miércoles, 29 de noviembre de 2017

LOS REYES DE ESPAÑA DESDE LOS REYES CATÓLICOS

Entra en la web y navega por las fotos de los reyes. Haciendo clic tendrás un resumen de su reinado.
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¿A partir de cuándo se puede hablar de España como una entidad política? ¿Desde cuando existe la Corona española? Más allá de la designación geográfica heredada de tiempos de los romanos, no fue hasta el comienzo de la Edad Moderna, con la reducción del poder de la nobleza y el clero, cuando surgieron los embriones de los estados modernos por toda Europa. El proyecto de España corrió a cargo de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que unificaron las dos coronas más poderosas de la península en 1469 y cuyos descendientes heredaron una algarabía de reinos ibéricos, incluido Navarra y Granada, que se conocían, entre otras denominaciones, como «las Españas». El Descubrimiento de América y la Conquista de Granada, ambos hechos acontecidos en 1492, están considerados simbólicamente como el origen de esta España moderna.
La dinastía de los Trastámara, de la que procedían los Reyes Católicos, fue quien comenzó este proyecto, pero no vivieron para verlo en su máxima expresión. La unión dinástica era el primer paso, aunque todavía insuficiente porque ni siquiera existió una integración jurídica entre ambos reinos. Los Reyes Católicos unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército respetando los fueros y privilegios de cada uno de sus reinos.
Los Reyes Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del Emperador Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara y su hermana Isabel terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo (aquí llamados los Austrias). La incapacidad de Juana fue empleada por su ambicioso marido para hacerse con Castilla y apuntar hacia Aragón. Eso a pesar de que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días –posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció– tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix. No pudo salvar a los Trastámara, pero solo así se evitó que Aragón y Castilla se separaran de nuevo.

De los Austrias hasta los Borbones


Felipe I de Castilla, el marido de Juana de Trastámara, reinó apenas unos meses en Castilla hasta su repentina muerte entre rumores de un posible envenenamiento. Tiempo más que suficiente para abrir a los Austrias definitivamente las puertas de todos los reinos hispánicos. El hijo mayor del matrimonio, Carlos I, heredó la corona de Castilla y de Aragón debido a la incapacidad para reinar de su madre. Felipe II, Felipe III y Felipe IV siguieron con normalidad la rama española, sin renunciar a la abusiva práctica de los Habsburgo, también heredada de los Trastámara y la Casa de Borgoña, de casarse entre parientes. Con una cifra de 0,254 en su coeficiente de consanguinidad, Carlos II «El Hechizado» fue el grotesco resultado de varias generaciones de escarceos con la endogamia. Portador de numerosos genes recesivos y alteraciones genéticas, el Rey no pudo dar un heredero al reino.
Cuando Carlos II de España se vio próximo a la muerte fue persuadido para dejar la Corona a Felipe de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV, quien se ofrecía a asegurar la integridad de la «monarquía católica» y de su Imperio con el apoyo de su abuelo. Sus derechos dinásticos pasaban porque Felipe era también nieto de una hija de Felipe IV, María Teresa de Austria, y biznieto de una hija de Felipe III, Ana de Austria. Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V instauró la Casa Borbón en España, que ha dado a nuestro país once monarcas hasta la actualidad.
José Bonaparte, nombrado Rey por su hermano Napoleón Bonaparte, y Amadeo de Saboya, elegido por las Cortes tras la Revolución Gloriosa de 1868, son los únicos paréntesis en la larga historia de los borbones españoles. La desastrosa experiencia de la Primera República dejó paso en 1874 a la Restauración borbónica a través de la figura de Alfonso XII. A su vez, la proclamación de la Segunda República terminó con Alfonso XIII y la Monarquía en el exilio, situación que no se revertiría hasta el final de la Dictadura de Franco. El siglo XX resultó convulso para toda Europa.
Con Juan Carlos de Borbón llegaría la Democracia a España y una Monarquía integrada plenamente en el sistema parlamentario.

