Carlos II en 1685 (Juan Carreño de Miranda) |
En septiembre de 1665, fallecía el rey Felipe IV de España. Antes de
morir, el moribundo rey dirigió unas palabras a Carlos, su hijo y
sucesor: "¡Quiera Dios, hijo mío, que seas más venturoso que yo!". Lamentablemente, el príncipe no comprendió estas palabras y fue el inicio de un reinado que marcó el fin de una época.
Carlos II fue el quinto hijo del rey Felipe IV y de la archiduquesa
Mariana de Austria, su sobrina, ambos retratados en "Las Meninas", de
Velásquez. Su nacimiento, ocurrido el día 6 de noviembre de 1661, fue
comentado en la Gazeta de Madrid, la cual anunció la llegada al mundo de "un robusto varón, de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes".
Aquella descripción distaba bastante de la realidad, siendo
diametralmente opuesta la impresión que tuvo el embajador de Francia,
quien comunicaba a los pocos días los pormenores a Luis XIV, el Rey Sol.
En palabras del embajador: "el príncipe parece bastante débil;
muestra signos de degeneración: tiene flemones en las mejillas, la
cabeza llena de costras y el cuello le supura" y más adelante, "asusta de feo".
Catorce amas de cría amamantaron a Carlos II hasta los cuatro años, sin
embargo, esta forma de alimentación fue suspendida tras su ascenso al
trono en 1665, pues era considerada indecorosa para un monarca. El
pequeño Carlos creció como un niño débil y enfermizo, tenía frecuentes
catarros, diarreas y escasa musculatura y presentaba un evidente retraso
en su desarrollo psicomotor, pues cumplidos los seis años aún no había
aprendido a caminar. En su historia médica figuran sarampión y varicela a
los 6 años, rubéola a los 10 años y viruela a los 11 años; además, el
joven rey sufrió ataques epilépticos hasta los 15 años. Sin embargo, lo
más llamativo era su escaso desarrollo intelectual, pues tan sólo a los
10 años comenzó a hablar de manera inteligible y nunca aprendió a
escribir correctamente; presentaba arranques de cólera imprevisibles y
una adicción monoalimentaria al chocolate.
La regencia generó fuerte oposición en España, debido al carácter de la reina Mariana y al nombramiento de su confesor, Everardo Nithard, como consejero real. La oposición se concentró en torno a Juan de Austria, hijo natural de Felipe IV y hermanastro del rey Carlos II, y que se había destacado como jefe militar durante el reinado de su padre. Juan de Austria se refugió en Barcelona, el cual organizó un ejército y entró en Madrid, exigiendo a la regenta la salida del padre Nithard. Tras ser nombrado virrey de Aragón, Juan de Austria siguió oponiéndose a la reina, logrando imponerse definitivamente en 1677 a través de un golpe de fuerza, llegando a convertirse en consejero del monarca. Su labor fue más bien de acercamiento con Francia, llegando a firmar con Luis XIV la paz de Nimega (1678), el cual entre sus condiciones, estipulaba el matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orléans, sobrina del Rey Sol.
Mariana de Neoburgo |
Transcurrido un año de matrimonio, María Luisa no daba a luz a un heredero, más aún, seguía virgen, pues el matrimonio nunca se consumó, seguramente debido al hipogonadismo e hipogenitalismo que padecía Carlos. Ante esta situación, se desvanecía toda esperanza de que el monarca tuviera descendencia. Mientras María Luisa vivía, el pueblo atribuyó la falta de descendencia a la esterilidad de la reina, dedicándole las siguientes rimas:
Parid, bella flor de lis,en aflicción tan extraña:si parís, parís a España;si no parís, a París...
Transcurridos diez años de matrimonio, María Luisa falleció a
consecuencia de una apendicitis aguda (su autopsia evidenció un útero
indemne), sin haber dado a luz un heredero para la corona, para
desgracia de la familia real.
Carlos II en 1700 |
Carlos II heredó el trono a su sobrino nieto, Felipe de Borbón, Duque de
Anjou. La medida fue ampliamente resistida por las casas reales de
Inglaterra, Holanda y Austria, pues implicaba la unión del trono español
y francés bajo la misma dinastía, los Borbón. Esta diferencia se
resolvió luego de un largo y sangriento conflicto conocido como la
Guerra de Sucesión Española (1702-1713), tras la cual se confirmó en
España la regencia del Duque de Anjou (nieto de Luis XIV, el Rey Sol)
bajo el nombre de Felipe V, iniciándose así la dinastía borbónica
española, vigente en la actualidad.
