martes, 20 de octubre de 2015

EL AJEDREZ, UN JUEGO DE REYES

El ajedrez, ese juego que muchas veces se califica de deporte, aunque en realidad ‘sólo’ se trata de un juego de mesa. Otros juegos de mesa como las cartas o los dados se asocian históricamente al exceso de bebida, las apuestas de grandes cantidades de dinero y las consecuentes peleas de bar. Pero el ajedrez es distinto. No es un juego que históricamente se haya encontrado en las tabernas, sino que ha sido el juego con el que la nobleza soñaba desde sus grandes habitaciones de palacios con el dominio de todas las clases sociales de la ciudad.
Durante la Baja Edad Media, gracias a la influencia árabe, el ajedrez pasa a formar parte de la vida de la aristocracia de toda Europa. El juego comienza a aparecer representado en multitud de objetos valiosos de reyes, condes, marqueses y demás miembros de la aristocracia. La asociación entre ajedrez y nobleza es tal que algunos ricos comerciantes intentan acercarse a la nobleza pintando en su cámara nupcial un tablero de ajedrez, tal y como se cuenta en el cuento medieval francés La Châtelaine de Vergy.

I: El tablero de ajedrez ilustrado en Ludus scacchórum
Ya a comienzos del siglo XIV, el monje dominico Jacobo de Cessolis publicó De ludo scachorum or Libellus de moribus hominum et officiis nobilium ac popularium super ludo scachorum. En este escrito, comúnmente conocido como Ludus scacchórum hablaba de la invención del ajedrez, su historia, e incluso fue un poco más allá, realizando un gran símil entre el juego y la sociedad medieval. Para Jacobo de Cessolis, el tablero de ajedrez representaba una ciudad medieval cualquiera, donde cada ficha se corresponde con una clase social, siendo sus movimientos una representación de sus vicios y virtudes.
La historia que contenía el tratado, más que historia contrastada consistía en una mitología creada por Jacobo de Cessolis en torno al juego del ajedrez. En él cuenta cómo el ajedrez fue inventado por un astuto filósofo sumerio como forma didáctica de corregir cruel hijo de Nabucodonosor, Evilmerodach, sin mostrar directamente sus intenciones y hacer peligrar su propia vida. Siguiendo lo escrito por él mismo en su libro, Jacobo de Cessolis utilizó el ajedrez en sus sermones para enseñar moralidad y ética.

II: El rey y la dama ilustrados en Ludus scacchórum
El origen real del ajedrez, tal y como se conoce a día de hoy, tiene su origen en la India en torno al siglo VI. De ahí, a través de Persia se difundió hacia occidente. En ese viaje, el ajedrez sufrió muchas modificaciones sustanciales en su forma, adaptándose a las costumbres y cultura de cada uno de los países. Algunas piezas consiguieron mantener su forma original, como es el caso del Rey, el Caballo y los Peones, aunque otros sufrieron transformaciones sustanciales. El árabe Ualfil, que originalmente representaba al elefante, se adaptó a la sociedad europea como el Alfil, representando al obispo, e incluso tomando su nombre en algunos países como Inglaterra (Bishop). Por su parte, el árabe Fers, que solía representar al visir, el comandante del rey, cambió de sexo a su llegada a Europa, convirtiéndose en la Reina Dama.Tanto la Reina Dama como el Alfil, representan personajes clave de la sociedad europea de la edad media, aunque si introducción no fue inmediata. En el ajedrez de Carlomagno, considerado uno de los más hermosos conjuntos de piezas de la edad media y destruido durante la Revolución Francesa, aparece representada la reina
dama, pero en el lugar del alfil aún aparece el elefante. Esto se cree que es a causa de que este juego de piezas fue elaborado en el sur de Italia, una de las zonas de Europa de mayor influencia árabe.
Pero no todos los cambios que se intentaron introducir a su llegada a Europa, tuvieron tanto éxito como en el caso de la Reina Dama y el Alfil. Tal y como se muestra en Ludus scacchórum, los peones, que originalmente representaban a soldados de infantería en las batallas, intentaron cambiarse en los monasterios por los ciudadanos típicos de cualquier urbe de la edad media. De este modo, representarían un agricultor, un herrero, un tejedor, un comerciante, un doctor, un posadero, un guardián y un mensajero. Además también se intentó introducir el movimiento lateral para dar más jugabilidad al ajedrez, aunque todos estos cambios cayeron en el olvido.

III: El peón posadero ilustrado en Ludus scacchórum
La popularización del ajedrez más allá del clero y la realeza fue progresiva, desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. Grandes hombres de ciencia dedicaron parte de su tiempo a este apasionante juego, como Isaac Newton o mi admirado Benjamin Franklin. A finales del siglo XVIII, en tiempos de la revolución francesa, podemos encontrar documentos históricos que narran cómo Robespierre y Voltarie jugaban al ajedrez en el Café de la Regencé junto a otros muchos revolucionarios.
Con la llegada del siglo XIX, los grandes intelectuales se convirtieron en los grandes jugadores de ajedrez, relegando en a la realeza y al clero a ser unos de muchos jugadores de todas las clases sociales.

MONUMENTO A JAIME I EN VALENCIA

A tan sólo unos pasos, podemos admirar presidiendo el Parterre, la escultura ecuestre del rey Jaime I a caballo. La idea surgió en 1875 en el entorno del director del diario Las Provincias don Teodoro Llorente Olivares y aprobada por el Ayuntamiento en 1876 con la condición que tendría que realizarse por suscripción pública.

En 1878 aún no se había recogido el dinero necesario para el proyecto, por lo que se decidió levantar el pedestal sobre el que se levanta la estatua y que sería realizado por el arquitecto municipal Vicente Constantino Marzo con una altura de siete metros y medio.

El encargo y la fabricación de esta obra dio mucho que hablar en la prensa local de su tiempo, puesto que no se contrató a ningún escultor valenciano, sino que la comisión encargada recurrió en 1882 a Agapito y Venancio Vallmitjana de Barcelona, para la realización de la obra, dos de los mejores escultores españoles del momento.

Como contrapartida se determinó que la fundición de la escultura se llevase a cabo en talleres valencianos, concretamente en La Maquinista Valenciana, empresa que ofreció el presupuesto más razonable: 30.000 ptas. La fundición fue dirigida por Francisco Climent.

La estatua fue tallada en madera por Agapito Vallmitjana y aprobada por la comisión encargada en 1886. Para el fundido de la obra fue solicitado al Ministerio de la Guerra quince toneladas de bronce, los cuales les fueron concedidos mediante el envío de cinco cañones y un obús que fueron traídos desde el Castillo de Peñiscola.

La obra fue colocada finalmente el 12 de Enero de 1891 e inaugurada en julio del mismo año y pesa 11.500 kgrs. Desde que surgió la idea de erigir el monumento hasta su completa realización tuvieron que pasar dieciséis años.

