espectacular, está la Real Colegiata de Roncesvalles. Es un lugar legendario como pocos, donde el famoso guerrero franco Roldán encontró la muerte y donde miles de peregrinos desde hace más de 1.000 años encuentran el mejor paso del Pirineo para seguir su ruta hacia la tumba de Santiago bajo la atenta y bondadosa mirada de la Virgen de Localización Sepulcro de Sancho VII el Fuerte - Roncesvalles Roncesvalles.


Este mítico lugar tenía que ser el mejor sitio para acoger el enterramiento del también mítico rey Sancho VII el Fuerte. Lugar muy querido por Sancho, fue objeto de abundantes beneficios por parte del monarca que no sólo favoreció a la Real Colegiata, sino que se preocupó de la alimentación y cobijo de los peregrinos que iban a Santiago otorgando generosas donaciones.
El rey descansa en el centro de la sala capitular del claustro de la Colegiata. Aquí reposan los restos mortales del rey Sancho VII y también los de su esposa Clemencia. La estatua del rey es de la primera mitad del siglo XIII y de gran valor, no sólo por su antigüedad sino por ser el retrato más fidedigno que tenemos de Sancho. Lo original es la estatua. La parte inferior, la caja del sepulcro, es de 1.912, de cuando se trasladaron los restos del rey desde la iglesia a su actual ubicación.
Sancho el Fuerte de Navarra - Roncesvalles
Lo primero que llama la atención es el tamaño de la estatua del rey: 2,25 m. Y es que semejante sepulcro corresponde al que fue el rey de más envergadura de todas las dinastías hispanas. Según el médico forense y biógrafo del rey Sancho, Luis del Campo, el rey pudo alcanzar los 2,23 metros de altura. Sobre el tema he publicado un artículo donde defiendo que esta altura está un tanto exagerada, y donde concluyo que el rey debió medir alrededor de los 2,10 metros, tras utilizar tablas antropométricas más actualizadas de las que en su día utilizó Luis del Campo (ver enlace). Esta excepcional altura la da el tamaño del fémur del rey que supera los 60 cm. de largo. Jaime I, que llegaba a los dos metros de altura, cuando se reunió con Sancho el Fuerte en el castillo de Tudela quedó sorprendido de la talla del ya viejo y encorvado rey navarro y dejó escrito en su crónica: “nos abrazamos mutuamente, y vimos que era de tan aventajada estatura como nos”. Sancho era un verdadero gigante en su época.
En el sepulcro se le representa como monarca pero también como guerrero. Así, reposa su mano izquierda en la gran espada que mide 1,29 cm. La mano derecha se sitúa sobre el pecho. Según Ángela Franco, en su estudio sobre la iconografía funeraria gótica, esta disposición de las manos es alusión a la reverencia del caballero por los ideales de la fe cristiana y en consecuencia a la fe en el más allá.
Sancho VII el Fuerte - Estatua yacente de Roncesvalles
Otra curiosidad de la escultura del rey son sus piernas cruzadas. Esta disposición viene de una tradición inglesa. Hay varias teorías sobre su simbolismo. La más sugerente llama a esta pose la “postura del cruzado”. El cruce de las piernas aludiría a la condición de cruzado del difunto. Sepulcro de Sancho el Fuerte - Piernas cruzadas - RoncesvallesRecordemos que el hecho principal del reinado de Sancho fue la batalla de las Navas de Tolosa. Esta batalla era una cruzada convocada por el papa Inocencio III, que llamó a la guerra a los caballeros cristianos para frenar al rey moro Al-Nasir. La disposición de las manos completaría el simbolismo del rey como cruzado: la diestra en el pecho, la religión; la zurda sobre la espada, defiende la religión con la espada. Los más escépticos atribuyen esta postura a una seña de identidad de los caballeros ingleses, costumbre funeraria que conocería Sancho por su relación familiar con Ricardo Corazón de León.
En el muro sur de la Sala Capitular está la magnífica vidriera que representa la carga de caballería que encabezó el rey Sancho contra el palenque del Al-Nasir, momento decisivo de la batalla de Las Navas de Tolosa que ha perpetuado al rey navarro en la Historia.
A los pies del rey, en una pequeña capilla, encontramos uno de los tramos de las cadenas que rodeaban la tienda del rey moro y que el rey Sancho trajo como trofeo a modo de decir que él y sus tropas fueron los primeros que afrontaron la última línea de defensa enemiga. En realidad son dos tramos separados pero que aquí se han dispuesto unidos sobre un cojín rojo haciendo la forma del escudo de Navarra.
DSCN9790 El mausoleo del rey Sancho tiene algo que invita a lo épico, a la mística romántica, aquello que forma el sentimiento de un pueblo. Ya lo decía José Antonio Jáuregui en su obra La tribu navarra: “Cualquier navarro sigue navarrizándose al visitar la tumba de Sancho el Fuerte…”
Dejamos la Colegiata de Roncesvalles entre brumas de niebla y de Historia. Allí queda para siempre el rey que apoyó a su enemigo Alfonso VIII poniendo por delante la Fe y la generosidad al deseo de revancha y obteniendo el premio de ocupar un lugar indeleble en la Historia de Navarra y en la Historia de España. Aquel rey que se desvivió por conservar su reino, el que con su valor logró el reconocimiento del reino de Navarra por los demás reyes cristianos y por el Papa. Un rey que pasaba los dos metros de altura. Murió triste y sólo en Tudela. Con él acababa la dinastía Jimena, la última dinastía pirenaica.
Pero Sancho vuelve a la vida cada vez que una familia navarra o un colegio visita por primera vez Roncesvalles para ver la tumba de Sancho el Fuerte. Los ojos y la imaginación de los pequeños se abren de par en par cuando los padres, los profesores o los guías les cuentan las hazañas de un rey gigante, de novela, aventurero y aguerrido, que parece más un héroe de cantar de gesta que un personaje real. El rey al que Guillermo de Tudela, el poeta que asistió a la batalla de las Navas, calificó como “el mejor caballero que jamás montó en silla”. Y del que dijo Anelier, el trovador de Tolosa: “Hubo en Navarra un rey, más valiente que un león; llamose el rey Sancho; ya murió; Dios le haya perdonado.”

