SANCHO I EL GORDO, UN REY CON UNA VIDA DE CUENTO
Hoy traigo al blog un personaje
casi desconocido por todos. Confieso que yo tampoco sabía nada de él hasta el
año pasado, que lo encontré por pura casualidad.
La verdad es que la historia de
este rey parece sacada de uno de esos cuentos infantiles tradicionales, pero
no, fue totalmente cierta.
Para empezar, hay que decir que Sancho fue hijo de Ramiro II de
León y de su segunda esposa, Urraca. La cual era hija de Sancho Garcés I de
Navarra y de Toda Aznárez. Sobre esta última hablaré más adelante.
Quizás el gran problema de
Sancho, aparte de su gordura, era su gran ambición y el verse postergado por su
hermano, Ordoño, hijo del primer matrimonio de Ramiro II de León con Adosinda
Gutiérrez, que reinaría con el nombre de Ordoño III de León.
Sancho siempre quiso ser rey y,
aunque su hermano lo apartó de la corte, nombrándolo gobernador de Burgos,
siempre estuvo organizando revueltas internas que llegaron a provocar dos
guerras civiles, que duraron poco tiempo.
Nuestro personaje parece ser que
era muy persuasivo y llegó a convencer tanto al conde Fernán González de
Castilla, que era el suegro de Ordoño, como a su tío el rey de Navarra, para
que atacaran León y, así, cuando él estuviera en el trono, les devolvería los
territorios que habían perdido anteriormente en guerras contra su reino.
Ordoño III consiguió vencer a los
ejércitos de los aliados, haciendo que cada uno huyera hacia su respectivo
territorio.
Bueno, las peleas entre hermanos
herederos de un trono eran habituales en la Edad Media. Algo parecido ocurrió
entre Alfonso IV el monje y Ramiro II, ambos reyes de León. En este caso, el
primero dejó el trono a Ramiro, para hacerse monje.
Luego, tras unos años de vida
conventual, quiso volver a reinar, pero su hermano no se lo permitió, lo
encerró y ordenó que le sacaran los ojos. Está claro que era un perfeccionista.
Esto de los ojos era muy típico entre los visigodos.
Como consecuencia de la rebelión
del conde Fernán González, expulsó de León a su esposa, que era hija del conde,
y se amancebó con Elvira Peláez, hija de otro conde, Pelayo González. De esta última unión nacería
Bermudo, heredero al trono de León, aunque fuera bastardo.
Ordoño III intentó llevarse bien
con los musulmanes, porque estaban en pleno apogeo, liderados por Abderramán
III y, en toda la península, no había
quién les parara
El rey de león no tuvo mucha
suerte y falleció cuando sólo llevaba 5 años de reinado. Como su hijo, Bermudo,
era aún muy pequeño, su hermano Sancho aprovechó la oportunidad de su vida y,
apoyado por muchos nobles, fue proclamado rey en 955.
Una vez en el trono, intentó por
todos los medios rebajar el poder de la nobleza. Eso causó el efecto contrario
y dio lugar a muchas burlas y menosprecios a causa de su excesiva gordura.
Este defecto era tan importante
que le impedía, montar a caballo y
manejar las armas. Incluso, para andar necesitaba apoyarse en otra persona.
Esta minusvalía, provocada por la
obesidad, no era admisible en plena Edad Media, donde todos los reyes solían
cabalgar, en medio de las batallas, al frente de sus tropas. El rey tenía que
ser el mejor caballero.
Empezó su reinado con mal pie, no
sólo por su defecto, sino porque al negarse a firmar un tratado que ya había
preparado su hermano antes de morir, con el califa Abderramán III, fue atacado
por los musulmanes, provocando serios destrozos.
La nobleza, que antes le había
apoyado, empezó a intrigar contra este rey, pues, su actitud hacia los
musulmanes, les estaba provocando muchos perjuicios.
El citado, Fernán González,
primer conde independiente de Castilla, que tenía fama de liante, esta vez se
las arregló para casar a su hija, ya viuda de Ordoño III, con otro Ordoño, que
era hijo del destronado Alfonso IV el monje.
