SANCHO III EL MAYOR, EL REY MÁS IMPORTANTE DE SU ÉPOCA
En España, cuando se enseña a los
jóvenes nuestra Historia de la Edad Media, yo creo que se tiende a remarcar el
papel preponderante que tuvo Castilla en esa época. En términos generales, se
puede llegar a afirmar que fue más o menos así, pero, quizás, por ello, se
olvida a menudo el papel de otros reyes, como los de Navarra, que tuvieron
también, en ciertos momentos, un papel
muy importante.
Esta vez traigo al blog a un rey
que, posiblemente, a mucha gente no le suene. Se trata de Sancho Garcés III el
Mayor.
Sus padres fueron García Sánchez
II, llamado el temblón, según dicen algunos porque temblaba todo su cuerpo
antes de entrar en combate. No sabemos si sería a causa de los nervios o del miedo.
La cosa se podría explicar si menciono que su contrincante habitual en su época
fue nada menos que el gran Almanzor.
Su madre fue Jimena Fernández.
Hija del conde de Asturias, o sea, pariente de la esposa del futuro Cid.
Se cree que nuestro personaje
nació en 988 y, como su padre murió aún joven, pues él heredó el trono con sólo
12 años. La tutela les fue asignada a su madre, Jimena, y a su abuela, Urraca,
ambas nacidas y educadas en Castilla. Algo que no debemos de pasar por alto.
Cuando Sancho llegó al trono, en
1005, se pudo comprobar que estaba mucho más preparado para la guerra que su padre.
De hecho, le llamaron “cuatro manos”, aunque, siempre que pudo utilizó
preferentemente la diplomacia.
Aparte de heredar el reino de
Navarra, también heredó el entonces condado de Aragón. Así que, tras la muerte
de Almanzor, aprovechó para avanzar en
tierras aragonesas y asegurar esa frontera. Incluso, obligó al rey moro de
Zaragoza a devolverle algunas zonas que les habían conquistado a Navarra.
En 1010, al morir el conde de Ribagorza,
pariente suyo, invadió el condado y lo mismo hizo con el condado de Ribagorza,
alegando en ambos casos ciertos derechos sucesorios un tanto discutibles.
Incluso, llegó a someter a
vasallaje a Gascuña, que está al otro lado de los Pirineos y al conde Barcelona,
Berenguer Ramón I.
Como no daba puntada sin hilo,
aprovechó el matrimonio de su hermana, Urraca, con el rey Alfonso V de León, para
extender su influencia en esa corte.
Incluso, a la temprana muerte de este rey,
mandó a gente navarra de su confianza para asesorar a su hermana, que actuaba
como regente de su hijo, el futuro Bermudo III de León. Así crearon en León una
especie de partido a favor de Navarra, que sería decisivo más adelante.
Sus hilos
diplomáticos volvieron a moverse cuando concertaron el matrimonio del joven
conde de Castilla, García Sánchez, y Sancha, hija de Alfonso V y hermana de
Bermudo III.
Cuando este
joven viajó de Burgos a León para casarse con su prometida, fue sorprendido,
durante el viaje, por un grupo de hombres de la familia Vela, que eran castellanos
exiliados en León. En la lucha murió este joven, junto con muchos de sus
acompañantes. Los Vela eran enemigos políticos de su padre.
Parece ser
que la cosa venía desde que Fernán González, el primer conde independiente de
Castilla, quiso unificar su territorio y arrebató a la importante familia de
los Vela sus posesiones en Álava.
Sin embargo,
la cosa no quedó así. Como en las buenas películas de aventuras, Sancho III
persiguió con sus huestes a los Vela y, cuando supo que se habían refugiado en el
castillo de Monzón, lo asedió y asaltó, pasando a cuchillo a todos sus
defensores. A los miembros de la familia Vela los reservó para quemarles en la
hoguera, cosa que hizo más tarde.
A la vista
de este asesinato, como no había más herederos, Sancho III reclamó el condado de
Castilla para su esposa, que era la hermana del asesinado. No obstante, quien
gobernó en Castilla, a partir de entonces, fue Sancho III y no su esposa.