lunes, 23 de noviembre de 2015

EXPANSIÓN DEL REINO DE ARAGÓN

JAUME I, MEMORIA D'UN REI

El president Pasqual Maragall és el conductor d'aquest documental sobre la figura del rei Jaume I, el conqueridor de Mallorca i de València, i el rei més admirat pels catalans. Maragall va visitar els llocs més emblemàtics de la vida del rei i es va fer acompanyar per alguns dels principals especialistes sobre Jaume I. El documental recorre, de la mà del president, des del castell de Montsó -on es va criar Jaume I- fins al monestir de Poblet -on és enterrat-, passant per Mallorca, València i Barcelona. Maragall s'entrevista amb historiadors, amb conservadors de museus, i fins i tot amb la presidenta del Consell de Mallorca o amb l'abat de Poblet. A més, diversos moments de la vida de Jaume I han estat recreats expressament per al documental.

LA CONQUISTA DE VALENCIA 1238

Sis o set anys abans aproximadament, al rei En Jaume se li havia fet la proposta de conquerir el Regne de València. Fou en el castell d'Alcanyís, en l'actual província de Terol. Ho arreplega molt bé una còpia moderna del ''Llibre dels Feyts, que apareix al vídeo. En ella podem veure agenollat a l'occità Hug de Fullalquer, mestre provincial de l'orde hospitaler, fent-li la proposta de conquerir el regne moro de València al rei En Jaume, que li escolta amb atenció. El noble aragonès Blasco de Alagón (que coneixia el país perquè hi havia viscut desterrat) fou convidat per ell a informar de l'estat del territori, cosa que féu, sumant-se a la proposta del mestre de forma entusiasta, amb un gran elogi del regne : "E és la meylor terra e la pus bela del món..." (El passatge és al "Libre dels feyts" de Jaume I, núms. 127-131). Feia uns quants anys que havia conquerit la ciutat de Mallorca, com demostra altra imatge antiga que hi ha a Barcelona al Palau Aguilar, i que també apareix al vídeo. Moment clau de la conquesta de València fou la presa de l'estratègica posició del Puig de Santa Maria, a uns 16 Km de València, que tingué lloc en 1237, on l'exèrcit catalano-aragonès, en molta inferioritat numèrica, derrotà els musulmans, segons conta la llegenda, amb intervenció de sant Jordi, que baixà del cel a lluitar contra els musulmans. Això mostra la peça central del retaula de sant Jordi, de Marçal de Sax, que es troba hui al Museu de Victòria i albert de Londres, i que també apareix al vídeo. La presa de València fou empresa molt dura, en què el rei en Jaume es quedà a voltes sol per moments, amb l'únic suport dels ordes religiosos militars (templers i hospitalers bàsicament), car els nobles catalans i aragonesos no la veien amb bons ulls. A més, el propi rei fou ferit en el setge Cal recordar les belles paraules que digué el rei en Jaume en conquerir València, i veure com els moros hissaven el Penó de la Conquesta en senyal de rendició (el 28 de setembre): ''E quan vim nostra senyera sus en la torre, descavalgam del caval, e endreçam ves orient, e ploram de nostres uyls e besam la terra, per la mercé que Déus nos havia feyta''. Acte seguit, els moros lliuraven la ciutat al rei en Jaume. I al final el dia 9 d'Octubre, feren ell i el seu exèrcit solemne entrada a València. Més enllà de la concreta presa d'una ciutat, podem dir que amb aquesta conquesta, el Poble Valencià neix com a tal. Poc després es redactarien els furs, que donarien entitat jurídica al Regne de València i al Poble Valencià.

