lunes, 27 de octubre de 2014

CONQUISTA DE VALENCIA

A diferencia de la conquista de Mallorca, en la que participaron principalmente los barceloneses y gentes huidas de las invasiones musulmanas de sus territorios, la del reino musulmán de Valencia se realizó tanto por parte de elementos barceloneses como aragoneses y huidos de las invasiones. Aquí participaron la nobleza y el clero de Aragón, las Órdenes Militares del Temple y del Hospital, las milicias de los pueblos del Bajo Aragón (Teruel, Daroca, Calatayud) y de las comarcas de Lérida y Tortosa, así como de otras del interior del condado de Barcelona. Y fue una conquista lenta. El método consistía en ir devastando las comarcas próximas a las principales poblaciones, para luego terminar asediándolas y forzarlas a la capitulación. Mediante los pactos de capitulación, los conquistadores respetaban la vida, las leyes, las costumbres y las propiedades a los conquistados, lo que explica que gran parte de la población musulmana permaneciera en sus casas. De esta forma, el monarca aragonés se aseguraba el dominio del territorio, con la consiguiente puesta en marcha de un proceso repoblador. En la conquista de Valencia cabe señalar tres etapas bien diferenciadas. La primera, entre los años 1232 y 1235, fue la conquista del norte del reino, en la que, con el acuerdo de la Orden del Hospital y con el magnate don Blasco de Alagón, que ya había conquistado Ares y Morella (al norte de la actual provincia de Castellón), Jaime I tomó Burriana (julio de 1233), para continuar con Almazora, Castellón de la Plana, Borriol, Cuevas de Vinromá, Alcalá de Chivert, Cervera y Vilafamés, entre otras. La segunda etapa se desarrolló entre 1236 y 1238, después de las Cortes Generales de Monzón (1236). En ellas, el rey pidió ayuda para la empresa y obtuvo, incluso, la bula del Papa Gregorio IX para realizar nuevas conquistas en concepto de Cruzada. Se acometió la parte central del reino de Valencia, incluida la capital, hasta el río Júcar, y dio comienzo con la toma de El Puig (agosto de 1237). Luego cayeron Almenara, Vall d’Uixó, Nules, Paterna, Silla y Valencia (9 de octubre de 1238), que capituló tras cinco meses de asedio. La tercera etapa, entre 1239 y 1245, se centró en la zona meridional, con la ocupación y conquista del reino de Denia. Comenzó con la toma de Cullera y siguió con Castellón de la Ribera, Denia (1240), Alcira (diciembre de 1242), Játiva (mayo de 1244), Montesa, Vallada, Mogente (1244) y Biar (1245).
La repoblación de la zona norte de Valencia, coincidente más o menos con la actual provincia de Castellón, se realizó donando amplios territorios a las órdenes del Temple y del Hospital, así como a numerosos magnates aragoneses, sistema que favorecía a la nobleza. Pero a partir de la toma de Valencia en 1238, la repoblación se efectuó con elementos barceloneses para las poblaciones y lugares abandonados del litoral y con aragoneses para el interior de las comarcas, mientras que en las zonas más meridionales se mantuvo la población musulmana y no hubo prácticamente repoblación. Esto último ocurrió también con respecto a las conquistas de la última etapa. La gran desproporción entre la población musulmana que se quedó en su territorio y los contingentes repobladores de población cristiana, que en muchas zonas fue escaso, es uno de los factores que explican las continuas rebeliones que tuvieron lugar a partir de 1247, como la protagonizada por al-Azrak en la zona montañosa situada al sur de la actual Gandía (Valencia). Esto provocó que se dictara un decreto de expulsión que afectó a más de 100.000 musulmanes y, en consecuencia, una fuerte aportación de elementos repobladores cristianos entre los años 1248 y 1270.

