sábado, 7 de noviembre de 2015

Carlos II de España, el "Rey Hechizado"

Carlos II en 1685
(Juan Carreño de Miranda)
En septiembre de 1665, fallecía el rey Felipe IV de España. Antes de morir, el moribundo rey dirigió unas palabras a Carlos, su hijo y sucesor: "¡Quiera Dios, hijo mío, que seas más venturoso que yo!". Lamentablemente, el príncipe no comprendió estas palabras y fue el inicio de un reinado que marcó el fin de una época.

Carlos II fue el quinto hijo del rey Felipe IV y de la archiduquesa Mariana de Austria, su sobrina, ambos retratados en "Las Meninas", de Velásquez. Su nacimiento, ocurrido el día 6 de noviembre de 1661, fue comentado en la Gazeta de Madrid, la cual anunció la llegada al mundo de "un robusto varón, de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes". Aquella descripción distaba bastante de la realidad, siendo diametralmente opuesta la impresión que tuvo el embajador de Francia, quien comunicaba a los pocos días los pormenores a Luis XIV, el Rey Sol. En palabras del embajador: "el príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración: tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura" y más adelante, "asusta de feo". Catorce amas de cría amamantaron a Carlos II hasta los cuatro años, sin embargo, esta forma de alimentación fue suspendida tras su ascenso al trono en 1665, pues era considerada indecorosa para un monarca. El pequeño Carlos creció como un niño débil y enfermizo, tenía frecuentes catarros, diarreas y escasa musculatura y presentaba un evidente retraso en su desarrollo psicomotor, pues cumplidos los seis años aún no había aprendido a caminar. En su historia médica figuran sarampión y varicela a los 6 años, rubéola a los 10 años y viruela a los 11 años; además, el joven rey sufrió ataques epilépticos hasta los 15 años. Sin embargo, lo más llamativo era su escaso desarrollo intelectual, pues tan sólo a los 10 años comenzó a hablar de manera inteligible y nunca aprendió a escribir correctamente; presentaba arranques de cólera imprevisibles y una adicción monoalimentaria al chocolate.
Su mala salud presagiaba que moriría joven, por lo que se descuidó su educación, al punto que nadie se preocupó de prepararle adecuadamente para las tareas de gobierno. Carlos II contaba apenas cuatro años cuando fue coronado rey, siendo la regencia administrada por su madre, Mariana de Austria, asesorada por una junta de gobierno. El testamento de su padre decretaba que su heredero debía ser declarado mayor de edad a los 14 años, sin embargo, su retraso físico y mental era tal, que su madre consiguió un aplazamiento por dos años más. Una vez en el trono, su período como monarca fue agónico para España, reino que sufría por el hambre y por la pérdida de poder y prestigio en el contexto europeo.

La regencia generó fuerte oposición en España, debido al carácter de la reina Mariana y al nombramiento de su confesor, Everardo Nithard, como consejero real. La oposición se concentró en torno a Juan de Austria, hijo natural de Felipe IV y hermanastro del rey Carlos II, y que se había destacado como jefe militar durante el reinado de su padre. Juan de Austria se refugió en Barcelona, el cual organizó un ejército y entró en Madrid, exigiendo a la regenta la salida del padre Nithard. Tras ser nombrado virrey de Aragón, Juan de Austria siguió oponiéndose a la reina, logrando imponerse definitivamente en 1677 a través de un golpe de fuerza, llegando a convertirse en consejero del monarca. Su labor fue más bien de acercamiento con Francia, llegando a firmar con Luis XIV la paz de Nimega (1678), el cual entre sus condiciones, estipulaba el matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orléans, sobrina del Rey Sol.
Mariana de Neoburgo
El rey "hechizado"