Sin embargo,
supongo que para no estropear un buen pacto, no se le ocurrió otra cosa que
casar a su segundo hijo, Fernando, con Sancha, la prometida del asesinado. Ese enlace
fue muy importante para la Historia de España, como ya veremos más adelante.
Más
adelante, en 1032, como siempre había tenido discusiones con León acerca de
unos territorios en disputa entre el Cea y el Pisuerga, aprovechó las
rebeliones nobiliarias en León para atacar ese reino y ocupar su capital.
Bermudo III tuvo que salir huyendo hasta Galicia, que fue la única zona que le
dejó el navarro.
Se discute
si, a partir de ese momento, se le llamó emperador, pues sus territorios iban
ya desde Zamora hasta Barcelona, aunque su autoridad sobre ellos fue muy
desigual.
No se sabe
realmente por qué fue tan importante Navarra en su tiempo. Se cree que su
importancia se debe a que fue una zona que servía para el intercambio de los productos
de los reinos musulmanes con los del resto de Europa. De hecho, estaba
atravesada por el llamado “Camino francés”, el cual atrajo, posteriormente a
muchos francos a ese reino.
Por otra parte,
fue un gran amante de la cultura y llegó a tener relaciones diplomáticas con
varios reinos de Europa, algo inusitado hasta entonces.
Fue
protector de los cluniacenses y de toda su labor de progreso. Incluso, fue amigo
del famoso abad Oliba, al cual dedicaré otra entrada en este blog.
También fomentó
algunas construcciones, como la catedral de Palencia y otros muchos
monasterios.
Según una
leyenda, tras una fuerte discusión entre su esposa, Munia, y su hijo mayor
García, ésta le exigió a Sancho que no le legara Castilla a su hijo mayor, sino
al segundo.
En 1035
murió Sancho III y, como estos reyes no veían sus reinos como estados, sino como algo
parecido a sus fincas, pues repartió las mismas entre sus hijos.
Por ello, se
puede afirmar que, a partir de él, los reyes
de todos los reinos cristianos hispánicos fueron descendientes de este monarca
y en algunos de ellos se les denominó dinastía de Navarra.
García
recibió el reino de Navarra, la Rioja y las tierras ganadas a Castilla. Fernando
recibió el condado de Castilla, que él convertirá en reino y algunas tierras
que les quitaron a León. Gonzalo recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza.
Por último, Ramiro, que era hijo bastardo, fruto de una relación extramatrimonial
del rey con Sancha de Aibar, y fue adoptado por los reyes, recibió el condado
de Aragón, que él convertiría en reino.
Al cabo de
unos años, cuando cada uno de los hijos ya había ocupado su trono, se suscitó
un pleito entre Bermudo III de León y Fernando I de Castilla. Este último pidió
ayuda a su hermano García III de Navarra.
Así, los dos
hermanos combatieron juntos contra el rey de León, el cual, en la batalla de
Tamarón (1037), en medio de una carga de caballería, se adelantó demasiado hacia
las líneas enemigas y fue acribillado por las lanzas de los aliados.
De esa
forma, como Bermudo III había muerto sin hijos, la nueva heredera sería Sancha,
casada con Fernando I de Castilla. De esa forma, en 1037, se llegó a la primera
y efímera unión de Castilla y León.
Por
supuesto, los hijos de Fernando I de Castilla y León son los que aparecen en el
famoso y conocido por todos, “Cantar del Mío Cid”.
La amistad
entre los dos hermanos, Fernando I de Castilla y García III de Navarra no duró
mucho. En 1054, tras muchas discusiones sobre unos territorios que unos decían
que eran de Castilla y otros de Navarra, se dio una batalla entre ambos. El
sitio donde tuvo lugar es hoy en día muy conocido por todos, pero por otros
motivos. Su nombre es Atapuerca. Allí, el rey de Navarra pereció en el combate
y se nombró a su hijo como nuevo rey de Navarra.