martes, 7 de octubre de 2014

GERMANA DE FOIX

GERMANA DE FOIX, ESPOSA DE FERNANDO EL CATÓLICO

Seguro que, al ver este título, algunos habrán pensado que me he equivocado o que me he fumado o bebido algo, que me haya sentado mal. Pues ni lo uno, ni lo otro. Esta mujer fue la segunda esposa de Fernando el Católico, tras la famosa reina Isabel I de Castilla, que todos conocemos, aunque sólo sea por la famosa serie de TVE.
Había nacido en 1488 en Mezières, dentro del condado de Foix, muy unido al reino de Navarra.
Sus padres fueron Juan de Foix, conde de Estampes y vizconde de Narbona, y María de Orleans, hermana de Luis XII de Francia.
Como era costumbre en aquella época, para darse a conocer y gozar de los favores del rey y los nobles, la enviaron con sólo 6 años, a educarse en la corte real.
Por entonces, en España, había muchos problemas a causa del testamento de la reina Isabel, datado en 1504.
 En él se decía que, dado el agravamiento del desequilibrio mental de su hija Juana y la enemistad de su yerno Felipe el hermoso, la única posibilidad era que Fernando sería el gobernador de Castilla, mientras Juana se hallara en Flandes, donde solía permanecer habitualmente, por estar junto a su marido.
En el caso de que no se quisiese hacer cargo de sus reinos, esperar hasta que su hijo Carlos, cumpliera los 20 años y tomara posesión del trono.
El problema es que, a la muerte de la reina Isabel, Felipe, apoyado por los franceses, quiso reclamar el poder que le correspondía a su esposa e hizo una llamada a todos los castellanos descontentos para que se pusieran de su parte.
Ante este estado de cosas, como Fernando siempre fue muy hábil en los negocios de la Corona, y a fin de eliminar el apoyo francés a Felipe, decidió casarse con Germana de Foix. A la vez, pactó que, si naciera un futuro hijo de ese matrimonio, heredaría el reino de Nápoles, indemnizaría a los nobles napolitanos que apoyaron a los franceses en la guerra de Italia y pagarían los gastos producidos por la guerra.
Evidentemente, Luis XII, tendría que renunciar a todas sus aspiraciones al reino de Nápoles y dejaría de apoyar a Felipe el hermoso.
Me imagino cómo habría recibido el rey francés este envite. Seguro que pensaría que estaba alucinando y se le harían los ojos chiribitas, pues llevaba ya varios años derramando sangre y dinero de Francia con el objetivo de conquistar Italia y siempre había fracasado ante las tropas castellanas.
Este matrimonio se celebró a toda prisa en 1506, tras la firma del Tratado de Blois, no fuera que Fernando cambiara de opinión.
La novia era muy joven, poco más de 18 años, aunque en aquella época las mujeres se casaban aún mucho más jóvenes. Sin embargo, Fernando, ya tenía 53 años.
Este matrimonio podría poner en peligro la unión de Castilla y Aragón, pero alejaba este último reino de las garras de los Austrias. Eso no gustó a muchos nobles.
En 1509 vino el fruto de esta unión. Nació en Valladolid Juan de Aragón. El problema es que vivió muy pocas horas y el problema continuó.
Felipe no se amilanó. Al llegar a España en abril de ese año, fue recibido por multitud de nobles y se decidió a tomar el poder en nombre de su esposa.
Fernando el católico no tuvo más remedio que firmar la Concordia de Villafáfila y renunciar a ser gobernador perpetuo de Castilla. Así que se retiró a sus reinos en Aragón.
En septiembre de ese mismo año, se produjo, por sorpresa, la muerte de Felipe y el cardenal Cisneros se apresuró a escribir a Fernando para que volviera a Castilla.
En 1512, se volvieron a enfrentar los franceses y los españoles, pues los galos pretendieron apoyar una revuelta contra el Papa Julio II, aliado de Fernando.
Ese mismo año, se produjo la muerte de Gastón VI de Foix, hermano de Germana. Por ese motivo, ella reclamó sus derechos a la corona de Navarra contra la familia reinante de los Albret.
Como la cosa no estaba nada clara, Fernando, apoyado por unos miles de partidarios en Pamplona, decidió invadir ese reino y anexionarlo a Castilla en 1515.
Fernando siempre estuvo muy preocupado por tener un hijo de su nuevo matrimonio. Alguien le recetó un medicamento que le sentó mal y, cuando se hallaba a la altura de Madrigalejo (Cáceres), enfermó de hidropesía y murió en enero de 1516, con sólo 63 años.
En su testamento intentó darle la máxima protección a su esposa, encargando a su nieto, Carlos, que siempre se la considerase como la reina que fue.
Unos años después, para no perder el favor de su sobrino, aceptó casarse con el marqués Juan de Brandeburgo. La razón estaba en que éste era el hermano de uno de los electores para el Imperio y necesitaba su voto para ser coronado emperador.
Parece ser que esta vez no tuvo la misma suerte, porque el marqués, que estaba arruinado, gastó la fortuna de ella y la trató muy mal.
Al final, tuvo más suerte, porque este matrimonio fue muy breve y sólo le duró entre 1519 y 1525.
En 1526, ya con nada menos que 38 años, algo equivalente a los 50 años de ahora, le salió un nuevo pretendiente.
Se trataba de Ferrante de Aragón, duque de Calabria y príncipe de Tarento, hijo del antiguo rey de Nápoles, Federico II.
Realmente, Ferrante, había sido obligado a residir en la corte de Castilla, para que no se rebelara en Nápoles y reclamara su reino.
En 1505, había sido nombrado virrey de Cataluña, pero, con ocasión de la guerra de Navarra, se puso del lado francés, siendo encarcelado en el castillo de Játiva entre 1512 y 1522.
El emperador le devolvió la libertad por su buen comportamiento, pues, cuando sucedió la guerra de las Germanías, los sublevados lo quisieron poner en libertad para que encabezara el movimiento, sin embargo, él se opuso a salir de su celda.
Así que, entre otros premios, le ofreció casarse con nuestro personaje, lo cual estaba muy bien, porque ella era rica y él no tenía dónde caerse muerto.
La boda se realizó en 1526 y no estuvo exenta de críticas, por ser una boda de conveniencia. Además, según parece, ella ya estaba muy gordita y no era nada agraciada.
El emperador siempre la tuvo en mucha estima y la premió con varios cargos como los de lugarteniente de los reinos de Aragón y Valencia, la presidencia de varias cortes celebradas en esos reinos, etc.
Por su parte, ella le cedió al emperador todos sus derechos sobre lo reinos de Nápoles y Navarra.
A lo mejor, por eso, en 1523, la nombró virreina de Valencia y le encargó la pacificación del reino tras la revuelta de las Germanías. También le encargó actuar con dureza contra los cabecillas de la misma y su colaboración en la nueva política para convertir al mayor número de musulmanes al cristianismo.
De igual modo, tuvo que luchar contra la piratería procedente del norte de África, y contra la rebelión de los moriscos.
La corte que montó en Valencia tuvo mucha fama por su apoyo a los músicos y a los literatos de su tiempo.
Murió en 1536, con sólo 49 años, en un monasterio de los jerónimos, después de llevar una vida con un gran protagonismo político, algo inusual en una época donde a las mujeres no se les permitía hacer casi nada.
Hoy en día se ha propagado la hipótesis de que Germana hubiera tenido algún tipo de relación con el emperador Carlos, fruto de la cual nació una hija en 1518, que fue encerrada a perpetuidad en un convento. Realmente, en este caso, todo son conjeturas y no hay nada probado al respecto, aunque sí se dice algo de una hija en el testamento de Germana.