9 OCTUBRE

lunes, 16 de noviembre de 2015

FERNANDO III "EL SANTO"

FERNANDO III -Rey de Castilla- -Impulsor de la Catedral de Burgos-


FERNANDO III, llamado posteriormente REY SAN FERNANDO     (Valparaíso, Zamora *, 1199/1201 [*dato de nacimiento sobre el que no hay acuerdo histórico] – Sevilla, 1252).

 Unió definitivamente las coronas de Castilla y León. Reconquistó casi toda Andalucía y Murcia. Los asedios de Córdoba, Jaén y Sevilla y el asalto de otras muchas otras plazas menores tuvieron grandeza épica. El rey moro de Granada se hizo vasallo suyo. Una primera expedición castellana entró en África, y nuestro rey murió cuando planeaba el paso definitivo del Estrecho. Emprendió la construcción de nuestras mejores catedrales (Burgos y Toledo ciertamente; quizá León, que se empezó en su reinado). Apaciguó sus Estados y administró justicia ejemplar en ellos. Fue tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas y falsos conversos. Impulsó la ciencia y consolidó las nacientes universidades. Creó la marina de guerra de Castilla.
Protegió a las nacientes Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos y se cuidó de la honestidad y piedad de sus soldados. Preparó la codificación de nuestro derecho e instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos, en sustitución del latín. Parece cada vez más claro históricamente que el florecimiento jurídico, literario y hasta musical de la corte de Alfonso X el Sabio es fruto de la de su padre. Pobló y colonizó concienzudamente los territorios conquistados. Instituyó en germen los futuros Consejos del reino al designar un colegio de doce varones doctos y prudentes que le asesoraran; mas prescindió de validos. Guardó rigurosamente los pactos y palabras convenidos con sus adversarios los caudillos moros, aun frente a razones posteriores de conveniencia política nacional; en tal sentido es la antítesis caballeresca del «príncipe» de Maquiavelo.

Fue hábil diplomático a la vez que incansable impulsor de la Reconquista. Sólo hizo la guerra bajo razón de cruzada cristiana y de legítima reconquista nacional, y cumplió su firme resolución de jamás cruzar las armas con otros príncipes cristianos, agotando en ello la paciencia, la negociación y el compromiso. En la cumbre de la autoridad y del prestigio atendió de manera constante, con ternura filial, reiteradamente expresada en los diplomas oficiales, los sabios consejos de su madre excepcional, doña Berenguela.
Dominó a los señores levantiscos; perdonó benignamente a los nobles que vencidos se le sometieron y honró con largueza a los fieles caudillos de sus campañas. Engrandeció el culto y la vida monástica, pero exigió la debida cooperación económica de las manos muertas eclesiásticas y feudales. Robusteció la vida municipal y redujo al límite las contribuciones económicas que necesitaban sus empresas de guerra.
Como gobernante fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil en gracias cortesanas y puro de corazón. Encarnó, pues, con su primo San Luis IX de Francia, el dechado caballeresco de su época.
Su muerte, según testimonios coetáneos, hizo que hombres y mujeres rompieran a llorar en las calles, comenzando por los guerreros.
Más aún. Sabemos que arrebató el corazón de sus mismos enemigos, hasta el extremo inconcebible de logar que algunos príncipes y reyes moros abrazaran por su ejemplo la fe cristiana. «Nada parecido hemos leído de reyes anteriores», dice la crónica contemporánea del Tudense hablando de la honestidad de sus costumbres. «Era un hombre dulce, con sentido político», confiesa Al Himyari, historiador musulmán adversario suyo. A sus exequias asistió el rey moro de Granada con cien nobles que portaban antorchas encendidas. Su nieto don Juan Manuel le designaba ya en el En-xemplo XLI «el santo et bienauenturado rey Don Fernando».

