Cuando un castellano consiguió ser rey de la Corona de Aragón
Fallecimientos inesperados, luchas fratricidas y conspiraciones de personajes siempre dispuestos a obtener poder. A primera vista parecería que describimos el argumento de alguna novela que contiene todos esos elementos, pero lo cierto es que la Historia está plagada de sucesos eventuales que, dándose de forma insólita, cambiaron el destino de todo un pueblo. Durante la Edad Media todos los reinos y territorios que formaban parte de la Corona de Aragón vivieron momentos turbulentos como consecuencia de la coyuntura socioeconómica y política, pero pocos episodios vividos anteriormente tuvieron tanta relevancia como la muerte del que se consideraba el último de una dinastía fundada siglos atrás por Wifredo I el Velloso.El 31 de mayo de 1410 fallecía Martín I el Humano, rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Sicilia, y conde de Barcelona. Martín I, segundo hijo de Pedro IV el Ceremonioso y de Leonor de Sicilia, había sucedido tiempo atrás a su hermano mayor, Juan I el Cazador, cuando éste había fallecido abruptamente sin dejar hijos legítimos vivos. El nuevo monarca, coronado en 1396, parecía asegurar la continuidad de la estirpe gracias a Martín el Joven, su primogénito y heredero. Aunque las crónicas describen al príncipe como un muchacho sano, valeroso y de grandes aptitudes, el joven no pudo resistir unas terribles fiebres que, producto de la malaria, le darían muerte en 1409. Consciente de la obligada necesidad de un heredero el monarca intentaría engendrar un nuevo descendiente legítimo tomando por esposa a la joven Margarita de Prades, aristócrata perteneciente a una rama secundaria de la casa de Barcelona. Sabiendo que dicha unión no aseguraba un retoño, y enterado de la existencia de un hijo ilegítimo de Martín el Joven llamado Fadrique de Luna, lo mandó traer desde Sicilia con el fin de prepararlo como príncipe al mismo tiempo que iniciaba las consultas pertinentes para legitimarlo.
Viendo improbable que dicha legitimación fuera posible por los escasos apoyos a su nieto (un niño de 9 años) en los sectores aristocráticos más poderosos, y sin que su unión con la nueva reina hiciera posible un embarazo, Martín I decidió nombrar Lugarteniente del Reino de Aragón y posteriormente Gobernador General de la Corona al conde Jaime de Urgel, marido de la princesa Isabel de Aragón y Fortiá. Designado con unos títulos que estaban reservados a los futuros herederos, Jaime de Urgel parecía erigirse como el candidato más idóneo a la sucesión a ojos del rey, a pesar del evidente rechazo hacia su figura. Y es que si bien su ascendencia, su edad, su residencia en la Corona de Aragón y sus relaciones con la familia real le otorgaban una posición más que privilegiada con respecto a cualquier otro hipotético pretendiente, su escasa habilidad política al formar parte de los enfrentamientos nobiliarios en Aragón y Valencia le reportaría muy poca popularidad entre las personalidades de mayor peso. Debido al repudio público por diversas acciones erróneas llevadas a cabo por Jaime de Urgel, Martín I revocaría su nombramiento días antes de su fallecimiento, iniciándose de este modo un complicado periodo en el que la Corona de Aragón, sin monarca y enfrentada entre sí, estaría sumida en una marcada inestabilidad.
Beneficiado por la división entre aragoneses, valencianos y catalanes, de su prestigio militar y político, y de los recursos cedidos por las Cortes de Castilla, Fernando atraería el apoyo de numerosas familias nobiliarias de la Corona y del propio Papa Luna, que ambicionaba seguir manteniendo su influencia en la Corona de Aragón y en un posible rey que, siguiendo la tradicional obediencia castellana a Aviñón, le daría su apoyo en la lucha que mantenía con Gregorio XII, el Papa de Roma. Benedicto XIII, apoyado por el dominico Vicente Ferrer (patrón de la Comunidad Valenciana), decidiría reunir a nueve compromisarios que representaran a Cataluña, Aragón y Valencia, mientras que el antiguo Reino de Mallorca, excluido y sin poder de decisión, quedaría supeditado a la voluntad del resto de territorios de la Corona. Reunidos en Alcañiz y Tortosa los parlamentarios acordaron elegir nuevo monarca sin convocar Cortes Generales, delegando en un pequeño grupo de representantes la responsabilidad de elegir al nuevo rey.
Los compromisarios, reunidos en Caspe a partir del 29 de marzo de 1412, examinaron los derechos de los candidatos y, luego de atender largas negociaciones durante los siguientes meses con los diferentes aspirantes, resolverían dictar sentencia el 24 de junio de ese mismo año. En Caspe, y después de una pertinente votación, Fernando de Antequera se impondría a su más directo adversario, Jaime de Urgel. No aceptando los pretextos de los compromisarios reunidos, que alegaron que su elección se debía al grado de parentesco entre el castellano y Martín I, el aristócrata se rebelaría en contra del poder real. Nada pudo hacer Jaime de Urgel para detener la coronación del nuevo rey, quien antes de doblegar al conde y a sus partidarios, sería proclamado como tal el 28 de junio de 1412. A pesar de que muchos especialistas aciertan a señalar que Fernando I y sus sucesores introdujeron cambios muy poco relevantes (manteniéndose lengua, costumbres y derechos), el hecho de que se eligiera a Fernando I como nuevo monarca significaba la entronización de una nueva dinastía cuyo origen era castellano. Gracias a una serie de eventos inesperados, y contra todo pronóstico, los Trastámara se convertían en los nuevos reyes de la Corona de Aragón.