domingo, 5 de octubre de 2014

lunes, 30 de junio de 2014

ENRIQUE IV "EL IMPOTENTE"

Enrique IV de Castilla ha sido conocido como rey por el sobrenombre de El impotente, además de achacársele esta enfermedad, se le acusó de homosexual y algunas otras lindeces igual de negativas en la época y, por otra parte, habituales para desacreditar a reyes o grandes personajes con el fin de descalificarlos en las luchas por el poder entre las distintas facciones nobiliarias.

Enrique, sucede a su padre, Juan II de Castilla en 1454, se casó con Blanca de Navarra, a la que acabará repudiando y solicitando la anulación del matrimonio por no haberse consumado el mismo tras varios años de casamiento. Tras la anulación matrimonial se casa con Juana de Portugal, con quien tiene una hija, Juana.
Las luchas del rey con la nobleza castellana y su débil carácter le hacen ceder repetidamente a las presiones de la misma, la cual hace circular la leyenda de que su hija es ilegítima, por ser el rey impotente y se alude a la paternidad del valido del rey, Beltrán de la Cueva, de ahí el apodo de Juana la Beltraneja. El rey es depuesto por la parte de la nobleza en la llamada “farsa de Ávila” en la que entronizan a su hermanastro Alfonso, pero tras la muerte de éste, pocos años después, se ponen al lado de la hermana de éste, Isabel, la futura Isabel la Católica, hermanastra de Enrique, frente a los derechos al trono de su hija Juana. El rey se ve obligado a aceptar a Isabel (Tratado de los Toros de Guisando) con la condición de concertar él su matrimonio, hecho que Isabel no respetó al casarse con Fernando de Aragón en secreto, por lo que, enterado Enrique, proclamó a su hija Juana como heredera al trono jurando públicamente que era hija legítima. El país entró en una época de anarquía por las luchas entre las distintas facciones nobiliarias que apoyaban a uno u otro bando,  y a la muerte de Enrique, sucedida en 1474, se inicia una guerra civil entre los partidarios de Juana de Tratámara, la Beltraneja y los de su tía Isabel. Guerra que tendrá también tintes internacionales por el apoyo portugués a Juana y de Aragón a Isabel. Finalmente, la guerra acaba con la victoria de Isabel en 1479, que se convierte así en reina de Castilla con el nombre de Isabel I.
Gregorio Marañón realizó un ensayo sobre Enrique IV en 1930 basándose en las descripciones de las crónicas de la época y, fruto de ellas, señalaba que el rey debió de padecer un tumor en la hipófisis que le provocaría un crecimiento exagerado de las extremidades, así como de las manos y los pies, elevada estatura, encorvamiento, impotencia, infertilidad y otras anomalías. Lo que también es cierto es que las crónicas de la época están infestadas de bulos con el fin de desprestigiar a personajes poderosos en las luchas por el poder. Algo por lo demás, que s"

jueves, 26 de junio de 2014

LOS OTROS FELIPES