Más tarde se colocó en el pedestal en su parte delantera el escudo del armas del rey don Jaime y en la parte trasera el escudo de la ciudad de Valencia, modelados por el escultor José Aixá Iñigo. A ambos lados laterales sendas leyendas nos hablan del ofrecimiento del monumento. Una de ellas dice: Entró vencedor en Valencia / liberandola del yugo musulmán / el día de San Dionisio / IX de octubre de MCCXXXVIII y la otra: Al rey D.Jaime I el Conquistador / fundador del reino de Valencia / Valencia agradecida / ano MDCCCXCI

La escultura representa al rey Jaime I con traje de guerrero montado en su caballo al paso y en actitud de dirigir la tropa en su conquista hacia la ciudad de Valencia. Es de tamaño bastante mayor que el natural.


Jaime I - Valencia
 
Jaime I es uno de los reyes más importantes de la Edad Media hispana, adalid señero de la Reconquista. Fue rey de Aragón, Mallorca, Valencia y conde de Barcelona y Urgel. Llamado el Conquistador, fue el que liberó a la ciudad de Valencia de los musulmanes, allá en el 1238. La conquista de esta ciudad fue su mayor logro. También fue el que creó el Reino de Valencia, hecho histórico que es el germen de la actual Comunidad Valenciana. Por eso Jaime I es Valencia.
Nació en 1.208. Cuando solo tenía cuatro años, su padre, Pedro II, junto a Alfonso VIII de Castilla y Sancho el Fuerte de Navarra, derrotaron a los moros en la batalla de las Navas de Tolosa, batalla que supuso un punto de inflexión definitivo en la Reconquista.
Jaime I fue educado en su juventud por los caballeros templarios en el castillo de Monzón. Seguro que le hablaron de esta batalla y de la lucha de los reinos cristianos, insuflándole el soplo de la Cruzada por recuperar el antiguo reino visigodo. Su espíritu como guerrero de la Cruz estaba asegurado.
Monumento de Jaime el Conquistador - Valencia En los años siguientes a esta batalla, Jaime I de Aragón y Fernando III de Castilla, avanzaron hacia el sur hasta arrinconar a los musulmanes en lo que sería el reino de Granada. La Península Ibérica sería para siempre cristiana…
El monumento de Jaime I se encuentra en la plaza de Alfonso el Magnánimo. Tan importante personaje histórico merecía en esta ciudad un monumento al nivel de su trascendencia en la Historia de Valencia.
El monumento fue inaugurado el 20 de julio de 1891. Es obra de Agapito Vallmitjana, uno de los mejores escultores de la época. Benlliure, valenciano, era todavía demasiado joven cuando se presentó al concurso que se convocó al efecto y la comisión prefirió al autor catalán. No se equivocaron, ya que la escultura de Jaime el Conquistador tiene una calidad y un carácter difícilmente superable.
Tal como la comisión dijo cuando Vallmitjana presentó la escultura a su aprobación: “…no sólo revela la maestría del autor, sino que expresa acertadamente la majestad del glorioso monarca que representa”.
La estatua ecuestre tiene una vez y media el tamaño natural. Está fundida con el bronce de cinco cañones y un obús que donó el Ministerio de la Guerra en 1.886 y que se trajeron desde Peñíscola. Se realizó en los talleres de La Maquinista Valenciana.
Plaza de Alfonso el Magnánimo - Valencia El momento en que se trasladó la escultura desde la fundición donde fue realizada hasta la plaza donde fue instalada es digno del rey Jaime. Siete siglos más tarde, el Conquistador volvía a entrar triunfante en la ciudad. Salió a las nueve de la noche del día de Nochevieja de 1890 de la fundición de La Maquinista Valenciana. El traslado duró cinco horas. Los 11.500 kilos de la estatua no lo ponían fácil. Los valencianos se echaron a la calle a acompañar al rey entre vítores y saludos, siendo esa Nochevieja una de las más recordadas por mucho tiempo en Valencia.
Tras la instalación, todavía pasaron meses hasta su inauguración oficial. También fue un hecho memorable, con discursos, representación de ayuntamientos valencianos , políticos y militares. El pueblo valenciano se alegraba de volver a tener presente a su rey Jaime.
Vallmitjana le representa como guerrero, como Conquistador, más que como rey. Así, todo el cuerpo, desde la cabeza a las piernas, está recubierto con cota de mallas.
 
Jaime I el Conquistador - Valencia

Espada del rey Jaime I - Valencia Su espada no es la espada del rey que no ha pisado el campo de batalla. En su empuñadura no hay joyas ni adornos fastuosos. Es una espada sencilla y práctica para la lucha, propia del guerrero. Recordemos aquí la leyenda: en su lecho de muerte Jaime I dio su espada a su sucesor, su hijo Pedro. En ese momento le dijo: “No envaines la espada hasta que haya sido expulsado el último musulmán de la Península Ibérica”. Esta escena está magníficamente representada en uno de los grandes cuadros historicistas expuestos en el Museo del Prado, en Madrid. Y es que la Reconquista guió la vida de este rey, educado en los valores de los monjes-guerreros de la orden del Temple.
Tampoco el rey está representado en la corte, sino en el campo de batalla, impartiendo órdenes y señalando, con su mano derecha, el objetivo a tomar, en este caso Valencia.
 
 
JAIME I - detalle de la cabeza Sobre su cabeza no hay corona, sino la cimera con el dragón alado que es símbolo de la Corona de Aragón. Aunque el primero que utilizó este símbolo fue Pedro IV el Ceremonioso, que vivió un siglo después que Jaime I, Vallmitjana lo utiliza aquí, fuera de su tiempo, para calificar al Conquistador como el rey que mejor representa a la Corona de Aragón. El murciélago que hay sobre el escudo de Valencia parece que deriva precisamente del dragón alado.
 
 
 
Jaime el Conquistador - Estatua de Vallmitjana Si vas a Valencia no olvides visitar a Jaime I. Está en una hermosa plaza adornada con un espléndido ficus y con varias palmeras que recuerdan la ocupación sarracena. El rey que medía casi dos metros de altura te aguardará dando las últimas órdenes a sus tropas, con aplomo y seguridad, cabalgando en un bellísimo caballo de crin y cola ondulada. Y en el pedestal a sus pies podrás leer: “Entró vencedor en Valencia, liberándola del yugo musulmán, el día de San Dionisio, 9 de octubre de 1.238”. Ese día es hoy la fiesta de la Comunidad Valenciana.

lunes, 19 de octubre de 2015

ALFONSO V "EL MAGNÁNIMO"