Puedes ver la plaza que en Burgos, y junto a la catedral, lleva su nombre.

PROPUESTA QUE SE HACE A JAIME I PARA CONQUISTAR VALENCIA


Còpia moderna d’una miniatura perduda del manuscrit de la Crònica, en la qual es fa la proposta a Jaume I per a conquerir València al castell d’Alcanyís, a la província de Terol. En ella podem veure agenollat a l’occità Hug de Fullalquer, mestre provincial de l’orde hospitaler, fent-li la proposta de conquerir el regne moro de València al rei En Jaume, que li escolta amb atenció. El noble aragonès Blasco de Alagón (que coneixia el país perquè hi havia viscut desterrat) fou convidat per ell a informar de l’estat del territori, cosa que féu, sumant-se a la proposta del mestre de forma entusiasta, amb un gran elogi del regne : “E és la meylor terra e la pus bela del món…” (El passatge és al Libre dels feyts de Jaume I, núms. 127-131).

sábado, 7 de noviembre de 2015

Los 500 años de "El Príncipe"

El 10 de diciembre de 1513, Nicolás Maquiavelo escribió una carta a su amigo Francesco Vettori. En ella describe un día cualquiera de su vida como relegado en su natal San Casciano in Val di Pesa, a 15 kilómetros de Florencia, de la que fue expulsado al regresar a ella los Médici. Y, de forma un poco casual, le comenta acerca de una obra que escribió:
“Al caer la noche vuelvo a casa y entro en mi estudio, en cuyo umbral me despojo de aquel traje de la jornada, lleno de lodo y lamparones, para vestirme ropas de corte real y pontificia. Y así, ataviado honorablemente, entro en las cortes de los hombres de la antigüedad. Recibido de ellos amorosamente, me nutro de aquel alimento que es sólo mío, y para el cual nací (…) No me avergüenzo de hablar con ellos, interrogándolos sobre las razones de sus acciones, y ellos, con toda humanidad, me responden”.
De esta compenetración, continúa la misiva, surgió “un opúsculo, De principatibus, donde profundizo en la medida de mis posibilidades en las particularidades de este tema, discutiendo qué es un principado, cuántas son sus clases, cómo se adquieren, cómo se conservan, por qué se pierden”. Remata diciéndole a su amigo diplomático que aún está puliendo el material.
Maquiavelo (1469-1527) está describiendo la que por lejos sería su obra más famosa, al tiempo que infame: El Príncipe. Un texto que no vería la luz sino hasta 1531, cuatro años después de su muerte, pero que, siendo 1513 el año de su escritura, tiene a varios celebrando y tomando nota del controvertido legado maquiaveliano encarnado en una obra que se vende hasta en los quioscos, pero que no por ello es más o mejor leída. Que puede considerarse, como señala el académico de la U. de Boston James Johnson, “la más rigurosa anatomía del poder jamás escrita, que muestra a los gobernantes cómo sobrevivir en el mundo tal como es y no como debería ser”.
Desde hace siglos, “maquiavélico” es un adjetivo peyorativo referido a gente deshonesta, para quien el fin justifica los medios -frase que en rigor no fue acuñada por el autor- y que cree en el ejercicio del poder con mano de hierro. Y entre los que han leído El Príncipe, por otro lado, hay quienes lo ocupan para enseñar estrategia militar, las reglas del marketing, la realpolitik de distintas épocas o los vínculos con el pensamiento de Karl Marx. Todo ello sale a relucir en este año de conmemoraciones, entre las que hubo una exposición en Roma sobre la historia de tan célebre volumen y, a nivel local, el lanzamiento del libro La revolución de Maquiavelo. El Príncipe 500 años después.
“¿Es éste un manual para un príncipe despiadado -un dictador, podríamos decir- o un trabajo que sugiere la necesidad de una acción decisiva en una Italia caótica y anárquica, como preludio al establecimiento de una forma republicana de gobierno?”. Quien se lo pregunta es William R. Cook, profesor de la U. del Estado de Nueva York, y lo plantea sobre todo a propósito de la condición republicana del autor, contra lo que sugiera esta obra dedicada a Lorenzo de Médici, duque de Urbino.
Se ha dicho que el libro, partiendo por la dedicatoria, corresponde a una respuesta a las acusaciones de conspiración contra los Médici. Que puede vérsele, al decir de Cook, como una obra escrita precipitadamente para mostrar a tan poderosa familia que su autor tenía una fórmula del éxito político que sería de valor y utilidad para los gobernantes. Sobre todo, dada la revuelta situación política italiana en 1513.
Dividida en 26 capítulos, la obra es un comentario de la política contemporánea a la luz de los hechos y pensamientos de gente como Cicerón, Darío y Alejandro. Así, arranca con una caracterización tipológica de los principados. Y no demora en plantear una visión de la especie humana a través de los súbditos y a través del propio gobernante, que debe tener el ánimo dispuesto a “no apartarse del bien mientras pueda” y a “saber entrar en el mal cuando hay necesidad”.
Sus consejos dejan afirmaciones que reverberan hasta hoy. El Príncipe, se lee en la obra, “debe ser comedido al creer y al actuar, no atemorizarse nunca y proceder moderadamente, de modo que la confianza desmedida no lo convierta en incauto, y la desconfianza exagerada no le haga intolerable”. A ello se agrega, entonces, una disputa: “Si vale más ser amado que temido, o todo lo contrario. Se responde que se quiere las dos; pero como es difícil conseguir ambas a la vez, es mucho más seguro ser temido que amado, cuando se tiene que carecer de una”. Después de todo, “los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer”.
El Príncipe, continúa la obra, debe hacerse temer de un modo que evite el odio, cosa que conseguirá si se abstiene de robar la hacienda y las mujeres de sus súbditos. Y remata: “Cuando le sea indispensable derramar la sangre de alguien, hágalo si existe justificación suficiente y causa manifiesta, pero, sobre todo, absténgase de tomar los bienes ajenos, porque los hombres olvidan más pronto la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”.
Diplomático, funcionario público, escritor y filósofo, Maquiavelo sintetizó variadas virtudes del hombre del Renacimiento. Pero mal podría haber hecho gran cosa por la fama que se ganaría. Tampoco terciar en la discusión entre quienes ven El Príncipe como un manual para tiranos y quienes lo entienden como un manual para la libertad de los pueblos. Finalmente, y como se consigna en la introducción del libro chileno que se lanzará en diciembre, “la intención de Maquiavelo al escribir El Príncipe sigue siendo un enigma”.