Para liar más la cosa, Fernán,
reunió a varios nobles, los cuales proclamaron en 958 al mencionado Ordoño, rey
de León, con el nombre de Ordoño IV. Por cierto, este tampoco sería muy
agraciado físicamente, porque era jorobado.
Sancho I tuvo que salir zumbando
hacia Navarra y allí le recibió calurosamente su abuela, la reina Toda Aznárez,
que, por entonces, tras haberse quedado viuda, ejercía la regencia del reino,
dada la corta edad de su hijo, el futuro García Sánchez I de Navarra.
Toda, inmediatamente, se dio
cuenta de que la única forma de que su nieto volviera a reinar en León pasaba
por encontrar un potente aliado para su causa y por perder un montón de kilos,
para convencer a sus súbditos.
El único aliado que podría ayudarles a
recuperar el trono de León era el califa Abderramán III. Así, aunque Toda había
estado guerreando muchos años contra los moros, venció sus prejuicios a fin de
ayudar a su nieto.
El califa les mandó un médico
judío, al cual también le dio instrucciones para negociar la paz con Córdoba.
Luego les exigió que fueran a esa ciudad para firmar el tratado.
Sancho I, gracias a los remedios
del médico, consiguió rebajar mucho su peso y, además, el califa, le mandó un
ejército para recuperar el trono.
A partir del 959, consiguió
rendir muchas plazas del reino, con la ayuda de los moros. Sin embargo, León
seguía en poder de Ordoño IV.
En 960, el liante del conde
Fernán González, fue vencido y capturado en una batalla. Así que Ordoño IV
perdió a su principal apoyo. Por ello, huyó primero a Asturias y luego a Burgos.
En 961 murió el gran califa
Abderramán III. Los reyes cristianos interpretaron que ya no tendrían que
cumplir lo pactado. Además, el nuevo califa no parecía muy belicoso. Pues, se
equivocaron.
El nuevo califa pidió que se cumplieran
los pactos de forma inmediata. León debería de entregarle unas cuantas
fortalezas y Navarra a su prisionero, el conde Fernán González.
Esto no fue posible, porque el
conde ya había sido liberado por el rey navarro y aquél no perdió el tiempo,
pues enseguida fue a prestar juramento ante Sancho I. Además, nada más volver a
Castilla, expulsó de allí a Ordoño IV.
Como a éste último no se le ocurrió
otra cosa que ir a Córdoba para intentar buscar el apoyo del califa, como ya
hicieron Sancho I y su abuela, Toda, pues el rey leonés envió inmediatamente una
embajada a Córdoba para notificarle de que iba a cumplir lo pactado. No fuera
que ahora apoyaran al otro.
Lo curioso es que Ordoño IV murió de repente y Sancho I se negó
a cumplir lo prometido. Así que el califa ordenó la invasión de León.
Aunque firmaron una alianza,
Navarra, Castilla y los condados catalanes, el califa les fue venciendo uno a
uno, provocando muchos destrozos. Además, les obligó a firmar una paz con unas
condiciones leoninas. Todo esto provocó una situación de anarquía en estos territorios
y un desprestigio de León, por parte de los demás reinos.
En Galicia estalló una
sublevación, capitaneada por el conde Gonzalo Sánchez. Hacía allí partió Sancho
I con su ejército.
El jefe rebelde invitó a Sancho a
una entrevista en el campamento de los sublevados. Allí le ofreció unos frutos,
que el rey comió, sin sospechar que habían sido previamente envenenados.
No murió enseguida, sino que fue perdiendo
sus fuerzas poco a poco. Así que ordenó que lo trasladaran a León. No pudo
llegar con vida, pues murió en un monasterio de Galicia, 3 días después de su
entrevista con el jefe rebelde.
Murió en 965, dejando una viuda y
un hijo de sólo 5 años, llamado Ramiro, que le sucedería en el trono.
Como ya habréis podido leer, este
rey tuvo una vida con todos los ingredientes de un cuento. Muchas veces no hace
falta inventarse ningún cuento, simplemente, hay que rebuscar en nuestra
Historia.
A lo mejor, si hicieran eso los guionistas y directores de cine español, recaudarían más por sus películas y no habría que subvencionarles.
Extraído de esta web