ALFONSO V EL MAGNÁNIMO, UN REY MUY PECULIAR



Hoy voy a dedicar este artículo a un monarca  aragonés un tanto olvidado hoy en día, pero con una vida muy curiosa y creo que más de uno disfrutará al leerla.
Es posible que más de uno haya notado que me he referido, en el párrafo anterior, a nuestro personaje como un rey aragonés. Es más que evidente que así lo fue y, desde luego, no lo llamaré “catalano-aragonés”, como está hoy muy en boga, porque en los manuscritos de la época, nunca me he encontrado a ningún rey de Aragón con esa denominación.
Supongo que, en todo caso,  sería mucho más lógico haberle llamado valenciano-aragonés o mallorquín-aragonés, pues estoy enumerando unos territorios que fueron reinos. Si le llamara “catalano-aragonés”, suponiendo que en esa época hubiera una entidad clara llamada Cataluña, pues lo estaría degradando, ya que en Cataluña sólo existieron siempre una serie de condados, con mayor o menor relación unos con otros.
Una vez aclarado este asunto, paso a comentar la vida de este personaje llamado Alfonso V, el Magnánimo o también el Sabio.
Nació en 1396 y, aunque los autores no se han puesto de acuerdo sobre su lugar de nacimiento, la mayoría de ellos piensa que fue en Medina del Campo (Valladolid).
A algunos les podrá parecer un poco raro que un rey de Aragón naciera en tierras castellanas, esto tiene muy fácil explicación. Su padre fue Fernando de Antequera, hermano del rey de Castilla, el cual todavía no había sido elegido rey de Aragón.
Como ya he dicho antes, su padre fue el famoso Fernando I de Antequera, llamado así porque conquistó esa ciudad a los moros.
Su madre fue Leonor de Alburquerque, llamada por entonces “la rica hembra”, pues había heredado una gran fortuna de su familia. Así que, tras sumar ésta a la de su marido, se consideraba a esta pareja los más ricos de Castilla y entre los más ricos de la Europa de su tiempo.
He querido precisar este punto, pues, debido a ello, Alfonso, se crio en un ambiente donde no faltó nunca el lujo y, además, se aficionó pronto a las Artes y las Letras, ya que su familia se dedicaba, en parte, al mecenazgo.
Además, se supone que también tuvo cierta relación con su tío, el famoso alquimista Enrique de Villena, el cual le daría a conocer alguno de sus secretos.
Todo el mundo hablaba de él como de una persona que siempre vestía muy bien y que, además, gozaba de una gran simpatía.
En 1406, su familia concertó su boda, concretamente, con su prima María de Castilla, hija del rey Enrique III y de Catalina de Lancaster, hermana de Enrique IV de Inglaterra. Al ser muy jóvenes aún, la boda no se celebró hasta 1415. Concretamente, se casaron en Valencia.
En 1412, tras el Compromiso de Caspe, se eligió rey de Aragón a su padre, Fernando, por tanto, como Alfonso era su hijo mayor, pues se le reconoció como heredero de la Corona de Aragón, que, por si alguno no lo sabe, no es lo mismo que el reino. La Corona de Aragón engloba los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, etc, más los condados catalanes.
Los demás hermanos, que fueron conocidos desde entonces como los infantes de Aragón, permanecieron en Castilla para defender los intereses de su familia, los Trastámara,  en ese reino.
En 1416 murió su padre y Alfonso fue proclamado nuevo rey. Desde el principio, tuvo muchos problemas. Por una parte, se reducían sus partidarios en Castilla y eso era peligroso para poder defender sus intereses.
Por otro lado, el tradicional enemigo de Aragón, Génova, amenazaba sus dominios en el Mediterráneo.
También se cebaron con él, desde el principio, los representantes de los condados catalanes. Ya que su padre no les aprobó una serie de reivindicaciones en las Cortes de Montblanc, de 1414, pues ahora probaron con su hijo a ver si había más suerte.
Además, el joven rey, siguió con la política de su padre, favoreciendo a los maltratados campesinos de la remensa, algo que no gustó nada a la oligarquía catalana. Incluso, en las Cortes de Barcelona de 1416, algunos representantes catalanes osaron desafiarlo.
Alfonso les dio donde más les dolió. Así que leyó su discurso en castellano y eso no les gustó absolutamente nada, a pesar de que anunciaba una política favorable a Cataluña.
A pesar de ello, los representantes de los brazos eclesiásticos y reales de las Cortes, estuvieron de acuerdo en negociar con el rey las ayudas solicitadas por éste para luchar contra Génova. No así los nobles, que no quisieron dar su brazo a torcer.
Así que el rey se encaminó a la próspera ciudad de Valencia para organizar la flota que debería de luchar contra Génova. Hasta allí llegaron también los representantes catalanes, los cuales le exigieron una reforma del Gobierno y la expulsión de todos los extranjeros de la corte real. Se referían, por supuesto, a los castellanos amigos del rey.
La cosa se le puso muy fea, porque el tema de los extranjeros, como era muy impopular, pues lo apoyaron las ciudades de Zaragoza y Valencia. Así que tuvo que volver a Barcelona para celebrar, en 1419, unas nuevas Cortes, donde se expresó en catalán y, además, tuvieron que discutir, previamente, las reclamaciones de cada condado, antes de soltarle la pasta.
Al fin, a mediados de 1420, consiguió embarcar para Italia. Harían escala en Mallorca, para luego ir a Cerdeña a fin de frenar las apetencias de los genoveses en esa isla y en Córcega.
Esta política no era nueva, pues no hay que olvidar que Pedro III ya conquistó Sicilia, en el siglo XIII, para la Corona de Aragón.
No se le dio muy bien esta aventura, pues los corsos resistieron muy bien con la ayuda de sus aliados los genoveses. Así que puso sus ojos en el vecino reino de Nápoles, que le pareció más sencillo de anexionar.
En Nápoles gobernaba la reina Juana II de Anjou, con la ayuda de dos viejos condotieros. Como la reina no había tenido descendencia al reino no se le veía mucho futur
o. Incluso, algunos nobles napolitanos apoyaron su candidatura como nuevo rey, mientras que otros apoyaron la de Luis III de Anjou.
En 1421, cuando Luis de Anjou se cansó de esperar y puso sitio a los dominios de la reina Juana II de Nápoles, a ésta no se le ocurrió otra cosa que llamar a Alfonso para que le ayudara.
Como pago de su ayuda, le propuso que le adoptara como hijo y heredero, aparte de nombrarle duque de Calabria. Así que Alfonso aceptó esa generosa propuesta.
Así que en junio de 1421, ya entró Alfonso, por primera vez en Nápoles,
donde fue recibido como un héroe libertador.
No obstante, parece que la reina Juana no se fiaba mucho de él. Así que no se le ocurrió otra cosa que anular esa adopción y pasarse al bando contrario, nombrando ahora como heredero a Luis de Anjou.
Así que a Alfonso no le quedó otra que volverse a la Península Ibérica, donde residiría los próximos 9 años. No obstante, aprovechó su pasó por la ciudad de Marsella, aliada de los Anjou, para saquearla y llevarse el cuerpo de San Luis, que fue obispo de Toulouse.
Cuando llegó a Barcelona, en 1423, no le quedó otra que aceptar las reivindicaciones que le pusieron sobre la mesa los nobles catalanes y que anteriormente había rechazado.
En esta época se dieron varias luchas entre la rama aragonesa y la castellana de los Trastámara. Uno de los artífices principales de esta rivalidad fue el valido Álvaro de Luna.
En 1429, las tropas de Alfonso, unidas a las navarras de su hermano Juan, el padre de Fernando el Católico, invadieron Castilla y llegaron hasta Jadraque, en Guadalajara. No llegaron a combatir contra los castellanos, porque la reina María se interpuso y llegaron a un acuerdo.
En otra ocasión, Alfonso, pidió recursos a las Cortes catalanas para luchar contra los castellanos. No sólo no se los dieron, sino que una representación de estas Cortes se entrevistó con el valido castellano para informarle que no temiera al rey aragonés, pues no le iban a aportar nada para hacerle la guerra.
Parece ser que el rey se enteró de esta traición,  y, seguramente, fue una de las cosas que más le convenció para dejar la península. Así que, en 1432, dejó sola a su esposa, la reina María, para que se entendiera con ellos.
En 1433, tras el nuevo ataque de los genoveses al reino de Nápoles, la voluble reina Juana II, le volvió a nombrar heredero de su reino.
No obstante, esta alianza dio lugar a otra, en el bando opuesto, compuesta por el Papado, el emperador Segismundo, Florencia, Venecia y Milán.
Alfonso, esta vez, se lo pensó mucho, pues esa coalición era demasiado potente. No obstante, esta vez la suerte se decantó a su favor, cuando, en 1434, murió Luis de Anjou y al año siguiente, la reina Juana II.
Así que en 1435 puso sitio con sus naves a la ciudad de Gaeta, pero fue vencido y capturado en Ponza, junto con sus hermanos Juan y Enrique.
La reina María tuvo que emplearse a fondo en sus reinos, tras la captura de su marido, sin embargo, consiguió estabilizarlos.
Un poco más tarde, el duque de Milán, puso en libertad a Juan, hermano de Alfonso, y fue nombrado por éste como su lugarteniente para los reinos de Aragón, Mallorca y Valencia. Así, María, gobernaría en exclusiva en Cataluña.
Mientras tanto, Alfonso, gracias a su simpatía se ganó la amistad del duque de Milán, que era quien le mantenía prisionero. Así le puso en libertad y ambos firmaron un acuerdo para quedarse con el reino de Nápoles.
Tras varios años guerreando en ese reino, en 1441, pusieron cerco a Nápoles, que se rindió a mediados de 1442, entrando Alfonso oficialmente en la ciudad en febrero de 1443.
Unos días después, su hijo natural, Ferrán, fue nombrado duque de Calabria y heredero de ese trono.
No le fue muy mal a Alfonso, aunque tuvo que reprimir algunas revueltas al comienzo de su reinado.
Se desvinculó por completo de los problemas de la península y a partir de entonces instaló su corte en Nápoles, viviendo como un auténtico mecenas de artistas. También influyó para la circulación de nuevas ideas artísticas entre sus reinos.
También apoyó el nacimiento de 3 de los llamados Estudios Generales, embriones de las Universidades. Concretamente, los de Catania, Gerona y Barcelona.
Evidentemente, en Nápoles tuvo varias amantes que, quizás, sería una de las principales razones para que no volviera a su tierra. Una de ellas fue Lucrezia Alagno.
También intentó afianzar los territorios aragoneses en Grecia. Eso provocó que los turcos tuvieran algunos problemas para conquistar esa zona.
No obstante, no fue capaz de lograr una verdadera alianza de reyes de la Europa occidental para frenar el avance de los otomanos.
Alfonso murió en 1458 en el castillo del Ovo, en Nápoles. No tuvo hijos con su esposa, la reina María. Por ello, su hermano Juan, que ya era rey de Navarra, también llegó a ser rey de Aragón. Precisamente, fue el padre de Fernando el Católico.
Curiosamente, los padres de los Reyes Católicos se llamaron de igual forma, Juan II.
En el siglo XVII, el virrey español en Nápoles tuvo la idea de traerse los restos de este monarca para que descansaran con los demás de su familia en el monasterio de Poblet. Supongo que pensaría que así estarían mejor guardados.
Desgraciadamente, como ya es sabido, con las Desamortizaciones habidas en España, durante el siglo XIX,  se abandonaron muchos de estos lugares de culto, por lo que las tumbas  de todos estos reyes aragoneses fueron violadas y sus cuerpos abandonados entre las ruinas del monasterio de Poblet.
Al cabo del tiempo, los restos de todos estos monarcas, fueron más o menos recuperados y reconstruidas sus tumbas a fin de tener a estos monarcas como procede en un panteón real.