Carlos II de España, el "Rey Hechizado"

Carlos II en 1685
(Juan Carreño de Miranda)
En septiembre de 1665, fallecía el rey Felipe IV de España. Antes de morir, el moribundo rey dirigió unas palabras a Carlos, su hijo y sucesor: "¡Quiera Dios, hijo mío, que seas más venturoso que yo!". Lamentablemente, el príncipe no comprendió estas palabras y fue el inicio de un reinado que marcó el fin de una época.

Carlos II fue el quinto hijo del rey Felipe IV y de la archiduquesa Mariana de Austria, su sobrina, ambos retratados en "Las Meninas", de Velásquez. Su nacimiento, ocurrido el día 6 de noviembre de 1661, fue comentado en la Gazeta de Madrid, la cual anunció la llegada al mundo de "un robusto varón, de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes". Aquella descripción distaba bastante de la realidad, siendo diametralmente opuesta la impresión que tuvo el embajador de Francia, quien comunicaba a los pocos días los pormenores a Luis XIV, el Rey Sol. En palabras del embajador: "el príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración: tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura" y más adelante, "asusta de feo". Catorce amas de cría amamantaron a Carlos II hasta los cuatro años, sin embargo, esta forma de alimentación fue suspendida tras su ascenso al trono en 1665, pues era considerada indecorosa para un monarca. El pequeño Carlos creció como un niño débil y enfermizo, tenía frecuentes catarros, diarreas y escasa musculatura y presentaba un evidente retraso en su desarrollo psicomotor, pues cumplidos los seis años aún no había aprendido a caminar. En su historia médica figuran sarampión y varicela a los 6 años, rubéola a los 10 años y viruela a los 11 años; además, el joven rey sufrió ataques epilépticos hasta los 15 años. Sin embargo, lo más llamativo era su escaso desarrollo intelectual, pues tan sólo a los 10 años comenzó a hablar de manera inteligible y nunca aprendió a escribir correctamente; presentaba arranques de cólera imprevisibles y una adicción monoalimentaria al chocolate.
Su mala salud presagiaba que moriría joven, por lo que se descuidó su educación, al punto que nadie se preocupó de prepararle adecuadamente para las tareas de gobierno. Carlos II contaba apenas cuatro años cuando fue coronado rey, siendo la regencia administrada por su madre, Mariana de Austria, asesorada por una junta de gobierno. El testamento de su padre decretaba que su heredero debía ser declarado mayor de edad a los 14 años, sin embargo, su retraso físico y mental era tal, que su madre consiguió un aplazamiento por dos años más. Una vez en el trono, su período como monarca fue agónico para España, reino que sufría por el hambre y por la pérdida de poder y prestigio en el contexto europeo.