Transcurrido un año de matrimonio, María Luisa no daba a luz a un heredero, más aún, seguía virgen, pues el matrimonio nunca se consumó, seguramente debido al hipogonadismo e hipogenitalismo que padecía Carlos. Ante esta situación, se desvanecía toda esperanza de que el monarca tuviera descendencia. Mientras María Luisa vivía, el pueblo atribuyó la falta de descendencia a la esterilidad de la reina, dedicándole las siguientes rimas:
Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña:
si parís, parís a España;
si no parís, a París...
Transcurridos diez años de matrimonio, María Luisa falleció a consecuencia de una apendicitis aguda (su autopsia evidenció un útero indemne), sin haber dado a luz un heredero para la corona, para desgracia de la familia real.
Con tan sólo 28 años de edad, la alicaída salud de Carlos II era una constante, siempre débil y fatigado, siendo frecuente sus problemas gastrointestinales, atribuidos a su glotonería y problemas de masticación secundarios a un significativo prognatismo (deformidad facial), propio y característico de los Habsburgo. Al cabo de un año de la muerte de María Luisa, la creciente preocupación por la sucesión monárquica motivó la realización de un segundo matrimonio, esta vez con Mariana de Neoburgo. La boda real se celebró en Valladolid el 4 de mayo de 1690, sin embargo, a pesar de su fértil antecedente (los padres de Mariana tuvieron 23 hijos), la descendencia no llegaba. En su desazón, potenciada por las reiteradas simulaciones de embarazo por parte de Mariana, el mismo Carlos sospechaba que un hechizo proferido contra él le impedía engendrar. En enero de 1698, el enfermizo monarca consultó en secreto con el inquisidor general Rocaberti, quien se contactó con el confesor del rey, fray Froilán Díaz, a fin de investigar el hechizo del soberano. Tras practicar determinados conjuros, se dijo que "el demonio había revelado que el rey estaba hechizado desde los catorce años, y que el hechizo le fue administrado en un pocillo de chocolate, en el cual habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno; entrañas para quitarle la salud y ríñones para corromperle el semen e impedir la generación".
Para poder conjurar el hechizo, los curanderos que trataban de sanar al infeliz monarca le administraban en ayunas aceite bendecido, unciones en el cuerpo y otras ceremonias de exorcismo. Incluso llegó de Viena fray Mauro Tenda, exorcista del emperador, que conjurando a Carlos con voces atronadoras, le causaba terribles sobresaltos y aprensiones, poniéndolo en el más deplorables estado.
Carlos II en 1700
Dos años antes de su muerte, el estado de salud de Carlos II era deplorable. Su debilidad se había acentuado, al punto de no poder permanecer más de una o dos horas en pie. A esto se agregaba la presencia de edema generalizado, el cual le afectaba incluso la lengua, impidiéndole hablar. Transitó entre la juventud y la vejez aceleradamente, estando su rutina diaria marcada por una triste sucesión de síntomas: edema, fatiga, decaimiento, ataques epilépticos, diarreas y fiebre. Falleció el 1 de noviembre de 1700, tras permanecer dos días en coma producto de una diarrea severa, concluyendo con él la dinastía de los Habsburgo. Su autopsia reveló "un corazón del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, en el riñon tres grandes cálculos, un solo testículo, negro como el carbón y la cabeza llena de agua".
Carlos II heredó el trono a su sobrino nieto, Felipe de Borbón, Duque de Anjou. La medida fue ampliamente resistida por las casas reales de Inglaterra, Holanda y Austria, pues implicaba la unión del trono español y francés bajo la misma dinastía, los Borbón. Esta diferencia se resolvió luego de un largo y sangriento conflicto conocido como la Guerra de Sucesión Española (1702-1713), tras la cual se confirmó en España la regencia del Duque de Anjou (nieto de Luis XIV, el Rey Sol) bajo el nombre de Felipe V, iniciándose así la dinastía borbónica española, vigente en la actualidad.
El aspecto médico