SANCHO III "EL MAYOR"

SANCHO III EL MAYOR, EL REY MÁS IMPORTANTE DE SU ÉPOCA

En España, cuando se enseña a los jóvenes nuestra Historia de la Edad Media, yo creo que se tiende a remarcar el papel preponderante que tuvo Castilla en esa época. En términos generales, se puede llegar a afirmar que fue más o menos así, pero, quizás, por ello, se olvida a menudo el papel de otros reyes, como los de Navarra, que tuvieron también, en ciertos momentos,  un papel muy importante.
Esta vez traigo al blog a un rey que, posiblemente, a mucha gente no le suene. Se trata de Sancho Garcés III el Mayor.
Sus padres fueron García Sánchez II, llamado el temblón, según dicen algunos porque temblaba todo su cuerpo antes de entrar en combate. No sabemos si sería a causa de los nervios o del miedo. La cosa se podría explicar si menciono que su contrincante habitual en su época fue nada menos que el gran Almanzor.
Su madre fue Jimena Fernández. Hija del conde de Asturias, o sea, pariente de la esposa del futuro Cid.
Se cree que nuestro personaje nació en 988 y, como su padre murió aún joven, pues él heredó el trono con sólo 12 años. La tutela les fue asignada a su madre, Jimena, y a su abuela, Urraca, ambas nacidas y educadas en Castilla. Algo que no debemos de pasar por alto.
Cuando Sancho llegó al trono, en 1005, se pudo comprobar que estaba mucho más preparado para la guerra que su padre. De hecho, le llamaron “cuatro manos”, aunque, siempre que pudo utilizó preferentemente la diplomacia.
Aparte de heredar el reino de Navarra, también heredó el entonces condado de Aragón. Así que, tras la muerte de Almanzor, aprovechó  para avanzar en tierras aragonesas y asegurar esa frontera. Incluso, obligó al rey moro de Zaragoza a devolverle algunas zonas que les habían conquistado a Navarra.
En 1010, al morir el conde de Ribagorza, pariente suyo, invadió el condado y lo mismo hizo con el condado de Ribagorza, alegando en ambos casos ciertos derechos sucesorios un tanto discutibles.
Incluso, llegó a someter a vasallaje a Gascuña, que está al otro lado de los Pirineos y al conde Barcelona, Berenguer Ramón I.
Su matrimonio con Munia, hija del conde Castilla, Sancho García, le añadió la Rioja a sus dominios.
Como no daba puntada sin hilo, aprovechó el matrimonio de su hermana, Urraca, con el rey Alfonso V de León, para extender su influencia en esa corte.
 Incluso, a la temprana muerte de este rey, mandó a gente navarra de su confianza para asesorar a su hermana, que actuaba como regente de su hijo, el futuro Bermudo III de León. Así crearon en León una especie de partido a favor de Navarra, que sería decisivo más adelante.
Sus hilos diplomáticos volvieron a moverse cuando concertaron el matrimonio del joven conde de Castilla, García Sánchez, y Sancha, hija de Alfonso V y hermana de Bermudo III.
Cuando este joven viajó de Burgos a León para casarse con su prometida, fue sorprendido, durante el viaje, por un grupo de hombres de la familia Vela, que eran castellanos exiliados en León. En la lucha murió este joven, junto con muchos de sus acompañantes. Los Vela eran enemigos políticos de su padre.
Parece ser que la cosa venía desde que Fernán González, el primer conde independiente de Castilla, quiso unificar su territorio y arrebató a la importante familia de los Vela sus posesiones en Álava.
 