LIMPIA CULOS DEL REY. GROOM OF THE STOOL

Hubo un tiempo donde algunas personas cercanas a los reyes debían acudir junto a su majestad a cualquier aposento. Esos hombres tenían el clarificador título de Groom of the Stool, y básicamente tenían el privilegio de atender a sus majestades mientras estos se encontraban en su retrete “real”.
Muchos hablan del “peor oficio del mundo”, pero obviamente los hay muchísimos peores. No cabe duda de que ser el “limpia culos” (su traducción directa vendría a ser el mozo de las heces) oficial de la corona no era plato de buen gusto para todo el mundo, aunque aquello tampoco estaba tan mal. Esta fue su historia.
Hablando de los retretes, aquello de “ya no los hacen como antes” es totalmente cierto. Al menos de cara a la realeza. A partir del 1500 el retrete del Rey de Inglaterra era un auténtico lujo. Se trataba de un asiento acolchado de terciopelo, un elemento portátil debajo del cual se hallaba un recipiente de cerámica encerrado en una caja de madera.


Lo curioso en esta parte de la historia es que el rey, quién debía acudir al “trono” como el resto de los mortales, no lo hacía sólo. Desde el 1500 hasta el 1700 los reyes de la corona británica nombraron a una serie de nobles con la extrañamente prestigiosa oportunidad de acompañar en la tarea más privada de sus majestades: hacer caca.
Obviamente hablamos de una parte de la historia de los reyes alejada del glamour de una corte, pero todo un acontecimiento en aquellos días. De hecho, aunque no es el trabajo glamoroso que normalmente imaginamos en un palacio, ser un Groom of the Stool era en realidad una posición muy codiciada en la casa real.
Pensemos en la siguiente situación. Cada día, mientras el rey se sentaba en su taburete acolchado y cubierto de terciopelo, el hombre revelaba secretos. ¿Y a quién le pedía consejo? A estos intrépidos que habían roto cualquier principio de incomodidad con su majestad. Es más, los reyes se sentían tan “libres” como para hablar de los problemas personales y políticos con sus “asistentes personales”, en última instancia pidiéndoles consejo.



Según explica Tracy Borman en The Private Lives of the Tudors, los primeros Groom of the Stool fueron algo menos prestigiosos. Más tarde y durante el reinado de Henry VIII la cosa cambió. Entonces los hombres de la corte más cercanos al rey recibieron el título en grupo. Caballeros y nobles de prestigio colgaban con el monarca en su cuarto privado, actuando como sus secretarios personales y poniendo toda la atención del mundo mientras su majestad se sentaba en el taburete.
Con los años lo que era un grupo pasó a ser la tarea de una persona. Una que viajaría con el rey y su taburete portátil si este fuese de viaje. Por cierto, los únicos que no disfrutaban de este privilegio eran los monarcas en el exilio, a quienes se les negó el asistente para ir al baño.

Los Groom of the Stool estaban a cargo de todas las actividades y asuntos del dormitorio del rey y el resto de habitaciones privadas. Si nos ceñimos al baño ellos eran los encargados de limpiar el culo real cuando su majestad había terminado de defecar. Además y como plus, estos asistente eran los encargados de ofrecer un pequeño paño de franela para “limpiar los extremos”. También eran los encargados de llamar a un criado para que vaciase y limpiase el utensilio.
Los asistentes debían asegurarse de que el rey estaba bien vestido y bañado, que su cama estaba hecha y que sus finanzas personales estaban en orden. Borman escribió que en ocasiones los asistentes tenían control para gastar dinero en efectivo.
Con el paso de los años estas figuras llegaron a ser temidas por otros miembros de la corte. Ellos tenían un conocimiento como ninguno sobre los asuntos políticos y personales del rey, y además y lo que es más importante, la confianza del monarca. Incluso se dieron casos como el de Sir Henry Norris, el asistente de Henry VIII, quién acabó implicado en un supuesto caso de adulterio con Ana Bolena y acabó decapitado.

Finalmente, a mediados del 1700 este símbolo de estatus en la corte comenzó a decaer. Se piensa que Sir Michael Stanhope fue el último en ostentar el puesto para Edward VIII. Él fue el último hombre en limpiarle el culo a un monarca mirando al resto del mundo por encima del hombro.