El aspecto médico
Los actuales estudios en medicina han permitido aclarar el supuesto
"hechizo" del monarca. El último monarca español de los Habsburgo fue
víctima de la política matrimonial de esta dinastía, el cual durante más
de un siglo, tejió las redes que permitieron crear y fortalecer a la
monarquía austríaca. Para historiadores como Lynch, "Carlos II fue la
última, la más degenerada y la más patética víctima de la endogamia de
los Habsburgo". Los matrimonios concertados entre los miembros de
distintas familias reales europeas han sido una constante a través de
los siglos, favoreciendo la endogamia y, por consiguiente, la expresión
de trastornos genéticos poco frecuentes en la población.
Otra hipótesis sobre este caso, sería que Carlos II habría padecido el
síndrome de Klinefelter. Descrito en 1942 por el Dr. Harry Klinefelter,
éste corresponde a la alteración de los cromosomas sexuales más común de
la especie humana y la causa más frecuente de hipogonadismo e
infertilidad masculina, afectando entre 1:500 y 1:1.000 varones. Los
individuos afectados tienen uno o más cromosomas X extra, siendo el
complemento 47.XXY el más frecuente (80%). Sus características
fenotípicas más comunes incluyen infertilidad, niveles inadecuados de
testosterona, hipogonadismo, hipogenitalismo, ginecomastia
(engrandecimiento de las glándulas mamarias en el hombre), trastornos
conductuales y aspecto eunucoide (talla alta, extremidades largas,
escaso vello facial y distribución de vello de tipo femenino). Otras
anomalías asociadas a este síndrome son criptorquidia (descenso
incompleto de los testículos), hipospadias (pene poco desarrollado) y
escoliosis, así como diabetes y bronquitis crónica en la adultez. El
síndrome de Klinefelter puede pasar inadvertido durante años, debido a
que no existe un fenotipo característico en etapa preadolescente.
Durante la infancia, los pacientes pueden presentar trastornos del
desarrollo (retraso en la adquisición de habilidades motoras y
lingüísticas) y en algunos individuos puede cursar con retardo mental,
generalmente leve. El hipogonadismo no se hace evidente sino hasta la
pubertad o la adultez, siendo algunos varones diagnosticados en el
contexto de una evaluación por infertilidad.
El Escorial, siglo XVII |
Por su parte, los frecuentes edemas que el monarca desarrolló hacia el
final de su vida puede haber sido consecuencia de una nefropatía (daño
renal) consecutiva a infecciones recurrentes por cálculos renales, tal
cual evidenciara su autopsia, o bien producto de una insuficiencia
cardíaca progresiva; en palabras de Geelen, su médico flamenco, "al rey se le para el corazón (sic) y
empeora visiblemente. Se le hinchan el vientre, las piernas y la
cara... le han hallado todas las entrañas... y el corazón tan consumido y
seco" . Otras investigaciones plantean una hipótesis alternativa:
las repetidas diarreas, cólicos y pujos dolorosos, los vómitos, la
acusada anorexia y el adelgazamiento que caracterizaron su enfermedad
final pudieron ser la manifestación de una enterocolitis crónica,
consecutiva a la generalización de un proceso tuberculoso. Hasta el día
de hoy, su diagnóstico definitivo sigue siendo un misterio.
La vida y muerte de Carlos II es un claro ejemplo de la progresiva
decadencia de la monarquía Habsburgo en España. Siguiendo la evolución
de esta casa, se podrían distinguir varios casos, relacionados con los
actos de sus gobernantes: Gregorio Marañón, médico e historiador
español, nos deja una semblanza que dice mucho de esta decadencia, tanto
física como moral, el cual lo resume de la siguiente forma: Carlos V
inspira entusiasmo; Felipe II inspira respeto; Felipe III, indiferencia;
Felipe IV, simpatía, y finalmente, Carlos II, solamente compasión.
Fuente. Adaptado de Jaime Cerda L. "Carlos II de España, "El
Hechizado". Revista Médica de Chile, 136, N°2. Santiago, febrero 2008 y
Carl Grimberg, Historia Universal. Editorial Ercilla. Santiago 1985