Sin embargo, la cosa no quedó así. Como en las buenas películas de aventuras, Sancho III persiguió con sus huestes a los Vela y, cuando supo que se habían refugiado en el castillo de Monzón, lo asedió y asaltó, pasando a cuchillo a todos sus defensores. A los miembros de la familia Vela los reservó para quemarles en la hoguera, cosa que hizo más tarde.
A la vista de este asesinato, como no había más herederos, Sancho III reclamó el condado de Castilla para su esposa, que era la hermana del asesinado. No obstante, quien gobernó en Castilla, a partir de entonces, fue Sancho III y no su esposa.
Sin embargo, supongo que para no estropear un buen pacto, no se le ocurrió otra cosa que casar a su segundo hijo, Fernando, con Sancha, la prometida del asesinado. Ese enlace fue muy importante para la Historia de España, como ya veremos más adelante.
Más adelante, en 1032, como siempre había tenido discusiones con León acerca de unos territorios en disputa entre el Cea y el Pisuerga, aprovechó las rebeliones nobiliarias en León para atacar ese reino y ocupar su capital. Bermudo III tuvo que salir huyendo hasta Galicia, que fue la única zona que le dejó el navarro.
Se discute si, a partir de ese momento, se le llamó emperador, pues sus territorios iban ya desde Zamora hasta Barcelona, aunque su autoridad sobre ellos fue muy desigual.
No se sabe realmente por qué fue tan importante Navarra en su tiempo. Se cree que su importancia se debe a que fue una zona que servía para el intercambio de los productos de los reinos musulmanes con los del resto de Europa. De hecho, estaba atravesada por el llamado “Camino francés”, el cual atrajo, posteriormente a muchos francos a ese reino.
Por otra parte, fue un gran amante de la cultura y llegó a tener relaciones diplomáticas con varios reinos de Europa, algo inusitado hasta entonces.
Fue protector de los cluniacenses y de toda su labor de progreso. Incluso, fue amigo del famoso abad Oliba, al cual dedicaré otra entrada en este blog.
También fomentó algunas construcciones, como la catedral de Palencia y otros muchos monasterios.
Según una leyenda, tras una fuerte discusión entre su esposa, Munia, y su hijo mayor García, ésta le exigió a Sancho que no le legara Castilla a su hijo mayor, sino al segundo.
En 1035 murió Sancho III y, como estos reyes no  veían sus reinos como estados, sino como algo parecido a sus fincas, pues repartió las mismas entre sus hijos.
Por ello, se puede afirmar que, a partir de él,  los reyes de todos los reinos cristianos hispánicos fueron descendientes de este monarca y en algunos de ellos se les denominó dinastía de Navarra.
García recibió el reino de Navarra, la Rioja y las tierras ganadas a Castilla. Fernando recibió el condado de Castilla, que él convertirá en reino y algunas tierras que les quitaron a León. Gonzalo recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Por último, Ramiro, que era hijo bastardo, fruto de una relación extramatrimonial del rey con Sancha de Aibar, y fue adoptado por los reyes, recibió el condado de Aragón, que él convertiría en reino.
Al cabo de unos años, cuando cada uno de los hijos ya había ocupado su trono, se suscitó un pleito entre Bermudo III de León y Fernando I de Castilla. Este último pidió ayuda a su hermano García III de Navarra.
Así, los dos hermanos combatieron juntos contra el rey de León, el cual, en la batalla de Tamarón (1037), en medio de una carga de caballería, se adelantó demasiado hacia las líneas enemigas y fue acribillado por las lanzas de los aliados.
De esa forma, como Bermudo III había muerto sin hijos, la nueva heredera sería Sancha, casada con Fernando I de Castilla. De esa forma, en 1037, se llegó a la primera y efímera unión de Castilla y León.
Por supuesto, los hijos de Fernando I de Castilla y León son los que aparecen en el famoso y conocido por todos, “Cantar del Mío Cid”.

La amistad entre los dos hermanos, Fernando I de Castilla y García III de Navarra no duró mucho. En 1054, tras muchas discusiones sobre unos territorios que unos decían que eran de Castilla y otros de Navarra, se dio una batalla entre ambos. El sitio donde tuvo lugar es hoy en día muy conocido por todos, pero por otros motivos. Su nombre es Atapuerca. Allí, el rey de Navarra pereció en el combate y se nombró a su hijo como nuevo rey de Navarra.