Así era trabajar limpiando el culo del Rey

http://blogs.publico.es/strambotic/2015/12/culo-real/


Por raro que hoy nos pueda parecer, el puesto de  ‘Groom of the Stool‘ (limpiaculos real, le llamaríamos nosotros) fue, durante siglos y desde su instauración en el siglo XVI, uno de los más cotizados de la corte real inglesa. Suerte tenías si te tocaba un rey campechano y comedido, pero si era amante de las comidas abundantes y picantes, el trabajo podía ser un auténtico marrón.
Fue Enrique VII, según nos revela la página Historic UK , el primer monarca que sintió la necesidad de que alguien se encargase del mantenimiento y limpieza de su ano de sangre azul. Pronto el cargo adquirió importancia, dado que el mozo de las heces pasaba largos momentos de calidad en intimidad con el Rey asistiéndole a retirase sus pesados, complejos y caros ropajes para que pudiese hacer de vientre de forma relajada y decorosa.
El puesto requería andar todo el día entre toallas y cuencos o palanganas, acarreando la pesada silla de cagar por palacio, monitorizar la dieta y horarios de comidas del rey y organizar su agenda en base a los habitos de su  tracto gastrointestinal. Nada fácil. Además era necesario tener  cierta educación (había que darle conversación al soberano en sus momentos de relax), así que se solía otorgar a el curro a jóvenes de la aristocracia. De hecho las familias que pretendían medrar ansiaban tener a uno de sus miembros al cargo de las posaderas más importantes del país. Si los chavales eran buenos trepas, sacaban una generosa paga, se les regalaba la ropa usada del monarca y podían hasta convertirse en  secretarios personales del rey. Desconocemos si durante el proceso de selección se tenía en cuenta la suavidad de la piel de la palma de las manos del candidato, dado que el papel no abundaba.
Durante los cuatro siglos de existencia del puesto de limpiaculos del rey (se abolió en 1901 bajo el reinado de Eduardo VII) se han producido pocas incidencias destacables. Henry Norris, por ejemplo, fue ejecutado por orden de Enrique VIII tras ser acusado de prestar atención especial a los órganos sexuales de la reina Ana Bolena. ¿Complot político? ¿Ataque de cuernitis aguda? ¿Manos ásperas? El ‘rey loco’ Jorge III (1760-1820) usó durante su asiento en el trono nada menos que a nueve mozos limpiaojetes. Uno de ellos, John Stuart, llegó a ser Primer Ministro Británico, lo que demuestra que la creencia popular de que cuidar bien ciertos culos te puede ayudar a ascender, al menos en la política tiene una base real.



El post de hoy va de una curiosidad que puede ser difícil de creer pero en su momento fue tan (R)eal como la vida misma. Se trata de una profesión actualmente desaparecida (que sepamos, claro) durante cuatro siglos codiciada por muchos en Inglaterra, me estoy refiriendo al “Groom of the Stool” que traducido sería algo así como “limpiaculos real”.
Enrique VII

El nombre lo dice todo y como debéis estar pensando se trata de eso, limpiar el culo al Rey. El primer monarca que instauró este cargo fue el poderoso e inteligente Enrique VII, el fundador de la dinastía Tudor, lo que no me queda tan claro es porqué dejó de limpiárselo él mismo (la verdad es que da cierta cosa que sea otro el que lo haga, ¿verdad?).
Puede parecernos algo banal pero es que se trataba del ano del Rey y en esos momentos de “intimidad” se debía tener la suficiente habilidad como para hacerle más relajado ese crucial momento del día. Para ello se debía contar con un mínimo de educación y habilidad social y así darle conversación. Algunos de esos mozos llegaron a convertirse en secretarios personales del monarca e incluso uno de ellos, John Stuart, Primer Ministro Británico.
El papel higiénico no abundaba -se patentó siglos después- así que el puesto implicaba estar bien preparado con toallas, palanganas y una silla especial para la “faena” donde depositaba sus regias deposiciones. Sin duda, un trabajo que requería estar siempre preparado y una dedicación exclusiva.
Esta profesión se mantuvo durante cuatro siglos hasta que acabó aboliéndose en 1901, bajo el reinado de Eduardo VII. ¡Lo que había que hacer para ascender en la Corte!