La regencia generó fuerte oposición en España, debido al carácter de la reina Mariana y al nombramiento de su confesor, Everardo Nithard, como consejero real. La oposición se concentró en torno a Juan de Austria, hijo natural de Felipe IV y hermanastro del rey Carlos II, y que se había destacado como jefe militar durante el reinado de su padre. Juan de Austria se refugió en Barcelona, el cual organizó un ejército y entró en Madrid, exigiendo a la regenta la salida del padre Nithard. Tras ser nombrado virrey de Aragón, Juan de Austria siguió oponiéndose a la reina, logrando imponerse definitivamente en 1677 a través de un golpe de fuerza, llegando a convertirse en consejero del monarca. Su labor fue más bien de acercamiento con Francia, llegando a firmar con Luis XIV la paz de Nimega (1678), el cual entre sus condiciones, estipulaba el matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orléans, sobrina del Rey Sol.
Mariana de Neoburgo
El rey "hechizado"

Transcurrido un año de matrimonio, María Luisa no daba a luz a un heredero, más aún, seguía virgen, pues el matrimonio nunca se consumó, seguramente debido al hipogonadismo e hipogenitalismo que padecía Carlos. Ante esta situación, se desvanecía toda esperanza de que el monarca tuviera descendencia. Mientras María Luisa vivía, el pueblo atribuyó la falta de descendencia a la esterilidad de la reina, dedicándole las siguientes rimas:
Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña:
si parís, parís a España;
si no parís, a París...
Transcurridos diez años de matrimonio, María Luisa falleció a consecuencia de una apendicitis aguda (su autopsia evidenció un útero indemne), sin haber dado a luz un heredero para la corona, para desgracia de la familia real.
Con tan sólo 28 años de edad, la alicaída salud de Carlos II era una constante, siempre débil y fatigado, siendo frecuente sus problemas gastrointestinales, atribuidos a su glotonería y problemas de masticación secundarios a un significativo prognatismo (deformidad facial), propio y característico de los Habsburgo. Al cabo de un año de la muerte de María Luisa, la creciente preocupación por la sucesión monárquica motivó la realización de un segundo matrimonio, esta vez con Mariana de Neoburgo. La boda real se celebró en Valladolid el 4 de mayo de 1690, sin embargo, a pesar de su fértil antecedente (los padres de Mariana tuvieron 23 hijos), la descendencia no llegaba. En su desazón, potenciada por las reiteradas simulaciones de embarazo por parte de Mariana, el mismo Carlos sospechaba que un hechizo proferido contra él le impedía engendrar. En enero de 1698, el enfermizo monarca consultó en secreto con el inquisidor general Rocaberti, quien se contactó con el confesor del rey, fray Froilán Díaz, a fin de investigar el hechizo del soberano. Tras practicar determinados conjuros, se dijo que "el demonio había revelado que el rey estaba hechizado desde los catorce años, y que el hechizo le fue administrado en un pocillo de chocolate, en el cual habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno; entrañas para quitarle la salud y ríñones para corromperle el semen e impedir la generación".
Para poder conjurar el hechizo, los curanderos que trataban de sanar al infeliz monarca le administraban en ayunas aceite bendecido, unciones en el cuerpo y otras ceremonias de exorcismo. Incluso llegó de Viena fray Mauro Tenda, exorcista del emperador, que conjurando a Carlos con voces atronadoras, le causaba terribles sobresaltos y aprensiones, poniéndolo en el más deplorables estado.
Carlos II en 1700
Dos años antes de su muerte, el estado de salud de Carlos II era deplorable. Su debilidad se había acentuado, al punto de no poder permanecer más de una o dos horas en pie. A esto se agregaba la presencia de edema generalizado, el cual le afectaba incluso la lengua, impidiéndole hablar. Transitó entre la juventud y la vejez aceleradamente, estando su rutina diaria marcada por una triste sucesión de síntomas: edema, fatiga, decaimiento, ataques epilépticos, diarreas y fiebre. Falleció el 1 de noviembre de 1700, tras permanecer dos días en coma producto de una diarrea severa, concluyendo con él la dinastía de los Habsburgo. Su autopsia reveló "un corazón del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, en el riñon tres grandes cálculos, un solo testículo, negro como el carbón y la cabeza llena de agua".
Carlos II heredó el trono a su sobrino nieto, Felipe de Borbón, Duque de Anjou. La medida fue ampliamente resistida por las casas reales de Inglaterra, Holanda y Austria, pues implicaba la unión del trono español y francés bajo la misma dinastía, los Borbón. Esta diferencia se resolvió luego de un largo y sangriento conflicto conocido como la Guerra de Sucesión Española (1702-1713), tras la cual se confirmó en España la regencia del Duque de Anjou (nieto de Luis XIV, el Rey Sol) bajo el nombre de Felipe V, iniciándose así la dinastía borbónica española, vigente en la actualidad.
El aspecto médico