GARCÍA ÍÑIGUEZ I, REY DE NAVARRA

EL DESDICHADO REINADO DE GARCÍA ÍÑIGUEZ I DE NAVARRA

Siguiendo con el ciclo de entradas sobre reyes poco conocidos de la Historia de España, hoy me voy a dedicar a la figura de García Íñiguez. Un rey que prometía mucho, pero que, debido a las circunstancias de su época, se estropeó su reinado.
No se conoce bien ni el año, ni el lugar de su nacimiento. Sólo se puede afirmar  que fue en el siglo IX.
Fue hijo del gran Íñigo Arista, una figura esencial en la Historia de Navarra, pues se le considera el iniciador de su monarquía. Incluso, es importante mencionar que una hija de Arista casó con uno de los miembros de la familia Banu Qasi, de Tudela. Lo cual hizo que se estrecharan aún más los lazos de mutua defensa de estos dos reinos, aunque tuvieran religiones diferentes. Así los de Tudela consiguieron un aliado para independizarse de Córdoba y los
de Pamplona otro para independizarse del Imperio carolingio.
Así, en 824, el emperador Ludovico Pío, hijo y sucesor del gran Carlomagno, envió sus tropas a la Península Ibérica para castigar las inquietudes independentistas de los territorios de Navarra y Aragón, ambos en la Marca Hispánica, llamada así por ser la frontera entre sus dominios y los musulmanes.
Estas fuerzas, que iban al mando de los condes Eblo y Aznar, consiguieron penetrar en Pamplona y llevarse un importante botín.
Al retirarse hacia lo que hoy es el territorio francés, justo al pasar por el puerto de Roncesvalles, se reprodujo el caso de la derrota de Roldán en 778.
Las tropas imperiales sufrieron en ese puerto el ataque conjunto de las fuerzas de Íñigo Arista, con sus tropas navarras; Musa ibn Musa, con sus tropas muladíes tudelanas; y García el Malo, con sus tropas del condado de Aragón.
La derrota imperial fue estrepitosa. En cuanto a sus líderes, Aznar, que era vasco y tenía parientes y amigos entre los navarros, fue liberado tras jurar no volver a atacarles. Por otra parte, el conde Eblo, no tuvo la misma suerte, pues fue enviado a Córdoba, en calidad de regalo al emir Abderramán II, a fin de ganar su apoyo ante futuras invasiones de las tropas imperiales. 
Volviendo a nuestro personaje, García Íñiguez I, hijo de Íñigo Arista, sabemos que comienza su reinado en 852, a la muerte de su padre, aunque es posible que interviniera mucho antes, pues, seguramente, tendría que suplir a su padre en muchas ocasiones a causa de la parálisis que le aquejó en los últimos años de su reinado.
En 843 ayudó a su tío, Musa ibn Musa, a luchar por la independencia de los Banu Qasi del emirato de Córdoba. Eso les costó a ambos una amplia derrota, frente a las tropas cordobesas.
En 859, nada menos que los famosos vikingos, desembarcaron en algún lugar de Guipúzcoa y desde allí llegaron hasta Pamplona. El rey les hizo frente, pero fue derrotado y hecho prisionero. Tuvo que pagar un alto rescate para conseguir su liberación.
Al tema de los vikingos en España, seguramente, dedicaré próximamente otra entrada.
Realmente, lo que más le molestó al monarca fue que, a pesar de ser avisados sus parientes y aliados, los Banu Qasi, no quisieron ayudarle. Así que decidió cambiar de aliado, casándose con Leodegundia, hija del rey Ordoño I de Asturias.
Por eso, cuando, más tarde, se produjo un enfrentamiento entre Asturias y los Banu Qasi, los navarros no dudarán en luchar del lado de los asturianos.
Concretamente, en 860, la alianza entre asturianos y navarros consiguió la victoria en la batalla de Albelda, frente a las fuerzas de los Banu Qasi, feudatarias de Córdoba.
Durante su reinado se fomentó el tránsito de los peregrinos hacia Santiago de Compostela, poniendo las bases del llamado “Camino de Santiago”.
Como el rey navarro se decidió por ampliar sus dominios hacia la Rioja, el emir de Córdoba, Muhammad I, se decidió por realizar un ataque preventivo en 860 y arrasar Pamplona.
García volvió a ser derrotado, esta vez a manos de los musulmanes, los cuales le convirtieron en tributario suyo y, además, le exigieron que les cediera a su hijo, Fortún Garcés, para garantizar el pago de esas cantidades.
A pesar de su nombre, Fortún, no tuvo mucha fortuna, pues fue capturado, junto con su hija Oneca, en un pueblo llamado Milagro y tuvo que permanecer unos 20 años como cautivo en la poderosa Córdoba. Tampoco sería muy agraciado físicamente, pues se le apodó “el Tuerto”.
Al morir su padre, en 870, defendiendo el catillo de Aibar del asedio musulmán, no pudo heredar el reino, a causa de su cautiverio. En su lugar, García Jiménez, ocupó el puesto de regente del reino.
Realmente, no se conoce bien la relación entre ellos, aunque algunos autores afirman que el regente era hermano de Íñigo Arista.
Lo único cierto es que, al regreso del desdichado Fortún, procedente de su cautiverio en Córdoba, donde había sido muy bien tratado por los musulmanes, fue encerrado, por orden del regente, en el monasterio de Leire, donde acabó sus días.
Otros autores dicen que fue él quien se retiró voluntariamente a ese monasterio, dado que ya tenía una edad avanzada para esa época y por las presiones de Sancho Garcés I.
El regente dio lugar a una nueva dinastía, llamada Jimena, que dio grandes reyes a Navarra, como Sancho Garcés I.
No me gustaría acabar sin pasar por alto la figura de Oneca Fortúnez, hija de Fortún, que compartió cautiverio con su padre en Córdoba.
Esta figura es muy interesante, pues, en su momento, fue una especie de nexo, que sirvió para emparentar la dinastía califal con los reinos cristianos.
Su belleza fue muy alabada pro los cronistas musulmanes, quizás, por eso, casó, alrededor del 862, con un príncipe de la famosa dinastía Omeya, Abdullah, hijo Muhammad I.
Incluso, algunos afirman que se convirtió al Islam. Lo cierto es que le dio un hijo llamado Muhammad, nacido en 864. También tuvieron dos hijas más.
En 888, su marido se convirtió en el nuevo emir, tras el fallecimiento de su padre, y el hijo de Oneca fue nombrado sucesor al trono.
Como en esta historia no hay nada normal, pues Muhammad no llegó a ocupar el trono, porque fue asesinado por su hermanastro, Al Mutarrif, el cual luego fue ejecutado por orden de su padre.
Así que el nuevo sucesor era un bebé, hijo del asesinado Muhammad, pues nació 3 semanas antes de la muerte de su padre. Este bebé tendría un puesto de honor en las Historia. Sería nada menos que el califa Abderramán III.
Este califa nunca pudo disimular su origen, pues era pelirrojo y con ojos azules, aunque se tenía el pelo a menudo para no parecer un extraño al resto de los musulmanes. Su madre, Muzna, también era del norte de la península.
Como ya mencioné antes que Oneca fue una especie de nexo entre los diferentes reinos peninsulares, hay que mencionar, que, al abandonar su padre el cautiverio en Córdoba, le siguió a Navarra.
Ya, con unos 30 años, casó con su primo el conde Aznar Sánchez de Larraun. Tuvieron 3 hijos. Sancho, del que se supone que moriría joven. Toda Aznárez, que casó con el rey Sancho I Garcés de Pamplona, uniendo así las dos dinastías navarras, Íñiguez y Jimena. Sancha Aznárez casó con Jimeno Garcés, hermano del rey y, posteriormente, sucesor de éste.
Algunos elevan la importancia de Oneca, indicando que, por una parte, fue abuela del califa Abderramán III y, a la vez, también de García Sánchez I de Navarra, del cual descendieron muchos reyes españoles.
Si alguno ha leído mi anterior entrada sobre Sancho I de León, el rey obeso, habrá visto ahí la figura de Toda Aznárez y sus gestiones diplomáticas con su pariente, Abderramán III.
Como habréis podido ver, en aquella época, no eran tan diferentes los moros de los cristianos a pesar de lo que nos hayan enseñado de pequeños en la escuela.

SANCHO I "EL GORDO"

