sábado, 7 de noviembre de 2015

EL TESTAMENTO DE CARLOS V

Carlos V en Mühlberg (Tiziano)
"Considerando la incertidumbre de las cosas humanas, no sabría daros una regla general, sino la confianza que podéis tener en la ayuda del Todopoderoso. Este apoyo lo encontraréis al defender la santa fe. Después de tantos esfuerzos que he desplegado para unir a los protestantes en el Imperio, me he dado cuenta más y más que el único método a emplear era el concilio al cual esos Estados se han sometido...

Elegid para los beneficios eclesiásticos hombres cultivados, dignos de su cargo para el bien de la Iglesia y para la tranquilidad de vuestra conciencia...

Mantened la paz, evitad la guerra al menos hasta que ella os sea impuesta por la necesidad de vuestra defensa. Evitadla también por las cargas aplastantes que ella impondría en vuestros Estados, que os dejo intactos y engrandecidos...

Debéis testimoniar el mayor afecto y confianza al rey de los romanos, mi hermano; haríais muy bien igualmente al ligaros con los electores príncipes y otros señores del Imperio; tales relaciones no pueden sino contribuir eficazmente a la seguridad de vuestros Estados, principalmente en Italia y Países Bajos...

En cuanto al Papa Pablo III, vos mismo conocéis su falta de lealtad en los tratados y su falta de celo hacia la cristiandad, sobre todo en lo que se refiere al concilio. Es viejo, velad por tanto en la elección de su sucesor... Siempre habrá dificultades con el Papado en Nápoles, Sicilia y en Castilla por el asunto de la pragmática: poned atención. Manteneos en buen término con los venecianos... Haced de Génova un elemento de la mayor importancia: allí debéis actuar con prudencia y habilidad... Francia jamás ha respetado los tratados que ha suscrito y siempre ha tratado de perjudicarme. Su joven monarca parece querer seguir el camino trazado por su padre. A pesar de esto, haced todo lo que sea posible por mantener la paz: es también en interés de vuestros súbditos y de la cristiandad. Siempre se buscarán nuevos pretextos para discutir las renuncias, sin embargo, oficiales, en lo que conciernen a Nápoles, Flandes, Artois, Tournai y Milán. No abandonéis jamás la más pequeña parcela de vuestros derechos, porque os demandarán  de inmediato todo el resto. Defended Milán con una buena artillería, Nápoles con la ventaja de vuestra flota y no olvidéis que los franceses se desalientan tan pronto como su empresa no tiene éxito al primer instante. A los napolitanos, tan a menudo sublevados, es necesario recordarles las duras pruebas sufridas a causa de los franceses y tratarlos con justicia y mesura. Por lo demás, en Italia jamás podréis prescindir de las tropas españolas. Pensad en el mantenimiento de las plazas fuertes fronterizas de España y los Países Bajos, donde las ciudades de Gante y Cambrai tienen gran importancia. A causa del Franco Condado, necesitáis apoyaros en Suiza y Austria. Nuestras pretensiones sobre el Ducado de Borgoña, nuestra patria, las he dejado dormir en virtud de mis deseos de paz, pero no renunciéis a él.

En lo que respecta a las Indias, vigilad a los franceses, aseguraos si tienen el propósito de enviar una flota, sea abiertamente o de otro modo, y advertid a los gobernadores de aquellas regiones que se mantengan en guardia, a fin de estar listos para resistir en caso de ataque...

Es indispensable que os preocupéis con la mayor solicitud de informaros del estado de los asuntos en aquellas lejanas comarcas, a fin de asegurar en ellas el servicio de Dios, el mantenimiento de la obediencia que se os debe y un gobierno justo: único medio eficaz de reparar las pérdidas de población y de todo género que han sufrido, como también de poner término a la opresión que ejercieron los primeros conquistadores y a los destierros decretados por aquellos que abusaron de su autoridad para multiplicar los vejámenes. Así es como los indios encontrarán protección y alivio, y vos obtendréis su afecto y fidelidad y conservaréis sobre los conquistadores y sobre todo lo que les pertenece, la suprema autoridad y la vigilancia deseada".