Los actuales estudios en medicina han permitido aclarar el supuesto "hechizo" del monarca. El último monarca español de los Habsburgo fue víctima de la política matrimonial de esta dinastía, el cual durante más de un siglo, tejió las redes que permitieron crear y fortalecer a la monarquía austríaca. Para historiadores como Lynch, "Carlos II fue la última, la más degenerada y la más patética víctima de la endogamia de los Habsburgo". Los matrimonios concertados entre los miembros de distintas familias reales europeas han sido una constante a través de los siglos, favoreciendo la endogamia y, por consiguiente, la expresión de trastornos genéticos poco frecuentes en la población.
Otra hipótesis sobre este caso, sería que Carlos II habría padecido el síndrome de Klinefelter. Descrito en 1942 por el Dr. Harry Klinefelter, éste corresponde a la alteración de los cromosomas sexuales más común de la especie humana y la causa más frecuente de hipogonadismo e infertilidad masculina, afectando entre 1:500 y 1:1.000 varones. Los individuos afectados tienen uno o más cromosomas X extra, siendo el complemento 47.XXY el más frecuente (80%). Sus características fenotípicas más comunes incluyen infertilidad, niveles inadecuados de testosterona, hipogonadismo, hipogenitalismo, ginecomastia (engrandecimiento de las glándulas mamarias en el hombre), trastornos conductuales y aspecto eunucoide (talla alta, extremidades largas, escaso vello facial y distribución de vello de tipo femenino). Otras anomalías asociadas a este síndrome son criptorquidia (descenso incompleto de los testículos), hipospadias (pene poco desarrollado) y escoliosis, así como diabetes y bronquitis crónica en la adultez. El síndrome de Klinefelter puede pasar inadvertido durante años, debido a que no existe un fenotipo característico en etapa preadolescente. Durante la infancia, los pacientes pueden presentar trastornos del desarrollo (retraso en la adquisición de habilidades motoras y lingüísticas) y en algunos individuos puede cursar con retardo mental, generalmente leve. El hipogonadismo no se hace evidente sino hasta la pubertad o la adultez, siendo algunos varones diagnosticados en el contexto de una evaluación por infertilidad.
El Escorial, siglo XVII
Por su parte, los frecuentes edemas que el monarca desarrolló hacia el final de su vida puede haber sido consecuencia de una nefropatía (daño renal) consecutiva a infecciones recurrentes por cálculos renales, tal cual evidenciara su autopsia, o bien producto de una insuficiencia cardíaca progresiva; en palabras de Geelen, su médico flamenco, "al rey se le para el corazón (sic) y empeora visiblemente. Se le hinchan el vientre, las piernas y la cara... le han hallado todas las entrañas... y el corazón tan consumido y seco" . Otras investigaciones plantean una hipótesis alternativa: las repetidas diarreas, cólicos y pujos dolorosos, los vómitos, la acusada anorexia y el adelgazamiento que caracterizaron su enfermedad final pudieron ser la manifestación de una enterocolitis crónica, consecutiva a la generalización de un proceso tuberculoso. Hasta el día de hoy, su diagnóstico definitivo sigue siendo un misterio.
La vida y muerte de Carlos II es un claro ejemplo de la progresiva decadencia de la monarquía Habsburgo en España. Siguiendo la evolución de esta casa, se podrían distinguir varios casos, relacionados con los actos de sus gobernantes: Gregorio Marañón, médico e historiador español, nos deja una semblanza que dice mucho de esta decadencia, tanto física como moral, el cual lo resume de la siguiente forma: Carlos V inspira entusiasmo; Felipe II inspira respeto; Felipe III, indiferencia; Felipe IV, simpatía, y finalmente, Carlos II, solamente compasión.
Fuente. Adaptado de Jaime Cerda L. "Carlos II de España, "El Hechizado". Revista Médica de Chile, 136, N°2. Santiago, febrero 2008 y Carl Grimberg, Historia Universal. Editorial Ercilla. Santiago 1985