SANCHO I EL GORDO, UN REY CON UNA VIDA DE CUENTO

Hoy traigo al blog un personaje casi desconocido por todos. Confieso que yo tampoco sabía nada de él hasta el año pasado, que lo encontré por pura casualidad.
La verdad es que la historia de este rey parece sacada de uno de esos cuentos infantiles tradicionales, pero no, fue totalmente cierta.
Para empezar, hay  que decir que Sancho fue hijo de Ramiro II de León y de su segunda esposa, Urraca. La cual era hija de Sancho Garcés I de Navarra y de Toda Aznárez. Sobre esta última hablaré más adelante.
Quizás el gran problema de Sancho, aparte de su gordura, era su gran ambición y el verse postergado por su hermano, Ordoño, hijo del primer matrimonio de Ramiro II de León con Adosinda Gutiérrez, que reinaría con el nombre de Ordoño III de León.
Sancho siempre quiso ser rey y, aunque su hermano lo apartó de la corte, nombrándolo gobernador de Burgos, siempre estuvo organizando revueltas internas que llegaron a provocar dos guerras civiles, que duraron poco tiempo.
Nuestro personaje parece ser que era muy persuasivo y llegó a convencer tanto al conde Fernán González de Castilla, que era el suegro de Ordoño, como a su tío el rey de Navarra, para que atacaran León y, así, cuando él estuviera en el trono, les devolvería los territorios que habían perdido anteriormente en guerras contra su reino.
Ordoño III consiguió vencer a los ejércitos de los aliados, haciendo que cada uno huyera hacia su respectivo territorio.
Bueno, las peleas entre hermanos herederos de un trono eran habituales en la Edad Media. Algo parecido ocurrió entre Alfonso IV el monje y Ramiro II, ambos reyes de León. En este caso, el primero dejó el trono a Ramiro, para hacerse monje.
Luego, tras unos años de vida conventual, quiso volver a reinar, pero su hermano no se lo permitió, lo encerró y ordenó que le sacaran los ojos. Está claro que era un perfeccionista. Esto de los ojos era muy típico entre los visigodos.
Como consecuencia de la rebelión del conde Fernán González, expulsó de León a su esposa, que era hija del conde, y se amancebó con Elvira Peláez, hija de otro conde,  Pelayo González. De esta última unión nacería Bermudo, heredero al trono de León, aunque fuera bastardo.
Ordoño III intentó llevarse bien con los musulmanes, porque estaban en pleno apogeo, liderados por Abderramán III y, en toda la península,  no había quién les parara 
El rey de león no tuvo mucha suerte y falleció cuando sólo llevaba 5 años de reinado. Como su hijo, Bermudo, era aún muy pequeño, su hermano Sancho aprovechó la oportunidad de su vida y, apoyado por muchos nobles, fue proclamado rey en 955.
Una vez en el trono, intentó por todos los medios rebajar el poder de la nobleza. Eso causó el efecto contrario y dio lugar a muchas burlas y menosprecios a causa de su excesiva gordura.
Este defecto era tan importante que le impedía,  montar a caballo y manejar las armas. Incluso, para andar necesitaba apoyarse en otra persona.
Esta minusvalía, provocada por la obesidad, no era admisible en plena Edad Media, donde todos los reyes solían cabalgar, en medio de las batallas, al frente de sus tropas. El rey tenía que ser el mejor caballero.
Empezó su reinado con mal pie, no sólo por su defecto, sino porque al negarse a firmar un tratado que ya había preparado su hermano antes de morir, con el califa Abderramán III, fue atacado por los musulmanes, provocando serios destrozos.
La nobleza, que antes le había apoyado, empezó a intrigar contra este rey, pues, su actitud hacia los musulmanes, les estaba provocando muchos perjuicios.
El citado, Fernán González, primer conde independiente de Castilla, que tenía fama de liante, esta vez se las arregló para casar a su hija, ya viuda de Ordoño III, con otro Ordoño, que era hijo del destronado Alfonso IV el monje.
Para liar más la cosa, Fernán, reunió a varios nobles, los cuales proclamaron en 958 al mencionado Ordoño, rey de León, con el nombre de Ordoño IV. Por cierto, este tampoco sería muy agraciado físicamente, porque era jorobado.
Sancho I tuvo que salir zumbando hacia Navarra y allí le recibió calurosamente su abuela, la reina Toda Aznárez, que, por entonces, tras haberse quedado viuda, ejercía la regencia del reino, dada la corta edad de su hijo, el futuro García Sánchez  I de Navarra.
Toda, inmediatamente, se dio cuenta de que la única forma de que su nieto volviera a reinar en León pasaba por encontrar un potente aliado para su causa y por perder un montón de kilos, para convencer a sus súbditos.
 El único aliado que podría ayudarles a recuperar el trono de León era el califa Abderramán III. Así, aunque Toda había estado guerreando muchos años contra los moros, venció sus prejuicios a fin de ayudar a su nieto.
El califa les mandó un médico judío, al cual también le dio instrucciones para negociar la paz con Córdoba. Luego les exigió que fueran a esa ciudad para firmar el tratado.
Sancho I, gracias a los remedios del médico, consiguió rebajar mucho su peso y, además, el califa, le mandó un ejército para recuperar el trono.
A partir del 959, consiguió rendir muchas plazas del reino, con la ayuda de los moros. Sin embargo, León seguía en poder de Ordoño IV.
En 960, el liante del conde Fernán González, fue vencido y capturado en una batalla. Así que Ordoño IV perdió a su principal apoyo. Por ello, huyó primero a Asturias y luego a Burgos.
En 961 murió el gran califa Abderramán III. Los reyes cristianos interpretaron que ya no tendrían que cumplir lo pactado. Además, el nuevo califa no parecía muy belicoso. Pues, se equivocaron.
El nuevo califa pidió que se cumplieran los pactos de forma inmediata. León debería de entregarle unas cuantas fortalezas y Navarra a su prisionero, el conde Fernán González.
Esto no fue posible, porque el conde ya había sido liberado por el rey navarro y aquél no perdió el tiempo, pues enseguida fue a prestar juramento ante Sancho I. Además, nada más volver a Castilla, expulsó de allí a Ordoño IV.
Como a éste último no se le ocurrió otra cosa que ir a Córdoba para intentar buscar el apoyo del califa, como ya hicieron Sancho I y su abuela, Toda, pues el rey leonés envió inmediatamente una embajada a Córdoba para notificarle de que iba a cumplir lo pactado. No fuera que ahora apoyaran al otro.
Lo curioso es que  Ordoño IV murió de repente y Sancho I se negó a cumplir lo prometido. Así que el califa ordenó la invasión de León.
Aunque firmaron una alianza, Navarra, Castilla y los condados catalanes, el califa les fue venciendo uno a uno, provocando muchos destrozos. Además, les obligó a firmar una paz con unas condiciones leoninas. Todo esto provocó una situación de anarquía en estos territorios y un desprestigio de León, por parte de los demás reinos.
En Galicia estalló una sublevación, capitaneada por el conde Gonzalo Sánchez. Hacía allí partió Sancho I con su ejército.
El jefe rebelde invitó a Sancho a una entrevista en el campamento de los sublevados. Allí le ofreció unos frutos, que el rey comió, sin sospechar que habían sido previamente envenenados.
No murió enseguida, sino que fue perdiendo sus fuerzas poco a poco. Así que ordenó que lo trasladaran a León. No pudo llegar con vida, pues murió en un monasterio de Galicia, 3 días después de su entrevista con el jefe rebelde.
Murió en 965, dejando una viuda y un hijo de sólo 5 años, llamado Ramiro, que le sucedería en el trono.
Como ya habréis podido leer, este rey tuvo una vida con todos los ingredientes de un cuento. Muchas veces no hace falta inventarse ningún cuento, simplemente, hay que rebuscar en nuestra Historia.