Los actuales estudios en medicina han permitido aclarar el supuesto "hechizo" del monarca. El último monarca español de los Habsburgo fue víctima de la política matrimonial de esta dinastía, el cual durante más de un siglo, tejió las redes que permitieron crear y fortalecer a la monarquía austríaca. Para historiadores como Lynch, "Carlos II fue la última, la más degenerada y la más patética víctima de la endogamia de los Habsburgo". Los matrimonios concertados entre los miembros de distintas familias reales europeas han sido una constante a través de los siglos, favoreciendo la endogamia y, por consiguiente, la expresión de trastornos genéticos poco frecuentes en la población.
Otra hipótesis sobre este caso, sería que Carlos II habría padecido el síndrome de Klinefelter. Descrito en 1942 por el Dr. Harry Klinefelter, éste corresponde a la alteración de los cromosomas sexuales más común de la especie humana y la causa más frecuente de hipogonadismo e infertilidad masculina, afectando entre 1:500 y 1:1.000 varones. Los individuos afectados tienen uno o más cromosomas X extra, siendo el complemento 47.XXY el más frecuente (80%). Sus características fenotípicas más comunes incluyen infertilidad, niveles inadecuados de testosterona, hipogonadismo, hipogenitalismo, ginecomastia (engrandecimiento de las glándulas mamarias en el hombre), trastornos conductuales y aspecto eunucoide (talla alta, extremidades largas, escaso vello facial y distribución de vello de tipo femenino). Otras anomalías asociadas a este síndrome son criptorquidia (descenso incompleto de los testículos), hipospadias (pene poco desarrollado) y escoliosis, así como diabetes y bronquitis crónica en la adultez. El síndrome de Klinefelter puede pasar inadvertido durante años, debido a que no existe un fenotipo característico en etapa preadolescente. Durante la infancia, los pacientes pueden presentar trastornos del desarrollo (retraso en la adquisición de habilidades motoras y lingüísticas) y en algunos individuos puede cursar con retardo mental, generalmente leve. El hipogonadismo no se hace evidente sino hasta la pubertad o la adultez, siendo algunos varones diagnosticados en el contexto de una evaluación por infertilidad.
El Escorial, siglo XVII
Por su parte, los frecuentes edemas que el monarca desarrolló hacia el final de su vida puede haber sido consecuencia de una nefropatía (daño renal) consecutiva a infecciones recurrentes por cálculos renales, tal cual evidenciara su autopsia, o bien producto de una insuficiencia cardíaca progresiva; en palabras de Geelen, su médico flamenco, "al rey se le para el corazón (sic) y empeora visiblemente. Se le hinchan el vientre, las piernas y la cara... le han hallado todas las entrañas... y el corazón tan consumido y seco" . Otras investigaciones plantean una hipótesis alternativa: las repetidas diarreas, cólicos y pujos dolorosos, los vómitos, la acusada anorexia y el adelgazamiento que caracterizaron su enfermedad final pudieron ser la manifestación de una enterocolitis crónica, consecutiva a la generalización de un proceso tuberculoso. Hasta el día de hoy, su diagnóstico definitivo sigue siendo un misterio.
La vida y muerte de Carlos II es un claro ejemplo de la progresiva decadencia de la monarquía Habsburgo en España. Siguiendo la evolución de esta casa, se podrían distinguir varios casos, relacionados con los actos de sus gobernantes: Gregorio Marañón, médico e historiador español, nos deja una semblanza que dice mucho de esta decadencia, tanto física como moral, el cual lo resume de la siguiente forma: Carlos V inspira entusiasmo; Felipe II inspira respeto; Felipe III, indiferencia; Felipe IV, simpatía, y finalmente, Carlos II, solamente compasión.
Fuente. Adaptado de Jaime Cerda L. "Carlos II de España, "El Hechizado". Revista Médica de Chile, 136, N°2. Santiago, febrero 2008 y Carl Grimberg, Historia Universal. Editorial Ercilla. Santiago 1985