EL TESTAMENTO DE CARLOS V

Carlos V en Mühlberg (Tiziano)
"Considerando la incertidumbre de las cosas humanas, no sabría daros una regla general, sino la confianza que podéis tener en la ayuda del Todopoderoso. Este apoyo lo encontraréis al defender la santa fe. Después de tantos esfuerzos que he desplegado para unir a los protestantes en el Imperio, me he dado cuenta más y más que el único método a emplear era el concilio al cual esos Estados se han sometido...

Elegid para los beneficios eclesiásticos hombres cultivados, dignos de su cargo para el bien de la Iglesia y para la tranquilidad de vuestra conciencia...

Mantened la paz, evitad la guerra al menos hasta que ella os sea impuesta por la necesidad de vuestra defensa. Evitadla también por las cargas aplastantes que ella impondría en vuestros Estados, que os dejo intactos y engrandecidos...

Debéis testimoniar el mayor afecto y confianza al rey de los romanos, mi hermano; haríais muy bien igualmente al ligaros con los electores príncipes y otros señores del Imperio; tales relaciones no pueden sino contribuir eficazmente a la seguridad de vuestros Estados, principalmente en Italia y Países Bajos...

En cuanto al Papa Pablo III, vos mismo conocéis su falta de lealtad en los tratados y su falta de celo hacia la cristiandad, sobre todo en lo que se refiere al concilio. Es viejo, velad por tanto en la elección de su sucesor... Siempre habrá dificultades con el Papado en Nápoles, Sicilia y en Castilla por el asunto de la pragmática: poned atención. Manteneos en buen término con los venecianos... Haced de Génova un elemento de la mayor importancia: allí debéis actuar con prudencia y habilidad... Francia jamás ha respetado los tratados que ha suscrito y siempre ha tratado de perjudicarme. Su joven monarca parece querer seguir el camino trazado por su padre. A pesar de esto, haced todo lo que sea posible por mantener la paz: es también en interés de vuestros súbditos y de la cristiandad. Siempre se buscarán nuevos pretextos para discutir las renuncias, sin embargo, oficiales, en lo que conciernen a Nápoles, Flandes, Artois, Tournai y Milán. No abandonéis jamás la más pequeña parcela de vuestros derechos, porque os demandarán  de inmediato todo el resto. Defended Milán con una buena artillería, Nápoles con la ventaja de vuestra flota y no olvidéis que los franceses se desalientan tan pronto como su empresa no tiene éxito al primer instante. A los napolitanos, tan a menudo sublevados, es necesario recordarles las duras pruebas sufridas a causa de los franceses y tratarlos con justicia y mesura. Por lo demás, en Italia jamás podréis prescindir de las tropas españolas. Pensad en el mantenimiento de las plazas fuertes fronterizas de España y los Países Bajos, donde las ciudades de Gante y Cambrai tienen gran importancia. A causa del Franco Condado, necesitáis apoyaros en Suiza y Austria. Nuestras pretensiones sobre el Ducado de Borgoña, nuestra patria, las he dejado dormir en virtud de mis deseos de paz, pero no renunciéis a él.

En lo que respecta a las Indias, vigilad a los franceses, aseguraos si tienen el propósito de enviar una flota, sea abiertamente o de otro modo, y advertid a los gobernadores de aquellas regiones que se mantengan en guardia, a fin de estar listos para resistir en caso de ataque...

Es indispensable que os preocupéis con la mayor solicitud de informaros del estado de los asuntos en aquellas lejanas comarcas, a fin de asegurar en ellas el servicio de Dios, el mantenimiento de la obediencia que se os debe y un gobierno justo: único medio eficaz de reparar las pérdidas de población y de todo género que han sufrido, como también de poner término a la opresión que ejercieron los primeros conquistadores y a los destierros decretados por aquellos que abusaron de su autoridad para multiplicar los vejámenes. Así es como los indios encontrarán protección y alivio, y vos obtendréis su afecto y fidelidad y conservaréis sobre los conquistadores y sobre todo lo que les pertenece, la suprema autoridad y la vigilancia deseada".