A lo mejor, si hicieran eso los guionistas y directores de cine español, recaudarían más por sus películas y no habría que subvencionarles.
Extraído de esta web

domingo, 18 de octubre de 2015

ALEGORÍA DE ESPAÑA


Alegoría a España en la fachada de la Biblioteca Nacional de España. Obra del catalán Agustí Querol (1892-1903)

lunes, 12 de octubre de 2015

ASÍ CONQUISTÓ JAIME I VALENCIA

9 d'Octubre
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2015/10/08/5616b294e2704e1c528b4605.html

Así conquistó Jaime I Valencia



El 9 d'Octubre se celebra la entrada del Rey en la ciudad tras 23 años en los que fue incorporando territorios a la Corona de Aragón
A Valencia le concedió privilegios de autogobierno

Hay que remontarse al año 138 a.C. Cuando el cónsul de Hispania Décimo Junio Bruto concedió unas tierras y campos a los soldados que habían luchado en las campañas Lusitanas. Se trataba de una aldea en la costa del levante en una ruta comercial, vía Augusta, que unía Cádiz con el norte de la península por el mediterráneo. La llamaron 'Valentia Edetanorum' y la instalaron en lo que por entonces era una isla en el río Túria.
Hasta el siglo V d.C. la ciudad es destruida y reconstruida en diferentes ocasiones. Hasta que llega la decadencia del Imperio Romano. Entre los siglos V y VIII existe un tiempo de conquistas y guerras por toda la península entre los pueblos bárbaros, suevos, alanos, vándalos y más tarde los visigodos, quienes dominaron la ciudad de 'Valentia' hasta el siglo VIII.
En el año 711, el rey Rodrigo es vencido en el río Guadalete y se produce el avance de los musulmanes en la península. Valencia fue sitiada por los musulmanes. Tras varios intentos de conquista rechazados por los defensores y viendo ambos la complejidad de la situación, finalmente el gobernador de Valencia Agrescio entregó la ciudad a cambio de seguir viviendo en sus casas con sus costumbres y religión o bien marcharse de la ciudad con sus pertenencias. Mas tarde, la ciudad se convertiría en el reino 'Taifa de Balansiya'.
El 17 de junio de 1094 el Cid Campeador toma Valencia después de meses de asedio y cerco a la ciudad. Se tituló príncipe de Valencia y se instaló en la ciudad hasta su muerte el 10 de julio de 1099. En 1101 el rey Alfonso VI de Castilla ordena la evacuación de la ciudad y Valencia vuelve a manos de los almorávides restaurando el culto musulmán.

La conquista

Se realizó entre 1232 y 1245. Hijo de Pedro II el Católico y María de Montpellier, Jaime I, vivió unos primero años de vida difíciles viviendo junto con los caballeros templarios en el castillo de Monzón. Durante los primeros 15 años de su reinado tuvo diversas luchas contra la nobleza aragonesa.
Una vez asentado en el trono y tras las conquistas de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, en 1232 comienza una serie de conquistas por la zona levantina que le encaminarán a la conquista de la ciudad de Valencia. La táctica para dicha conquista era tomar enclaves estratégicos como Morella, Peñíscola y Burriana, de donde se repartía la mayoría de los alimentos de la zona a las poblaciones de los alrededores. Así con el control de estos castillos la mayoría de ciudades que dependían de éstas se rindieron sin batalla previa debido a la falta de alimentos. Ciudades como Almenara, Museros, Bétera, Paterna o Silla fueron rendidas por los musulmanes.
Una vez que Jaime I tuvo cercada Valencia, el rey de Tunís (Túnez) mandó 12 galeras y 6 tarifas a la costa del Grau para ayudar a las tropas musulmanas en la defensa de la ciudad. Pero Jaime I se instala en un campamento entre las naves del rey de Tunís y las tropas de la ciudad. Por lo que el ejército naval no se atreve a desembarcar y las tropas de la ciudad tampoco se atreven a salir en su protección. Así que los barcos se marchan hacia Peñíscola y atacan la ciudad. Tras una dura batalla, pierden y huyen de la zona.
En uno de los enfrentamientos Jaime I se dio cuenta de que sus tropas estaban entrando en una emboscada y acudió en su ayuda acercándose tanto a la villa que un ballestero disparó una saeta y se le clavó en la frente. Afortunadamente para el rey de Aragón, la flecha no traspasó el casco y sólo le quedó una llaga durante unos días como consecuencia del ataque. La última batalla se produjo en la torre Portal de la Boatella, en la vía San Vicente. Tras la pérdida de este enclave el rey Çaén decide rendir la ciudad tras no poder recibir refuerzos, debido a la escasez de alimentos y hambruna que pasaba su ejército tras las murallas y ésta última pérdida de la torre.
Por estos motivos rinde Valencia a cambio de un salvoconducto a Cullera. Los musulmanes se llevaron todo cuanto pudieron portar en las manos.

La conquista de los territorios continuó hasta el año 1245 llegando a obtener las ciudades de Alicante, Dénia, Cullera o Elche. Las tierras al sur de Biar - Villajoyosa fueron reservadas para la corona de Castilla, Murcia entre ellas.
Ya en el año 1261 se juran los Fueros de Valencia, por lo que se convertía en un reino diferenciado frente a la corona de Aragón. 100 años después de la conquista de la ciudad, el 9 de octubre de 1338, se conmemora por primera vez esta entrada triunfal del rey Jaume I, y ya desde entonces no se dejaría de celebrar, salvo por unos pocos años, hasta el día de hoy.
En 1707 tras la batalla de Almansa (guerra de Sucesión), Felipe V deroga los Fueros de Valencia pasando a ser una provincia del reino de España. En el año 1812 Valencia cae en manos del ejército de Napoleón en la guerra de la independencia española. Aún se conservan los cañonazos de su ejército en las Torres de Quart. Ya en 1814 Fernando VII inicia su reinado y Valencia pasa a formar parte de él.
Las comarcas de Villena y de Requena-Utiel, que pertenecieron durante todo el Antiguo Régimen a la Corona de Castilla, se integran en las provincias de Alicante y Valencia.
En la Guerra Civil, entre 1936-1939, Valencia se convierte en la capital de la España republicana y es bombardeada por la marina italiana fascista en coalición con las tropas franquistas. En 1982, tras la muerte de Franco, el Antiguo Reino de Valencia se constituye en la actual Comunidad Valenciana

Monumento al rey Jaime I

En 1882 se encargó la realización de la escultura en honor al rey Jaime I a los hermanos Agapito y Venancio Vallmitjana de Barcelona. La fundición de la escultura se realizó en los talleres La Maquinista Valenciana con un presupuesto de 30.000 pesetas.
La estatua fue tallada en madera por Agapito y aprobada por la comisión encargada en 1886. Se utilizaron 5 cañones y un obús para la fundición, los cuales fueron obtenidos del castillo de Peñíscola.
en 1878 se construye únicamente el pedestal. Y por falta de recursos económicos no es hasta 1891 cuando se instala también la escultura ecuestre.

Evolución de la Senyera

Desde la conquista de Valencia por Jaime I la bandera de la Comunidad Valenciana ha pasado por diferentes representaciones.
El primer estandarte fue con los colores de la corona de Aragón tras la conquista de Jaume I (Pendón de la Conquista). Más tarde, entre 1375 y 1383, Pedro el Ceremonioso concede a la ciudad de Valencia el derecho a utilizar la corona real en reconocimiento a la resistencia opuesta por Valencia a Pedro el Cruel de Castilla durante la guerra de los dos Pedros.
A partir de finales del siglo XIX principios del XX, se empieza a utilizar la Senyera coronada. Algunas representaciones la muestran con el murciélago en lo alto y con dos 'L' que representan, al igual que en el escudo de Valencia, la lealtad a la corona de Aragón.
En 1979, tras el fin del franquismo, se adopta la Senyera cuatribarrada, sin corona y con el emblema de la Generalitat en el centro como bandera oficial del ente preautonómico.

En 1981 se propone la bandera con el emblema de la Generalitat sobre la franja azul pero finalmente se adopta la Senyera coronada que es la bandera que se mantiene en la actualidad.